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El Canónigo Manchón en el Madrid del 2 de Mayo de 1808

El Archivo Municipal de Madrid recoge la heroicidad del presbítero de Crevillent D. Cayetano Miguel Manchón, el Canónigo Manchón, en ese fatídico día ya que, como primera fuente, ha informado a todos los que sobre dicha jornada hemos escrito.

Sin embargo, para mi biografiado, el Dos de Mayo, aún siendo un acontecimiento muy importante en su vida y en la vida de los madrileños, no es todo lo que el personaje hizo a lo largo de su dilatada existencia.

Por ello, deseo hacer una aportación -inédita- a lo mucho que se ha escrito sobre el Dos de Mayo en Madrid y lo haré relatando solamente la experiencia del presbítero en ese día.

D. Cayetano Miguel Manchón y Cáscales, nació en Crevillente -Alicante- el miércoles día 10 de abril del año 1771, muriendo en Zaragoza el 11 de junio de 1861 -90 años-, siendo canónigo de la catedral del Salvador de esa ciudad prebendado por Fernando VII.

D. Cayetano M. Manchón fue un clérigo notable en un tiempo de epidemias, de hambre, de guerra; en definitiva, en un tiempo de dolor, sufrimiento y muerte.

Un tiempo que él, evidentemente, no pudo elegir.

Qué nos cuenta de ese día el presbítero D. Cayetano Miguel Manchón:

«Yo vivía en la calle Ancha de San Bernardo. Me hallaba con algunos amigos, cuando desde mi balcón vi pasar un carruaje ocupado por la ex reina de Etruria, escoltado por un escuadrón de guardias franceses. Era el primer carruaje.

Asombrado por el ir y venir de las gentes soliviantadas, intuyendo lo peor, puse atención a los gritos de una mujer vieja que corría de un lado a otro gritando: "¡Que nos lo llevan! ¡Que nos lo llevan"!».

Manchón sigue diciendo:

«Dándome cuenta de lo que esto significaba, lo decidí en el acto. Había que impedirlo. Se encendió en mi pecho la llama del más acendrado patriotismo. Hablé a las gentes desde el balcón para sumar fuerzas y apresuradamente me trasladé a la Plaza de la Armería encabezando a un grupo muy numeroso de personas que, como yo, se sentían indignadas. Todavía se encontraba esperando el segundo coche que aguardaba a los infantes para sacarlos de la capital».

Termina diciendo Manchón:

«No pude contenerme y recorriendo los grupos que se habían congregado alrededor del regio Alcázar, les hice comprender la humillación que era para españoles dejarse arrebatar a dichos personajes, que sabía que era el principio de la trama napoleónica».

«En medio del caos, siendo ya uno más de los que se encontraban en los alrededores de palacio, comprendí de inmediato la gravedad de lo que allí estaba ocurriendo y con el valor que exigía la situación me abrí paso y llegando a la Plaza de la Armería, donde se encontraba el carruaje preparado:

¡Con un cuchillo corté los tiros de los caballos!».

Esta acción figura en los libros de historia como una acción realizada por uno de los madrileños levantados; en otros hablan de la «chusma», la «muchedumbre», la «turba».

Juan Pérez de Guzmán y Gallo, en su libro: El Dos de Mayo de 1808 en Madrid, nos dice sobre él:

«D. Cayetano Miguel Manchón, presbítero; fue de los que el día Dos de Mayo animaron más el tumulto, enardeciendo al pueblo con su palabra y su ejemplo €»

¿Qué nos dice, D. Antonio Valladares de Sotomayor, testigo presencial de excepción y amigo personal?, cuando en la calle Sacramento se enfrentaron a los soldados franceses:

«Pero en la época de la confusión, en el día Dos de Mayo de 1808, día de terror y espanto para esta heroica Corte, y el más célebre y felicísimo para España, usted y yo unidos aquel día a los valerosos Madrileños que defendían los justos derechos de nuestro amadísimo Rey y patria contra los satélites del pérfido destructor del género humano, expusimos nuestras vidas, sacrificando algunas de los enemigos, a nuestro honrado furor. Yo ví a Vd. (después de haber sembrado el terror entre los franceses, y teniendo su espada y manos tintas con su sangre) tendido en el suelo, bañado con la que arrojaba su cabeza, casi dividida en dos partes por el golpe de sable que le dio al paso un soldado de caballería que iba huyendo y también herido. Yo limpié a Vd. el rostro, que al mismo tiempo le regaban mis lágrimas; yo le exhorté creyéndole a raíz del sepulcro, otros escucharon mis ruegos de ayuda y les obligó la humanidad a acceder a ellos, conducirle donde fue perfectamente curado; y ya del todo restablecido, ofreció a mi presencia venganza eterna al Atila de nuestro tiempo.

Y ¡con cuánto tesón, valor y constancia cumplió Vd. su leal voto! Apenas había convalecido se empleó en su observancia ...».

D. Cayetano, herido en la cabeza, fue escondido y protegido por gente de confianza en un piso de la calle de San Isidro, ya que a su casa en la calle Ancha de San Bernardo no pudo regresar y mucho menos a un hospital.

Estuvo oculto mientras sus amigos y vecinos lo curaban. Después de su sanación, con un grupo de jóvenes se dirigió a Navalcarnero donde organizó el primer grupo guerrillero -o de los primeros-, comenzando así un dilatado historial heroico al servicio de España, obteniendo ocho condecoraciones a su valor y a su fidelidad.

Por la lealtad y patriotismo que acreditó en la lucha que sostuvo en la muy heroica villa de Madrid el Dos de Mayo de 1808, fue reconocido personalmente por el rey Fernando VII, apareciendo estos méritos en la Gazeta de Madrid de 22 de febrero de 1817, con motivo de su designación como canónigo de Segorbe. Con posterioridad el mismo rey le hizo entrega de la Insignia de Dos de Mayo.

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