¿Qué cosa se puede hacer mejor en un día de fiestas que elaborar la hamburguesa más grande del mundo? ¡Si solo iba a ser triple, de alrededor de 1.400 kilos, con su correspondiente pan, tomate, cebolla, lechuga, queso....! Así se anunciaba esta mañana un día de diversión en Crevillent donde no faltaba absolutamente nadie de la familia festera y hasta el alcalde, César Augusto Asencio, aunque la protagonista era la miembro del jurado del Record Guinnes que tenía que certificar, báscula de por medio, si se batía o no la marca de la hamburguesa más grande del mundo, de 1.264,2 kilos de peso, que tienen certificada en Alemania.

Cárnicas Ortolá, que ya obtuvo hace dos años otros Record Guinnes, en este caso la tira de hamburguesa más larga, que cubría una distancia de 475,1 metros, a lo largo del pueblo y también en un acto organizado en fiestas, retaba ahora a la gravedad en una jornada de calor y bullicio, con cientos de festeros. Era un día de familia tras el tró del pasado viernes y el desfile de humor del sábado, entre refrescos, cerveza y mucha música y algarabía. Un camión grúa se utilizó para levantar tamaño pedazo de carne tras ser cocinada cada una de las tres hamburguesas en otras tantas parrillas. Sólo la imagen viendo cómo se les daba la vuelta ya en el aire para poder desmondarlas a continuación, con diez personas controlando la acción al unísono mientras se giraba ésta con ayuda de la grúa, era merecedor de un récord.

El trabajo fue incansable. A la una de la tarde comenzó a desmoldarse la primera de las hamburguesas sin mucho problema. Bajo ella fue colocada la primera loncha de pan, que apenas se veía, y encima de la carne, con la consabida lechuga, tomate, cebolla y el queso. Los cocineros sudaban bajo un sol abrasador y la fiesta iba subiendo de tono porque todo iba según lo previsto. Con la segunda hamburguesa, cerca de las dos de la tarde, las cosas fueron igualmente bien, aunque aquella montaña iba ganando altura sobre todo por el centro, donde se concentraban los aderezos pero increiblemente ni el "plato" improvisado debajo ni tampoco la primera hamburguesa se movían de su sitio. Faltaba lo más difícil, que era montar el último piso, la tercer hamburguesa, cubrirlo con tomate, cebolla, lechuga y demás, poner el pan, hacerle una foto para demostrar que eso era una hamburguesa, grande como nadie hubiera visto jamás, y pasarlo a la báscula que esperaba impaciente toda la mañana.

Cuando la levantaron, un problema técnico al girarla puso el corazón en un puño a muchos de los asistentes porque el molde se quedó formando un ángulo de 30 grados con la horizontal y los cocineros tuvieron literalmente que coger parte de ella para que no cayera, lo cual no fue tarea fácil.

La jurado del Récord Guinnes se acercó rauda para comprobar que todo estaba bien. ¡Uff! Vaya susto. Cuando ya prácticamente todos se felicitaban y la hamburguesa hacía compañía a sus dos hermanas y esperaba ya el toque final, de cebolla tomate y demás vino el desastre. Una parte de ella (más o menos 100 kilos) comenzó a desprenderse y pese a los esfuerzos que se hicieron por evitar que cayera al final, como un luchador de sumo, la carne tocó el suelo y llegó la decepción. Eran casi las tres de la tarde y muchos de la organización ni había dormido esa noche con los preparativos.

La pieza era impresionante en cualquier caso. Los 20 centímetros de alto que se anunciaban se quedaron pequeños ante tamaño pieza de carne. Cerca de medio metro. El diámetro era de 150 centímetros.

Bien, no hubo récord pero ahí quedaban más de mil kilos de carne para compartir. Eran las tres de la tarde y... ¿hay algo mejor que una hamburguesa cuando el hambre aprieta (aunque no sea de récord)?