Era la primera vez en 25 años que no estaban tan nerviosos. Dentro del Aeropuerto Alicante-Elche, la gente iba y venía. Entre ellos se encontraba un grupo de niños saharauis envueltos en el desconocimiento. Una vez prestaron atención al grupo, la vieron con total claridad. Sabían que era ella. Fue como viajar a 1994.

Esto fue lo que sintieron Federico y Josefa, un matrimonio que vive en Crevillent, cuando vieron por primera vez a Ceinap, una niña saharaui de 10 años a la que han acogido durante los meses de julio y agosto para que pueda desconectar de la situación que rodea a su familia en el Sahara Occidental. Lo emocionante es que esta pequeña es la hija de una niña que acogieron hace 25 años.

«Desde hace muchos años acogemos niños saharauis en casa», explica Josefa con la voz cargada de emoción. A pesar de ser un matrimonio con tres hijos, Federico y Josefa siempre se han preocupado por la situación que azota al Sahara Occidental ante la falta de derechos humanos. «Por aquel entonces acudimos a la asociación que había en Crevillent. Nos informaron de un programa para acoger a niños durante las vacaciones y aceptamos».

Y así fue como llegó Monina, la madre de Ceinap, hace ya un cuarto de siglo. El amor y el cuidado que le dio esta familia hizo que estuviese en su casa tres veranos seguidos, siendo para siempre su familia de España: «Fue un regalo. Para nosotros es otra hija más».

Por azar o destino, el compromiso con los refugiados del Sahara ha vuelto al hogar de esta familia con Ceinap, la hija de Monina, gracias al Programa de Verano que organiza la Asociación de Ayuda al Sahara Occidental de Elche. Con ella, otros 31 niños y niñas disfrutan de un hogar de acogida durante las vacaciones.

Contacto

«Siempre hemos estado en contacto con Monina a través de cartas», comenta Lourdes, una de las hijas del matrimonio. Durante un viaje al Sahara Occidental, visitó a Monina y conoció a Ceinap. «Me dijo que quería que su hija visitara España porque durante los meses de julio y agosto el calor es insoportable y no son las mejores condiciones para una niña», explica. Fue entonces cuando Monina hizo los trámites para integrarla en el programa de acogida. «Es la viva imagen de su madre. Al principio la llamábamos Monina», comenta Josefa entre risas para después afirmar que Ceinap es ya su nieta.

La barrera del idioma no supone ningún problema para la familia. Lourdes ha asegurado que la pequeña ha conseguido adaptarse muy bien poco tiempo después de llegar al hogar en el que estuvo su madre. «Monina tenía miedo de que Ceinap no se sintiera segura con nosotros, pero ha sucedido todo lo contrario», afirma Lourdes con una sonrisa.

La actitud altruista de Josefa y Federico ha influido tanto en su familia que sus tres hijos trabajan en áreas relacionadas con la integración social: «Desde un principio supe que la presencia de estos niños sería algo positivo para mis hijos». Incluso para sus nietos también es una experiencia: «La cuidan mucho, se pasan todo el día juntos jugando o en la piscina». Lourdes comenta que «ahora veo en mis hijos lo que viví con mis hermanos».

Derechos

La presencia de los 32 niños en España ha sido muy bien acogida entre las familias que participan en el proyecto. Pero esto solo es una muestra de que la vulneración de los derechos humanos en el Sahara Occidental todavía sigue sin resolverse.

«Están esperando un proceso de autodeterminación que nunca llega. Hace muchos años los medios de comunicación le daban mucha visibilidad, pero ahora es como si hubiese desaparecido», lamenta Lourdes, quien ha visto de primera mano los problemas que hay durante sus visitas a los campamentos. Desde su experiencia cree que, ante la falta de presencia en los medios, la gente ya no quiere acoger a niños saharauis: «Recuerdo que hace muchos años venían a España como 60 niños y ahora solo vienen cerca de los 30».

Josefa, su madre, parte de la misma opinión. Según cuenta, las asociaciones programaban multitudes de actividades para dar a conocer la vulneración que sufrían, y sufren, estos niños y sus familias. «No ha cambiado nada desde hace 25 años», asegura con gran pesar, «por lo que nos cuenta Monina todo sigue igual. Ella no esperaba mandar a Ceinap aquí a España, pero el hecho de que todo siga como cuando ella era pequeña le ha hecho tomar esa decisión».

Por lo que relata la familia, la única novedad en los campamentos es la iluminación. «La gente que lleva viviendo toda la vida allí ha conseguido que se instalen luz en las casas, que era algo con lo que no contaban», dice la madre española de Ceinap. Es más, los jóvenes saharauis parecen no hacer nada por cambiar lo que ocurre porque «ellos quieren irse de allí, no quieren luchar por algo que dan por perdido».

En septiembre estos niños vuelven de nuevo a sus verdaderos hogares. La familia de acogida de Ceinap afirma que los pequeños, en el momento de volver a sus campamentos, no suelen estar tristes: «Para estas personas su familia es muy importante, por eso regresan, porque que les une un lazo muy fuerte. Lo que viven aquí es un tesoro que comparten con sus padres, porque si hay una cosa que les ha dado la mala vida que tienen allí es a estar unidos pase lo que pase, algo que en el primer mundo no es frecuente».