a moción de censura de Benidorm ha vuelto a evidenciar, una vez más, la frágil estabilidad interna del PSPV y la tensión en la que se mueve el PP. Estaba escrito que, antes o después, la alianza entre Jorge Alarte y Leire Pajín -con la que el primero logró situarse al frente del PSPV hace ahora un año- tenía que romperse. Y el voto de censura de Benidorm ha ejercido, precisamente, de espita para que el acuerdo acabara explotando. Tanto Alarte como Pajín o, lo que es lo mismo, Ferraz y Blanqueries salen debilitados de este envite. ¿El PP? Entre todos la mataron y ella sola se murió. Campistas y ripollistas se echan las culpas de haber perdido Benidorm con la vista puesta en la batalla por el control de la agrupación local una vez que la dirección provincial del PP convoque el congreso, aún sin fecha.

En el mandato de Jorge Alarte al frente del PSPV y en el de Pajín como secretaria federal de Organización, habrá un antes y un después del voto de censura de Benidorm. Es la constatación de que el pacto que alcanzaron en el congreso de los socialistas valencianos no era más que un matrimonio de conveniencia. De hecho, los partidarios de Pajín, atrincherados en la dirección provincial del PSPV, esperaban que Alarte hubiera conducido la crisis originada en Benidorm con más flexibilidad máxime teniendo en cuenta que los votos de los afines a la secretaria federal de Organización fueron claves para que el ex alcalde de Alaquàs se hiciera con el control de la cúpula del PSPV.

Jorge Alarte ha decidido seguir su propia línea: oponerse de plano a la moción de censura en tanto que el pacto de los ediles socialistas era con un trásfuga del PP. Todo lo contrario que la dirección provincial del PSPV, controlada por Pajín y que ha alentado entre bambalinas la operación con la complicidad de Ferraz, obligada a nadar en la ambigüedad en una maniobra que salpica directamente a la número tres socialista por la vía de su madre, una de las ediles de Benidorm que ha firmado la moción de censura.

¿El resultado? Una dirección del PSPV, la que encabeza Alarte, que, un año después del congreso, tiene menos apoyo. En una situación tan precaria y con el proceso de elaboración de las candidaturas autonómicas y locales a año y medio vista, al secretario general del PSPV no le queda otra salida que buscar apoyos. ¿Dónde? En la otra mitad del socialismo valenciano -incluidos los lermistas- que respaldó a Ximo Puig en el congreso de hace ahora un año. "Alarte ha encontrado más lealtad en gente que no le votó que en militantes que sí lo hicieron", admiten fuentes próximas al líder del PSPV. Los lermistas están dispuestos a dar estabilidad pero no a ofrecer un cheque en blanco. "Ha llevado el problema de Benidorm con muy poca mano izquierda", apuntan desde el lermismo. ¿Y Leire Pajín? Su actividad a partir de ahora, pese al respaldo de Zapatero -ayer se lo volvió a brindar en el comité federal del PSOE-, estará condicionada a la evolución de la operación de Benidorm, utilizada por el PP para minar su posición. Es decir, que los dos grandes referentes del socialismo valenciano salen enfrentados y debilitados de este movimiento de la familia Pajín, que controla "manu millitari" la agrupación socialista de Benidorm desde hace años.

No se queda atrás el PP. Benidorm es una Alcaldía emblemática, especialmente, para la dirección provincial que lidera Joaquín Ripoll. En 1991, con el pacto que aupó a Zaplana al gobierno con el apoyo de la tránsfuga Maruja Sánchez, los populares iniciaron el periodo de supremacía del que ahora disfrutan. La perdida de Benidorm ha tensionado más la relación entre los dos sectores del PP y hace más cruenta la lucha por el control del partido en la localidad.