La cruz cristiana sacó ayer toda su furia para recuperar su morada dominada por las huestes moras. Sin embargo, con motivo de la incesante lluvia la asociación de Moros y Cristianos se vio obligada a posponer su aparición en las calles.

Finalmente, después de que la tormenta diera una tregua, sobre las ocho y media de la tarde comenzaban a desfilar las comparsas, aunque el número de bandas que acompañaron a los boatos tuvo que reducirse para hacer el acto más corto, debido a la demora en su comienzo.

Así, con todo su ímpetu, el bando cristiano exigió la rendición del Castillo Fortaleza a su enemigo y triunfó en un combate vibrante y ensordecedor. La Reconquista se hacía realidad, después de todo, en el segundo día de las fiestas patronales en honor a la Virgen de Loreto.

Con ello, la bandera de la media luna dejó ayer de ondear en lo alto de las murallas de la villa marinera. Después de haber vencido y haber tomado Santa Pola por un día, el segundo episodio de los Moros y Cristianos obtenía ayer un desenlace feliz para el estandarte de la cruz.

Al final de una tarde encapotada en el municipio de la localidad costera, el embajador cristiano, acompañado por su escolta exigió a su enemigo que abandonara el Castillo Fortaleza. Sus cuatro comparsas, los Astures, los Almogàvers, los Piratas y los Templarios protagonizaron un vistoso y contundente desfile hacia la edificación del siglo XVI desde la salida del pueblo.

Pero, ante el fracaso de una tensa comparecencia entre los líderes de las dos huestes, el jefe del estandarte de la cruz optó por declarar la guerra para recuperar por la fuerza su dominio. Comenzaba, a partir de ese momento, una intensa contienda en la que los dos bandos desplegaron su ira con el disparo de arcabucería. El ejército moro, con sus tres comparsas, -los Beduinos, los Lleganyosos y los Bereberes- dieron rienda suelta a la potencia de sus cañones y de sus trabucos. Sin embargo, después del combate atronador, se iniciaba otra batalla, pero, esta vez, con espadas a las puertas del castillo.

Envueltos en la gloria, los cristianos protagonizaron la tradicional entrada a su fortín en torno a las diez y media. Hoy ambos bandos desfilarán por las calles de la villa con sus mejores atuendos.