¿Cómo celebrará la asociación este reconocimiento tan buscado?

Estamos todavía en la luna de miel. Ahora se cumple una semana de esta concesión y estamos a la espera de saber qué autoridad nos hará la entrega oficial del título. La intención es hacer una fiesta emotiva de esta efeméride donde el pueblo pueda participar. En la próxima junta empezaremos a preparar el evento, que será sencillo, pero con corazón. El sueño lo hemos convertido en realidad con ese espaldarazo de internacionalidad, que permitirá que se nos conozca más y que a nivel turístico apoyemos más la economía crevillentina.

En términos sociales y económicos, ¿qué va a suponer la declaración para Crevillent?

Tienes un apoyo logístico, es decir, el Ministerio te publicita con todas las marcas España, y eso era precisamente lo que queríamos: una distinción de honor que sin compensación económica sí que conllevase una expansión del nombre de Crevillent. Habrá que hacer inversiones en publicidad, aunque no vamos sobrados de dinero.

Después de la declaración en 2005 a nivel nacional, hace cuatro años se iniciaron de nuevo los trámites para pedir esta distinción internacional...

Una vez se reconoció en 2011 la Semana Santa con el título internacional, lo dejamos estar un tiempo para preparar bien el expediente. En 2013 lo presentamos todo detallado porque, además, teníamos el filón del hermanamiento con el municipio de Fontenay-le-Comte, aparte de cierta proyección en los medios de comunicación.

Y en 2015 se inicia un nuevo expediente porque el anterior fue desestimado. ¿Cómo se consigue dar un giro a la situación?

Cuando estás convencido de que tienes una cosa que merece la pena y que cumple los requisitos, eso te mueve a luchar y no a imponer lo tuyo sino a demostrar que lo que haces es lo que hay que hacer. Digamos que en estos dos últimos años volvimos a empezar con la ayuda del ayuntamiento crevillentino, y otras instituciones.

Porque uno de los requisitos para obtener esta declaración es que la fiesta tenga repercusión. ¿Cómo se logra eso?

Lo importante no sólo es que se hable sino que esa publicidad logre traer flujos de visitantes para facilitar el turismo. Hay que conjugar ambas cuestiones. En este sentido, tal vez la ley ha tenido que ir endureciéndose para que el título tenga cierto valor. En un principio, te desesperas porque no te lo dan, pero en frío piensas que si quieres que algo tenga un valor hay que poner los cauces.

A nivel de logística, ¿está adaptado el municipio para hacer frente a ese flujo de visitantes?

Las infraestructuras y todo lo demás dependen del Ayuntamiento de Crevillent. Hay que sentarse y hablar de cuestiones como la señalética, porque todavía hay espacio para aparcar, pero hay que indicarlo bien, además de crear rutas.

Para haber llegado a este punto debe haber cierta originalidad...

La Festa tiene su propia impronta, y un factor muy importante es que nace ya con la incorporación de la mujer con pleno derecho, y eso impulsa un reconocimiento social que hizo que familias enteras creasen las doce comparsas.

Aunque el ser diferente está supeditado al rigor histórico...

En un principio, mi comparsa quería ser «estudiantes», y no nos lo permitieron. O moro o cristiano. Nada de corsarios, contrabandistas o piratas, tenía que tener un nombre con ascendencia. Desde el principio se cimentó muy bien la idea del respeto por la tradición, la historia y esa parte lúdica, pues no deja de ser una fiesta alegre y de hermandad para todos.

Las entradas y embajadas son un icono que brilla por su diversidad, igual que la población del municipio alfombrero, en el que conviven familias emigrantes de otros puntos de España o la comunidad musulmana, ¿hay un apoyo general a La Festa?

Crevillent en la década de los sesenta y setenta acogió a mucha gente, el textil estaba en auge y se han integrado perfectamente. La comunidad musulmana ve la fiesta, y aplauden algunas entradas, y hay que tener en cuenta que para nada se menosprecia al Islam, sino todo lo contrario. Las embajadas creo que son las únicas en las que no hay ni vencedores ni vencidos. No se vence a los moros ni los moros a los cristianos. Aquí sí hay un entendimiento.

Después de catorce años al frente de la asociación, y tras ser reelegido hasta 2020, ¿confía en el relevo generacional?

Yo no tengo ganas de dejarlo, pero lo tengo que dejar, y creo que ha llegado el momento cuando acabe este mandato. Aquí tiene que haber otra cabeza distinta porque no es bueno para la institución afianzarse en los cargos. En la junta directiva hay una mezcolanza de perfiles y edades. Y siempre lo digo: los niños son el futuro, hay que dejarles una fiesta como la que nosotros hemos recibido, encarrilada y querida por el pueblo.