El recogimiento marcó ayer la procesión más austera de cuantas se celebran en la Semana Santa de Crevillent, declarada de Interés Turístico Internacional. La imagen del Santísimo Cristo de Difuntos y Ánimas recorrió las calles de la Vila Vella en la más absoluta oscuridad. Solo la luz del fuego que desprendían las antorchas que llevaban los penitentes, sirvió para guiarles por un recorrido repleto de vecinos, que en silencio rezan cada año por sus difuntos ante la imagen que realizó el escultor valenciano Mariano Benlliure en 1946.

La procesión arrancó en el interior de la parroquia de Nuestra Señora de Belén, donde los penitentes, que vestían hábitos cistercienses, compartieron una oración antes de que se abriesen las puertas del templo religioso.

A la escasa iluminación se sumó el silencio, tan solo roto por el sonido de campanas, y por los motetes interpretados ante la imagen del Cristo por un coro de voces graves.

Silencio

En absoluto recogimiento, la procesión de penitencia, también conocida en la localidad como la «procesión de los sacos», atravesó las callejuelas del casco antiguo para regresar a la plaza de la Constitución. En medio de la plaza se detuvo la imagen del Cristo, que, para finalizar, presidió una oración en memoria de todos los difuntos crevillentinos.