Doce años después de su apertura, y tras un carrusel de vicisitudes que daría para escribir una enciclopedia, Terra Mítica se vende. Y casi a precio de saldo. Lejos quedan aquellos tiempos de oropeles de principios de este siglo, cuando bajo la tutela de Eduardo Zaplana el complejo de Benidorm fue inaugurado con la aspiración de convertirse en el mayor parque temático de Europa y sus gestores vivían en hoteles de lujo y derrochaban en vinos caros y regalos. Ahora, la Generalitat, Bancaja y la CAM, los tres socios de referencia del parque con el 70% de las acciones, respiran aliviados al saber que están a punto de vender sus participaciones a la empresa Aqualandia España S.A. por 65 millones de euros. La cifra es pírrica. El complejo costó al menos 377 millones -hay fuentes que elevan esta cifra a más de 400- y obligó tanto a las entidades bancarias como a la administración autonómica a realizar constantes inyecciones económicas para compensar sus pérdidas. Jamás tuvo los visitantes previstos.

En realidad, los 65 millones de la operación de venta apenas servirán para tapar agujeros: equivalen, más o menos, a la deuda acumulada por el parque entre 2006, cuando se levantó una suspensión de pagos, y 2010. Y en realidad, tampoco se sabrá con exactitud la cantidad de fondos que las arcas públicas del Consell destinaron a esta auténtica quimera, digna de otros tiempos, cuando no había ninguna crisis que pusiera freno al gasto del dinero de los contribuyentes.

La Generalitat comenzó a invertir en el parque antes de su construcción: en 1997 expropió alrededor de 10 millones de m2 con el fin de crear un gran área lúdica con Terra Mítica como epicentro. La cosa ya fue mal desde entonces. Con una triple excusa -buena parte de esa superficie había sido arrasada por un incendio en 1992, los terrenos estaban catalogados como "no urbanizables" y la operación se calificó de "interés general"-, la administración autonómica pagó por las expropiaciones forzosas precios a la baja. Sin embargo, posteriores sentencias del TSJ le obligaron a elevar aquel desembolso en 73 millones de euros más de los previstos.

En aquellos terrenos se ubicaron campos de golf, el complejo Terra Natura, hoteles de lujo y el propio parque temático en sí, que ocupó cerca de un millón de m2 que están a punto de acabar en manos privadas en su totalidad a través de dos procesos: uno, el que va a concretarse ahora con el desembarco de Aqualandia, toda vez que la compra de las acciones de los tres socios de referencia incluye también el control sobre los aproximadamente 750.000 m2 de suelo que ocupan las atracciones. Es verdad que éste ya estaba en manos de una empresa -Parque Temático de Benidorm y Finestrat- pero al fin y al cabo esa mercantil tenía participación de la Generalitat y hasta verano de 2010 la gestión también fue pública. Cuando se concrete la venta a Aqualandia, ya no será así de ningún modo.

El segundo proceso afectó a otros 216.000 m2 que también eran propiedad de Terra Mítica y que se habían reservado para una hipotética expansión del complejo que nunca se podrá llevar a cabo. Porque en julio de 2006, con el fin de hacer frente a la angustiosa situación del parque, que se encontraba en suspensión de pagos desde hacía dos años, bordeaba la quiebra y arrastraba una deuda de 240 millones de euros, sus gestores decidieron vender esos terrenos a través de una subasta que se adjudicó una empresa del promotor Enrique Ortiz por 85 millones. Con la intervención de Ortiz, quien por cierto luego vendió la mitad de esos terrenos a dos empresas por 42 millones, se abrió otro capítulo de la rocambolesca historia urbanística del parque: el suelo sobre el que se asienta el mismo sigue siendo hoy "no urbanizable", pero siempre se toleraron los usos turísticos para los que fue destinado. Sin embargo, el conocido empresario alicantino logró aún más "tolerancia": obtuvo del Consell dos modificaciones de esos usos, primero para poder construir en los terrenos apartamentos turísticos, y después para aumentar la densidad urbanística de los mismos.

Más allá de todas esas tribulaciones -y también de los dos procesos judiciales vinculados al parque con investigaciones por presunto fraude fiscal-, lo cierto es que a lo largo de estos últimos doce años el complejo también naufragó en su principal cometido que, para que nadie lo olvide, era turístico, era captar clientes. En este sentido, la lista de infortunios también es dilatada: su construcción a toda prisa en 1999, que acabó costando 96 millones más de los previstos; la inauguración en julio de 2000, con presencia del príncipe Felipe y algunas atracciones sin funcionar; la estéril entrada de Paramount en 2002, que costó otros 4,2 millones; la dimisión del director general John Fitzgerald en 2008, una anualidad en la que el recinto acumuló pérdidas por 15 millones; el enfrentamiento político en el seno del PP después de que los zaplanistas, padres de la criatura, criticaran la posterior gestión del gabinete de Camps; o el clamor de los hoteleros exigiendo un gran pacto que ayudara a reflotar la situación.

Ahora, Aqualandia quiere devolver a Terra Mítica el prestigio perdido. Lavar su imagen. De hecho, está en eso desde agosto de 2010, cuando comenzó a gestionar, a través de la mercantil de su propiedad Ocio y Parques Temáticos, las instalaciones a través de un contrato de arrendamiento con una opción de compra que es la que, como confirmó ayer la consellera de Turismo, Lola Johnson, está a punto de cristalizarse. Para hacerlo, Aqualandia ha ampliado su capital social en 31,76 millones.

Durante su año y medio de gestión, Aqualandia, controlada por el empresario francés Georges Pierre Santa-Maria, ha renovado las atracciones, ha disminuido pérdidas -aunque aún son demasiadas- y ha aumentado visitantes -aunque no son suficientes-. También ha reducido a menos de 200 trabajadores la plantilla después de dos expedientes de regulación de empleo.

En su nueva aventura, la empresa no estará sola. Si bien, el Consell y las dos cajas se van, no harán lo mismo los pequeños accionistas, cuyo número asciende a 280 y que tienen un 30% de las participaciones del parque que han decidido mantener. No quieren perder la inversión realizada en el mismo y confían en que la gestión de Santa-Maria ayude al complejo a levantar el vuelo. Eso sí, será el empresario galo el que a partir de ahora estará a los mandos de todo.

"Vamos a seguir al pie del cañón"

El empresario Francisco Ronda, portavoz de los pequeños accionistas que seguirán ligados al parque, señaló que "estaremos al pie del cañón para defender a capa y espada Terra Mítica y lograr que se convierta en un atractivo turístico para Benidorm". "Estamos aquí por eso, no por negocio". Ronda confió en que la entrada de Aqualandia sirva para cumplir con ese objetivo, "aunque los dos primeros años serán duros", y señaló que ya ha mantenido conversaciones con Santa-Maria. De estos empresarios, algunos de peso, partió la idea de crear el parque que, eso sí, se configuró después con la estructura actual, con lo que no participaron en las grandes decisiones de su gestión.