Dentro de una sala de la silenciosa biblioteca Enric Valor de Crevillent se mueven estos días niñas y niños atareados, manejando piezas, engranajes, motores y ordenadores, programando pequeños automatismos como si de un laboratorio de ingeniería en pleno auge se tratara. El movimiento, el bullicio y la naturalidad de los pequeños en esta sala contrasta con la sobriedad de la instalación municipal crevillentina.

La biblioteca es sede del primer taller de robótica para niños organizado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Crevillent. Los participantes, con edades de nueve a doce años, deben resolver retos de construcción y de programación robótica cada día. Durante los últimos días, y hasta mañana, las profesoras les introducen en técnicas básicas para poder montar, programar y manejar prototipos básicos de robots. El taller está dirigido por las monitoras de robótica de la asociación Robotuxc Academy, una academia de formación de robótica educativa y programación que trabaja con menores.

Las responsables, la maestra Marina Muñoz y la pedagoga Miriam Peral, trabajan con un grupo de unos 24 menores introduciendo cuestiones como qué son los humanoides, para qué existen, o por qué se construyen. «Los pequeños ya conocen a personajes, sobre todo del cine como los androides de Star Wars, C3PO u otros relacionados con los dibujos animados», comenta la monitora Marina Muñoz. «Nosotras tratamos, sobre todo, de que aprendan una multitud de disciplinas sin que se den cuenta, jugando», expresa Muñoz. «Queremos que pierdan el miedo a tocar, a experimentar, que vean que no pasa nada si se equivocan porque lo que hacen se puede arreglar», continúa la maestra.

En este taller de cuatro días, los pequeños, entre juegos, aprenden las reglas básicas de la programación, a calcular fuerza, potencia, equilibrio, conceptos matemáticos y secuenciación. En otro sentido, las niñas y niños también refuerzan aptitudes importantes como el trabajo en equipo, el reparto e intercambio de roles, el aprendizaje del respeto y la cooperación, según apuntan las expertas que enseñan a estos aprendices de programación.

La creatividad es otra de las cualidades que se impulsan con este taller. «El lunes trabajaron construyendo una peonza con piezas de lego. Las niñas tenían que hacerla girar y eran ellas quienes elegían cuál era la mejor cualidad de su peonza, si que girara más rápido, si la programaban para que golpearan a otras, si la creaban con el fin de que estuviera más tiempo en pie... Son los pequeños los que eligen e idean el resultado final», apunta Marina Muñoz.

El reto del día en la jornada de ayer consistía en hacer un torneo de penaltis robóticos. El trabajo en grupos de cuatro personas estaba basado en que una pareja debía construir una portería y programar a un portero que se moviera para parar balones y otra pareja que trabajaba en construir una pierna que detectara un balón y le diera una patada en el momento preciso para meter gol.

Durante una hora, aparte de aprender sobre humanoides que empiezan a interactuar, como el avanzado y célebre robot Nao, también vieron cómo estos ingenios de la robótica interactuaban y reconocían los movimientos en un partido de fútbol.

Las pequeñas y pequeños han imitado estos partidos a nivel principiante. Durante la programación y montaje han surgido algunos inconvenientes. Pies biónicos que giraban sin cesar por errores de programación, porteros que no se movían por errores del sensor o «piezas que nos han saltado por los aires, pero está superguay hacerlo», explicaba una de las alumnas del taller.

Las monitoras reflejan que con esta iniciativa robótica aprenden también a superar retos y la frustración. «Cuando algo no sale bien, se repara y vemos cómo niños que tienen problemas con los estudios aquí vienen con ganas y risas y aprenden a tener más autoestima con ellos mismos y a ver que no pasa nada por fallar a veces». concluye Muñoz. Una experiencia, sin duda, muy valiosa para el futuro.