Las empresas que transportan a los viajeros entre el puerto de Santa Pola y la isla de Tabarca no logran entenderse en su trabajo diario en el puerto de la villa marinera. Las compañías pidieron un cambio de ubicación que no ha tenido lugar y siguen quejándose de competencia desleal entre unos y otros operadores, por el «robo» de clientes y por la rebaja de precios constante para hacerse con ellos.

Las tres compañías, desde hace seis años, dependen de la normativa de Capitanía Marítima. En un conflicto enquistado, los dueños de tabarqueras y lanchas rápidas tienen una lucha por conseguir clientes que ha llegado incluso a traspasar lo profesional y los gritos entre vendedores son una constante diaria.

Como solución consensuada por el Ayuntamiento de la localidad costera y la directora general de Puertos, el pasado otoño anunciaron la creación de una zona de venta de tickets para las embarcaciones, que estarían aunadas y dispuestas en una estación marítima, con el fin de enfriar los ánimos y reducir las disputas entre las firmas. Esa opción a día de hoy no ha llegado, y los trabajadores aseguran desconocer si la solución llegará en algún momento cercano. Los lugares que se barajaban para colocar este puesto se situaban entre el restaurante Batiste y la rampa de varada y, en otro plano, entre el parking de Amfisa y el restaurante Miramar.

Ahora, a los vendedores no se les permite salir de sus casetas para captar clientes ni repartir publicidad y no pueden cambiar los precios, que han de aparecer fijados en los carteles de publicidad. No obstante, las peleas por conseguir clientes se hacen a gritos.

Según los trabajadores, la Guardia Civil acude de manera habitual para mediar en los enfrentamientos. El año pasado, la Benemérita llegó a retirar, de manera provisional, el carné a dos patrones que manejaban una lancha rápida y una de las tabarqueras, por dar positivo en un control de drogas.

«Como entrar en la selva»

Consultados algunos clientes, en este caso visitantes y turistas, sobre su experiencia con la compra de tickets hacia la isla, afirman sentirse incómodos ante situaciones en las que se ha llegado incluso a increpar a los clientes. Para Mayte Mogica, una visitante que acudía con su hija menor y su marido, fue «como entrar en la selva». Y es que, según relata la turista que en ese momento esperaba para tomar una de las embarcaciones, «acudí primero a una compañía para informarme de horarios y precios, y enseguida empezaron de las otras compañías a gritarme que fuera con ellos, que me lo dejaban más barato, o que dejara de viajar con el catamarán porque iba más lento y la lancha llegaba antes», asegura. Y, añade, «desde la caseta donde he comprado los tickets me dijeron que el barco salía al instante, pero estoy esperando ya 20 minutos a que salga el barco», se quejó.

María Ponce, otra de las visitantes a la isla, tampoco se sintió cómoda tras su experiencia. «Compré los tickets en una caseta y, desde el puesto de al lado, dos chicas me dijeron que me iban a estafar y a tomar el pelo. La verdad es que me hicieron dudar y me dio muy mala impresión de todos en general», puntualizó la usuaria.