Santa Pola ha vuelto con su certamen gastronómico de tapas para desestacionalizar el turismo y motivar que la villa marinera cuente con un incentivo más estos días, que son flojos y no terminan de sonreír a la hostelería. La décima edición del Tapeix arrancó este viernes y hasta el 10 de marzo catorce establecimientos ofrecerán dos tapas por dos euros la unidad, y una de ellas deberá estar elaborada con Peix de Santa Pola. Esta es una manera de poner en valor el producto local y fomentar que tanto residentes como turistas hagan parada en aquellos negocios locales que se salen de sus rutas habituales.

Cierto es que en esta décima edición la media de participantes se mantiene prácticamente estable a convocatorias recientes, aunque se han bajado del carro entre uno y dos restaurantes. Aún y así el porcentaje de establecimientos que apuestan por la iniciativa solo supone un 9 por ciento del total de más de 160 bares y restaurantes registrados a través del Portal de Turismo, lo que supone unas cifras escasas a pesar de que se han difundido 100 carteles y 2.000 folletos para esta cita que cada año organiza el Consistorio. Algunos de los hosteleros que no participan en el concurso entienden que se trata de una oportunidad para revitalizar las ventas de algunos negocios, pero reconocen que supone una pérdida de tiempo la elaboración de las tapas, y en términos de rentabilidad tampoco saldrían airosos porque ya tienen una clientela fiel durante la semana «y si invertimos tiempo en las tapas descuidaríamos la atención habitual de la carta que nos piden nuestros clientes», señala uno de los hosteleros. Sin embargo, otra parte entiende que es una buena oportunidad para atraer a nuevos usuarios y prestar un servicio diferente, aunque hay quiénes lo han tenido más difícil.

«Hay ediciones en las que no hemos participado porque nos vemos algo limitados porque las bases marcan que uno de los productos debe ser con Peix de Santa Pola y nuestra especialidad no es el pescado si no las pizzas», señalan desde Good Mood, una de los participantes. Desde otros negocios señalan que colaboran desde hace varias ediciones no por la rentabilidad, «que es mínima, si no por dar una buena imagen al pueblo, hacer salir a la gente a la calle y promocionar lo nuestro. Aún y así esperamos volver a vender 500 o más como el año pasado», señala Antonio Díez, gerente de Capricho Bar, mientras habla de su contundente tapa de «gatet» como pescado típico de la villa marinera desde tiempos ancestrales cuando era considerado como «comida de los pobres», explica con una sonrisa.

Los visitantes también han acogido bien esta nueva edición «porque al menos este mes tenemos una nueva ilusión», añade una vecina mientras le sellan la tapa que acaba de degustar, y que le servirá para entrar en el sorteo de varios premios por hacer una ruta con la que entrenar el paladar.