Esta aventura comenzó mal. En 1609, el rey Felipe IV ordenó expulsar de todos sus dominios a los moriscos, descendientes de los antiguos conquistadores musulmanes de la Península y que llevaban ya varios siglos en difícil convivencia con sus vencedores cristianos. La decisión del monarca, asumida en aras de la unidad religiosa de su imperio, fue traumática para muchos territorios, que quedaron desiertos. En el Reino de Valencia, de sus 350.000 pobladores, 127.000 fueron deportados. Y las dos comarcas alicantinas de la Marina perdieron el 90% de sus habitantes.

La nobleza tembló: ya nadie cultivaba sus campos. El Reino ofrecía un aspecto tétrico que supo muy bien describir un historiador coetáneo, Escolano: "Valencia había quedado, de la región más florida de España, en un páramo seco y desolado".

Así que, como fuera, había que repoblar aquellas tierras. Y, por supuesto, con gentes cristianas. Después de varias cábalas se apostó por los "pagesos" mallorquines, quienes en su isla vivían en condiciones paupérrimas. Y con la promesa de una vida mejor, aquellos campesinos se lanzaron a lo que para la época debió resultar una auténtica odisea: cruzaron el Mediterráneo y llegaron a tierras del interior de Alicante, áridas y montañosas, que cultivaron con sus propias manos. Fue duro. Pero prosperaron. Hoy, miles de habitantes de las dos comarcas de la Marina descienden de aquellos pioneros.

Es el caso de Tàrbena, que durante estos días ha celebrado el 400 aniversario de su repoblación, realizada por colonos procedentes de la población mallorquina de Santa Margalida en 1611. Por eso, vecinos de esta última localidad han viajado hasta Tàrbena con el anhelo de volver a unir las dos orillas de un mismo mar y conocer a los descendientes de su propio linaje. Un reencuentro, esperado durante generaciones, que reta así el vértigo del tiempo.

La gente de Santa Margalida se ha sentido como en casa. Porque las señas de identidad de Tàrbena siguen siendo mallorquinas y eso se nota en aspectos etnográficos tan diversos como el habla o la gastronomía. Por ejemplo, los habitantes de esa población de la Marina Baixa continúan conservando el acento de las islas y utilizan sus mismos giros lingüísticos: usan el artículo "sa" autóctono de las Baleares, en vez del "la" propio de la lengua valenciana. Con mucho orgullo, perseveran además en la misma sobrasada tradicional de Mallorca, conservando las artes tradicionales para lograr idéntico sabor. Y comparten con Santa Margalida los mismos apellidos. Algo que por cierto también sucede en el resto de la Marina: en Llíber, Orba, la Vall de Laguar o la Vall d´Ebo, municipios asimismo repoblados por mallorquines y que deben por lo tanto a las Baleares su cultura y su forma de ser, conservada durante cuatro siglos.

Los actos realizados desde el pasado viernes para celebrar este encuentro han contado con un carácter lúdico pero también científico. Por un lado, se han celebrado por las calles de Tàrbena varios bailes autóctonos tanto de origen valenciano como balear. Por otro, las jornadas han servido para que también se encontraran investigadores valencianos y mallorquines que han investigado este fenómeno histórico, muy arraigado en Las Marinas y en las islas, pero relativamente poco conocido entre el gran público. La efeméride ha sido organizada por la asociación "Tarbeners de Mallorca" y ha contado con la implicación de los dos ayuntamientos y de la Fundació Baleària, que lleva ya tiempo realizando el programa "Terra de Retrobament", encaminado a consolidar los lazos entre las dos geografías.

Del fervor religioso a los bailes recuperados

Bailes, religión, intercambios científicosÉ La conmemoración de los 400 años de la repoblación de Tàrbena por colonos de Santa Margalida se ha organizado desde diversos prismas. El viernes por la noche se realizó así una muestra de baile y música popular valenciana en la que intervinieron "cantadors" y "sonadors" de la comarca para revitalizar los estilos de bailes que formaban parte de las antiguas fiestas del municipio, en el primer tercio del siglo XX. Como se hacía en aquella época, la participación del baile fue popular, abierta. Además, a los investigadores valencianos y mallorquines especialistas en la repoblación se les hizo entrega de una placa de reconocimiento por su aportación al estudio de este fenómeno. Otros actos divulgativos consistieron en la proyección de un documental informativo sobre este acontecimiento histórico y su repercusión para la posterior evolución de las poblaciones de las dos comarcas de la Marina y una visita divulgativa al museo etnográfico. Asimismo, se reconoció la labor de todos aquellos ayuntamientos que en 2004 firmaron la denominada "Carta de Pego", por la que esas administraciones municipales se comprometían en reforzar los lazos sociales y culturales entre la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares. También hubo lugar para el fervor religioso, con una ofrenda floral en la iglesia de Tàrbena a la imagen de Santa Caterina Tomàs, muy venerada por los mallorquines y que en su día fue regalada por los vecinos de Santa Margalida.