Cuando se observa una construcción solo suelen ser perceptibles los detalles que la hacen diferente o los problemas surgidos por el paso del tiempo. Pero lo cierto es que detrás de esa edificación se encuentran diversos estudios que tratan de luchar contra los fenómenos climáticos y la orientación geográfica, y aguantar en las mejores condiciones al transcurso de los años. En esta ocasión, la Universidad de Alicante se encuentra realizando una investigación junto al Centro de Investigación Marina de Santa Pola (CIMAR), sobre la resistencia del hormigón armado al clima marino. Y es que, si se logran agrupar los datos suficientes, este proyecto serviría para ayudar a los ingenieros a escoger los materiales más adecuados para realizar construcciones en el litoral costero.

Así, desde ambos organismos se están realizando dos líneas de investigación distintas. Por una parte, desde hace 14 años, en el centro del CIMAR se estudian con una serie de probetas el contenido de humedad que contiene el hormigón expuesto a un ambiente marino mediterráneo según su orientación. Este plan se ejecuta en colaboración la Universidad Federal de Río Grande (Estado de Río Grande do Sul, Brasil), que lleva a cabo un estudio similar en dicha ciudad. Por otra parte, en la zona del puerto de Santa Pola se trata de averiguar, desde hace seis años, la velocidad de la corrosión del acero en hormigón armado expuesto al clima marítimo. Este forma parte del proyecto internacional DURACON, donde participan diversos centros de investigación de España, Portugal, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Mexico, Perú, Uruguay y Venezuela.

Uno de los principales problemas del estudio es la corrosión, que suele visualizarse en las edificaciones a modo de manchas de óxido de color marrón. No obstante, «la corrosión y el óxido cuando van creciendo pueden provocarse desde grietas, hasta fisuras, y en un muy mal estado ser necesaria la demolición», señaló Miguel Ángel Climent, investigador de la Universidad de Alicante que dirige ambos proyectos. Y es que, «este problema tiene relación con la sal marina a través de dos vías, una por contacto directo y otra por las partículas salinas que arrastra el viento y penetran en el hormigón armado», explicó Climent. Al respecto, «el cloruro de sodio, uno de los componentes de la sal marina, daña la estructura, cuando llega hasta el acero a través del hormigón. Este proceso es lento y no afecta igual a un edificio junto al mar, que a otro más alejado de la primera línea de playa», aseguró el investigador. No obstante, para entender realmente el problema Climent explicó que «para construir una estructura se crea un encofrado con una base donde colocamos las barra de acero, y el hormigón fresco, que se consigue mezclando cemento, agua, arena y gravilla». Por ello, cuando hay una corrosión en avanzado estado se pueden llegar a ver las barras a través de las grietas, en zonas de hormigones sobre todo.

Sin embargo, «la intensidad de la corrosión depende de la calidad con la que se realice esta mezcla, y es que si los componentes son buenos y compactos, la edificación puede permanecer 50 años sin problemas aparentes», destacó el investigador. Al contrario, «si el hormigón es de más baja calidad o se encuentra en un clima agresivo, los problemas serán visibles mucho antes», resaltó Climent.

Otro de los fenómenos que favorece la corrosión es la humedad, ya que si el hormigón se moja, aumenta la probabilidad de que se acrecente el problema mencionado anteriormente. «En Santa Pola tenemos muchos edificios que tienen los pilares de hormigón y no se encuentran protegidos al clima, por lo que también se realiza la investigación por ello. El clima que tenemos en la villa marinera es bastante benigno, porque la humedad relativa es media y esto contribuye a que el hormigón esté más seco, al contrario que sucede en otras zonas como Cantabria, donde al factor de la humedad se le añaden las nevadas, donde hay que verter sal en la calzada para despejar las vías», explicó Climent.

Las investigaciones de momento arrojan que para este clima y zona es adecuado emplear el cemento porland o con cenizas volantes, aunque todavía habrá que esperar al menos alrededor de cuatro años, para que los ingenieros y propietarios puedan conocer qué materiales son más adecuados para una edificación en la costa. Así, también se evitaría que la corrosión produzca fisuras y se lograría que las construcciones permanezcan en buen estado el mayor tiempo posible.