«No soy músico ni nada, no pude estudiar, pero siempre he tenido una afición loca al acordeón y mi padre me pudo comprar uno cuando ganaba dos pesetas». Aunque no quiera definirse como músico, Francisco Celdrán lleva ochenta años sin soltarse de su gastado acordeón Honher que le regaló su padre al cumplir nueve años. Ocho décadas después Santa Pola, su localidad, lo honra reconociéndole el mérito a una vida dedicada a la música como principal afición, ya que en el grueso de su trayectoria ha faenado incansablemente como marinero, como operario en la construcción del varadero, de conductor de ambulancia o encima de un camión transportando sal, pescado o carbón por los rincones del mundo.

El Baluarte del Duque ha acogido estos días el nostálgico homenaje en el que Francisco, más conocido en la villa marinera como «Paco el Carbonero», fue sin quererlo el sorprendido, ya que desconocía que los integrantes del coro Los Romeros, del que forma parte, estuvieran preparándole una sorpresa. Él, con la vitalidad que lo caracteriza, creía que iba a tocar el acordeón para sorprender a alguien y durante una hora el enclave del Castillo Fortaleza se inundó de boleros y habaneras con las 18 voces femeninas de la agrupación, los dos acordeones y los tres guitarristas en su honor. Después, miembros del coro le entregaron una insignia, una placa y un ramo de flores. Por último, la alcaldesa, Yolanda Seva, hizo ver que con este reconocimiento estaban trasladando todo el cariño del pueblo de Santa Pola al nonagenario. El concierto tuvo tres actos donde el Coro Los Romeros interpretó ocho canciones y después actuaron los solistas invitados María Asunción Diego, Javier Celdrán (su nieto), y el dúo de guitarras Javier y José Alberto.

Trayectoria

Con una carcajada al aire Paco tantea que a lo largo de su vida ha podido hacer unos 1.000 conciertos y entre su repertorio figuran 417 composiciones entre habaneras, boleros, rancheras, tangos, chanca, música sudamericana o de carácter religioso. En un día como el de hoy, de San José, recuerda salir con sus amigos de la comparsa mexicana de Los Mariachis y tocar serenatas hasta que caía la madrugada, por no hablar de las que le dedicaban a las novias en vísperas de boda. Hoy tocará también en la iglesia de la Asunción durante la misa familiar junto a su coro, aunque durante su trayectoria ha colaborado con varias agrupaciones como la Quinta del 65, la asociación de Playa Lisa o el coro de Valverde, y tocarán en esta pedanía ilicitana el 30 de marzo.

Digamos que la escuela de este santapolero fue el campo, donde empezó a descubrir de manera autodidacta los botones del primero de sus tres acordeones mientras pasturaba el ganado junto a su padre. Recuerda que el suyo no era tan costoso, pero por la época un acordeón de más alta calidad podía costar 8.000 pesetas, más que una casa en Santa Pola en aquella época. Ahora la esperanza que le queda es que uno de sus dos nietos siga su estela musical, «al menos ha estudiado solfeo», señala, y lo acompaña en las actuaciones.