Era principios de los 50. Los habitantes de los pueblos de la comarca de la Marina Baixa se dedicaban a la agricultura y a la pesca, menos su capital, Vila Joiosa, donde también había una potente industria naval, redera y chocolatera. En la vecina Benidorm empezaban a verse los primeros turistas atraídos por la arena de sus playas y la villa despedía las capturas de la Almadraba, dando la bienvenida al futuro planeamiento urbanístico que por entonces se diseñó para crear la ciudad turística que es hoy. En l'Alfàs del Pi, Antonio Hurtado, con unas oposiciones aprobadas bajo el brazo, llegaba al faro l'Albir. Fue el último farero de un lugar que este mes cumple 150 años desde que se edificó y puso en marcha. Una efeméride que el Ayuntamiento alfasino celebra desde hoy con diversas actividades en su II Semana Cultural "l'Alfàs amb història".

La del faro del Albir arrancó en 1863, con su construcción a pocos metros de la antigua Torre Bombarda, que siglos atrás sirvió de puesto vigía para advertir a la gente del lugar ante posibles incursiones piratas en la zona. Para llegar hasta el faro, izado al borde de uno de los precipicios del parque natural de la Sierra Helada, se accedía por el sendero escarpado y difícil que discurría hasta las minas de ocre rojo (cerradas en la Guerra Civil), y hasta el Aljibe, la estructura hidráulica que data del siglo XVI anexionado al mismo, y que hoy será puesto en valor durante la exposición "El faro de l'Albir" que se inaugura a las 10 horas.

Tras ese acto, el martes continúa el programa con conferencias, mesas redondas y presentación del documental "El faro de l'Albir 1863-2013", realizados gracias a los recuerdos recuperados de los cajones gracias a los documentos, fotos y declaraciones de muchos vecinos de la localidad que están contribuyendo a sacar a la luz la historia de su pueblo.

El farero

La última vez que el octogenario farero Antonio Hurtado visitó el faro lo hizo el verano pasado junto a su hija Loli, que nació en él. Lo hizo para colaborar en el trabajo documental realizado para la efeméride por el Ayuntamiento alfasino.

Con su ceceo gaditano, declaró entonces sentirse "desubicado" ante un paisaje bien distinto a los campos de antaño. En su visita, recordó el farero que en unas fiestas patronales conoció a la alfasina Pepita Ripoll, con quien se casaría y con quien viviría allá, en el lugar hasta el que se accedía por una escarpada senda de caballos, y cuya linterna funcionaba a base de petróleo.