En los días claros, desde las cumbres de las montañas que circunvalan Alicante, como el Maigmó, el Cabeço o la Penya Migjorn o incluso más lejanas como Aitana o el Puig Campana, siempre se ve, cuando miramos hacia el sur, la sierra de Santa Pola o Cap de l'Aljub en la comarca del Baix Vinalopó con sus magníficos acantilados sobre el mar.

Este promontorio de 143 metros en su parte más alta (el faro) tan cercano al mar en forma de meseta, tiene una importancia que, a veces, no se aprecia en su justa medida ya que es uno de los pocos vestigios que quedan en el Mediterráneo de arrecife fósil dado que todo el entorno geográfico de la sierra y la zona de influencia del municipio de Santa Pola era una isla en tiempos muy remotos, aspecto no demasiado conocido, pero real y por eso no es extraño encontrar fósiles marinos en varios entornos de esta sierra.

Además, la sierra de Santa Pola cuenta con un valioso patrimonio, geológico natural, cultural y etnográfico. Los numerosos barrancos que atraviesan este domo fosilizado: Salt, Catarra, del Coco, Massapá, Margallóns, Paco el Mañaco, Picanyo, del Tío Lluna; cuentan con una extraordinaria muestra de la flora autóctona: palmitos, coscojas, lentiscos, romero, tomillo o esparto, entre otras variedades botánicas, son habituales junto con algunas encinas y los pinos provenientes de las repoblaciones forestales. También cuenta con una microrreserva de flora catalogada por la Comunidad Valenciana en el Barranc de l'Escolgador, lo que da una idea de la importancia de la sierra.

Otro aspecto de sumo interés en la sierra de Santa Pola son los abundantes senderos que la recorren, siendo los orígenes de muchos de ellos la trashumancia o movimiento de ganado. Efectivamente, el Assagador del camí del Far, el camí vell de Alacant, el Assagador de la Torre del Pep o el Assagador dels Bardissars, eran caminos ganaderos y vías pecuarias que, en la actualidad, sirven, por ejemplo, como soporte para realizar pruebas deportivas o rutas senderistas.

Quedan pocos vestigios de explotaciones agrícolas quedando las terrazas de cultivo abandonadas y restos de antiguas construcciones como la casa de la Pinada y el enclave privilegiado de la Fulla Rotja. Sin embargo, si existe un extenso conjunto de aljibes -aljubs- en un aceptable estado de conservación, lo que da una idea de lo fundamental que era la captación y conservación del agua. El aljibe recogía el agua de lluvia y, también, la de las escorrentías superficiales próximas transportadas por acequias. El aljibe tradicional se construía y pintaba con materiales autóctonos para evitar la eutrofización del agua y contaban siempre con una puerta para favorecer el acceso a su interior y la oxigenación del líquido elemento. Destacamos el aljub del Manyo, los aljubs del Far, aljub de Calín, de Casa Mariano o el del Salt, entro otros.

La importancia de la sierra de Santa Pola desde el punto de vista estratégico lo demuestra la abundante arquitectura militar que tiene todo el enclave con dos etapas diferenciadas: la época medieval y la guerra civil, pues tenemos, de una parte, las torres defensivas del siglo XVI (Torre Escaletes y Torre Talaiola) y, de otra, los búnkers y baterías de costa republicanos.

También son curiosas las cuevas, entre las que destacamos la Cova de la Gota y, por su importancia arqueológica la Cueva de Las Arañas, situada donde se han encontrado restos del Neolítico, mostrando un asentamiento humano estacional basado en la caza y la pesca, por lo que estos seres son los primeros pobladores de Santa Pola.

Las vistas desde toda la cresta de la sierra y desde el faro son realmente espectaculares, si miramos hacia el horizonte: al norte, la bahía de Alicante y toda la zona montañosa del interior; al sur, las salinas, la Marina, Guardamar y la sierra de Orihuela; al oeste, la sierra de Crevillente y, enfrente, la isla plana, Tabarca que parece un inmenso portaviones varado y, si miramos hacia abajo, vemos todas las calas, la ermita del Rosario, y la playa del Bancalet.

Resulta difícil hablar -y convencer- en los tiempos que corren, de aplicar recursos para la conservación de este patrimonio natural y cultural, pero es necesario insistir sobre ello porque estos espacios son frágiles y, sobre todo, irrepetibles, necesitando por ello de un cuidado constante por parte de las administraciones correspondientes y uno de los aspectos más importantes es fomentar el conocimiento por parte de la población para poner en valor esta zona de un incalculable legado cultural y etnológico así como de un incuestionable interés ecológico.

*Antropólogo y técnico

en senderos de la FEMECV