El Nobel de Literatura José Saramago ya enunciaba que había que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, «porque se empieza por el olvido y se termina por la indiferencia».

En la villa marinera de Santa Pola, en la calle del muelle próxima al puerto, persiste un pósito de 1860, que con el paso de las generaciones ha ido desvirtuando su función como almacén y punto de encuentro entre pescadores, hasta llegar a convertirse en lo que hoy es, el restaurante «Virgen del Carmen».

Para darle un sentido acorde a la historia, el despacho de arquitectos ilicitano ARN, formado por José Amorós, Patricia Navarro y Luis Rubiato, se puso la meta de devolver los orígenes de este edificio singular, y su apuesta de rehabilitación ha alcanzado el reconocimiento dentro del gremio, hasta el punto de ser premiada por la revista especializada ArchDaily o por el colegio de Arquitectos de la Comunidad Valenciana durante el pasado mes de octubre.

Este edificio es propiedad de la Cofradía de Pescadores de Santa Pola y no está reconocido como Patrimonio Local, lo que supone que la información acerca de su historia sea escasa. Cuando este equipo de jóvenes expertos recibió el encargo de acondicionar el bar y reparar problemas de humedades y filtraciones, rascaron y descubrieron que el edificio necesitaba algo más que un simple arreglo.

En busca de los orígenes

Luis Rubiato, uno de los tres arquitectos, destaca que después de hacer las catas revelaron un muro de mampostería oculto tras paredes de ladrillo, y que dos falsos techos de escayola habían impedido que los cerchos de madera originales vieran la luz. «Le quitamos un poco el maquillaje y vimos que todo era muy interesante», señala.

La escueta información que han obtenido del Archivo Municipal les ha puesto en contexto, ya que la parte rehabilitada junto a otra sala fueron un amplio complejo que componía el antiguo balneario de Santa Pola, y según los escritos de la época, se recoge que ubicado a la entrada del muelle y frente a la playa contaba con cuartos de baño con agua caliente del mar, además de casino, salones de recreo y de baile, billares, restaurante y hasta terraza.

En este trabajo de investigación y puesta en valor, los expertos han colaborado con Instituciones como la Universidad de Alicante para analizar la composición de los materiales, para representar con la mayor fidelidad lo que fue este complejo, punto de encuentro de pesqueros. A finales de verano de 2016 finalizaron las obras y los arquitectos reconocen que han conseguido que la Cofradía de Pescadores y el Ayuntamiento se interesen por el valor de esta obra. Aún así lamentan que el uso fuera impuesto, porque no hay que olvidar que el objetivo era rehabilitar un bar que sigue funcionando sirviendo platos de la tierra y el mar.

José Amorós, arquitecto, añade que «seguramente no debería haber sido un restaurante sino algo más fiel, como sede de la Cofradía o algún otro punto de encuentro» Además lanzan la propuesta a la Administración local de crear una exposición que explique el antes y el después de las obras arquitectónicas del municipio, para que quede en la memoria colectiva qué utilidades se han hecho del patrimonio de todos, porque como apunta Patricia Navarro, integrante del despacho, «la arquitectura es poner en valor lo que estaba escondido, olvidado o que no se le daba uso».