A escasos días de comenzar el mes de máxima afluencia turística en Santa Pola, la mitad de chiringuitos siguen sin funcionar a lo largo del litoral y otros han comenzado esta semana a preparar sobre el terreno las instalaciones desmontables. Después de un año difícil para el sector tras el cambio de pliegos durante el verano pasado, que atrasó el inicio de la actividad de los empresarios, en total son solo seis de doce los chiringuitos que están aprovechando el tirón de este mes de julio, tanto en zona de servidumbre como de dominio público marítimo terrestre. Se da el caso de que han existido renuncias a la concesión porque ciertos empresarios no han encontrado rentabilidad económica al negocio, como ha sucedido en el sector de la Cala I de Santiago Bernabéu, que el verano pasado abrió y este no, según indican fuentes municipales.

En cuanto a la Cala dels Gossets debajo del Cabo, su adjudicatario renunció hace unos meses al chiringuito, por lo que tuvieron que iniciarse de nuevo todos los trámites administrativos para que la concesión pasara a los siguientes hosteleros que más pujaron, aunque en este caso también hubo una renuncia del segundo y finalmente ha pasado al tercero en la lista, aunque todavía tiene que pasar por pleno (previsto para la próxima semana) la propuesta de adjudicación y el interesado presentará entonces la documentación. Todo apunta a que la actividad en la zona se aplazaría a la próxima temporada a pesar de que son muchos los usuarios que acuden con sus mascotas y demandan el servicio.

Junto a las playas naturales solo hay dos chiringuitos instalados, el primero en el Bancal de l'Arena y el segundo junto a la cala de la Ermita, que empezó a levantarse por primera vez hace escasos días y siguen con el montaje. Otra suerte correrá el kiosco más grande que funcionaría como restaurante con 300 metros cuadrados proyectado sobre el antiguo chiringuito azul, ya que el año pasado se anuló la concesión porque el Ayuntamiento descubrió que los terrenos donde se asienta supuestamente son privados desde los años 90 y no municipales, tal y como advertía un informe tras pedir nota en el Registro de la Propiedad. Sin embargo, desde el ejecutivo local han encargado un dictamen a un abogado externo para recuperar el suelo. Apuntan que de salir favorable podría retomarse la actividad el próximo verano.

En Tamarit tampoco hay visos de atraer a empresarios para instalarse, ya que la licitación ha quedado desierta en dos ocasiones a pesar de que se ofrecía una rebaja a casi la mitad del canon por montar sólo en julio y agosto. Por otro lado, está pendiente de adjudicarse el quiosco en la Plaza Pepito Gomis, ya que el pliego salió hace dos meses. En cuanto al de la playa de Varadero, abrió hace una semana después de ganar un recurso el adjudicatario que interpuso la anterior concesionaria que gestionaba la instalación. Este empresario señala que el perder un año de trabajo le ha afectado a nivel económico porque es tiempo perdido para compensar el coste de esta concesión por una década, ya que se trata de un kiosco que funcionará como restaurante todo el año con 152 metros cuadrados, después de haber obtenido un permiso de la Administración autonómica.

Poca afluencia

La mayoría de empresarios coinciden en que tendrán que esperar hasta cuatro o cinco años para recuperar la inversión con los nuevos chiringuitos, ya que algunos terminaron el verano pasado sin beneficios porque solo pudieron abrir un mes. Señalan que la afluencia de clientes es más baja por ahora que otros veranos, que en días laborables no llenan y que sólo se nota un despunte los fines de semana, aunque esperan que mejore en agosto la situación. Achacan en parte la caída a que muchos visitantes se quedaron con la imagen de que Santa Pola no tiene chiringuitos después de los retrasos con los pliegos, según indica Francisco Ballesteros, del quiosco junto a las antiguas piscinas de Santa Pola del Este. En cuanto a operatividad, la mayoría siguen insistiendo en que el estos establecimientos no terminan de ser cómodos, con terrazas limitadas que se traduce en que las mesas están demasiado pegadas las unas de las otras y los clientes se quejan. Lamentan que al final el chiringuito queda solo como un mero lugar de paso porque el diseño de los toldos hace que en varios momentos cale el sol y al no disponer de almacén tienen que estar en contacto al día con distribuidores y en cuanto vienen días con gran afluencia de clientes pueden llegar a quedarse sin estocaje.