Ana María Moix, «Julia» y la voz de las demás

La editorial valenciana Bamba ha rescatado la primera novela de la única mujer que formo parte de los "nueve novísimos" de la Gauche Divine

"Considerar a Ana María Moix como "la nena" o como simplemente un símbolo dentro del movimiento de los novísimos o como musa de la gauche divine, es limitar su importancia", afirma la editora Raquel Bada

“Las experiencias de Julia, su opresión familiar, su anhelo por el vínculo materno, el amor entre mujeres y su búsqueda de identidad, trascienden el tiempo”, apunta Bada sobre su primera obra en prosa

Ana María Moix.

Ana María Moix.

Carmen Tomàs

Carmen Tomàs

En la cultura nipona existe la conocida leyenda del hilo rojo popularmente conocida: una hebra imperceptible que, en el mito, une a dos personas destinadas a amarse: dicho cordón invisible puede enredarse, estirarse o encogerse, pero jamás romperse. Esta misma creencia japonesa sobre el amor puede aplicarse a la literatura de la autora (poeta, ensayista, periodista...) barcelonesa Ana María Moix i Messeguer (Barcelona, 12 de abril de 1947-28 de febrero de 2014), fallecida hace una década, y cuya primera novela ‘Julia’ (1970) la editorial valenciana Bamba lanzó en una cuidadísima edición este pasado 14 de febrero. Lo hizo con un prólogo de Julia Viejo y la portada de la ilustradora Natalia Bosques.

“La nena es la que vale”, afirmaba su hermano Terenci Moix al que Ana María dedicó también la misma devoción que a las autoras que “trajo” a España mediante sus traducciones, entre las que se encuentran desde Marguerite Duras hasta la Nobel de poesía Wisława Szymborska.

La obra completa de Moix, perteneciente a Generación del 68 y aquella ‘Gauche divine’ barcelonesa, gira en torno a la generosidad y el amor por la literatura: desde entrevistas, presentaciones literarias, traducciones, poesía y novela. Es esta generosidad su hilo rojo; una pasión que vertebra su obra dando voz a distintas mujeres y a sus vivencias durante una época (la transición) en la que el feminismo en el mundo editorial no formaba parte a un ejercicio de ‘purplewhasing’, sino a una apuesta de riesgo.

Portada de 'Julia' ilustrada por Natalia Bosques.

Portada de 'Julia' ilustrada por Natalia Bosques. / Editorial Bamba

Como “madrina” literaria Moix eligió también a una mujer: Rosa Chacel. Lo hizo mediante correspondencia antes de publicarse la obra que ha editado Bamba, unas cartas que se pueden leer en “De mar a mar: epistolario” (edición de Ana Rodríguez-Fischer). La joven Ana María, que por entonces tenía apenas 18 años, tenía como objetivo convertirse en una gran escritora, y buscó entre los contactos de su hermano y amigos la dirección de la vallisoletana, entonces exiliada en Brasil y que rondaba casi los setenta años. Ana María escribiría en su primera misiva: “(…) Pensé que era correcto comunicarle el respeto y admiración que siento hacia su obra […], y hacerle saber que también en España hay quien la aprecia”, prosigue en la posdata: “Me encantaría que contestara esta carta y tolerara mis preguntas sobre la construcción de la novela, cómo se debe escribir hoy y por qué (cosa que me preocupa y me inquieta)”.

El epistolario "De mar a mar" junto a otras obras de Ana María Moix.

El epistolario "De mar a mar" junto a otras obras de Ana María Moix. / C. TOMÀS

La admiración de Ana María, sumados a su humor negro, su afán devorador por todo lo narrativo y su inquietud por la belleza, hicieron que Chacel conectara rápidamente con la joven y no tardara en contestar la primera de decenas de cartas compiladas de Rodríguez-Fischer: “Me apresuro a contestar a su carta, con verdadera alegría. En parte, porque me halaga mucho su opinión de mi libro, en parte -una parte más amplia y más profunda- porque su carta, inteligente, sencilla y clara -¡sus 18 años!-, su arrojo para escribirme, sin pereza ni inhibición de ningún género, me traen el testimonio de que España existe y continúa”.

Cuando preguntamos a Raquel Bada (editora de Bamba) por estas correspondencias, nos subraya: “Es curioso que comentes la correspondencia entre ambas porque para mí, las cartas de Moix son una lectura complementaria fantástica para Julia. En esas cartas encuentras todo lo Julia que es Ana María, su carácter introspectivo, sus dudas, su cabeza analítica, su tesón literario pero también un fuerte síndrome de impostora., y Sabemos gracias a ellas que escribió mucho de lo que no se atrevió a publicar, como El gran King, o Monty no ha muerto”.

Esther Tusquets (derecha) mirando a Ana María Moix (izquierda), en el centro la escritora Ana María Matute.

Esther Tusquets (derecha) mirando a Ana María Moix (izquierda), en el centro la escritora Ana María Matute. / César Malet

‘Julia’, no ‘Julita’

La primera novela de Ana María Moix refleja, en palabras Raquel Bada, el contexto de la época en la que fue escrita: “Durante este período, vivió y escribió en un contexto marcado por importantes cambios sociales, políticos y culturales. Su obra literaria refleja muchas de las tensiones y transformaciones de esa época, las reivindicaciones estudiantiles, el inicio del fin del régimen que se traslada a la libertad en la cultura. El hervidero intelectual de esa Gauche Divine, del que formaban parte personajes como Esther Tusquets, Jorge Herralde, Leopoldo María Panero, Gimferrer, la fotógrafa Colita y por supuesto Terenci Moix. El preludio a la transición. Es una sociedad que va expandiéndose dejando atrás la dictadura, abierta y con ansia a todas las influencias artísticas que llegan de fuera, pero todavía con muchos artistas en el exilio”.

Recuerda Raquel Bada cómo Jorge Herralde afirmaba que la autora de “Vals negro” (última novela publicada en 1994) era “literatura”, y destaca la injusticia de reducir su nombre a “nena” o “musa”: “Ana María dejaba impresionados a quienes la conocían con su inteligencia y trasfondo cultural. Deberíamos reconocer más sus emblemáticas entrevistas a figuras como Vargas Llosa, García Márquez en el TeleXpres, o su labor como editora pionera. En mi opinión, considerar a Ana María Moix como "la nena" o como simplemente un símbolo dentro del movimiento de los novísimos o como musa de la gauche divine, es limitar la importancia de una escritora que además fue una destacada poeta, una talentosa traductora (de obras de Marguerite Duras, Françoise Sagan, Amélie Nothomb). Ella apostó por traer las obras de grandes escritoras a nuestra atención y permitir su lectura aquí”.

La editora Raquel Bada (Bamba Editorial)

La editora Raquel Bada (Bamba Editorial) / MIGUEL ÁNGEL MONTESINOS

“Cuando yo muera mañana...”

“No escribas cartas sentimentales / que serían sólo para ti”. Sílvia Pérez Cruz (Premio Nacional de las Músicas Actuales 2022) versionó bajo el título de “Mañana” su poema «Cuando yo muera amado mío no cantes para mí canciones tristes» recogido en “No time for flowers y otras historias (1971)”. Esta canción sirvió para que los versos de Moix fueran coreados en conciertos allá donde Pérez Cruz llevara su guitarra, un acto de memoria que sirvió para recordarla con más fuerza. El espíritu de la obra de Moix, como la angustia y el deseo de realización están presentes en todo momento en la primera novela que ahora edita Bamba. También en esta, está presente el deseo entre mujeres, realidad latente en muchos de sus textos.

La visibilidad lésbica forma parte de la obra de Ana María Moix, reflejo de una época cambiante donde empezaron a abrirse ventanales que habían sido tapiados a la fuerza durante la dictadura. Un claro ejemplo de esta narrativa la encontramos en ‘Las virtudes peligrosas’, publicado en 1982 en “Doce relatos de mujeres” (prologado por Ymelda Navajo) junto a otras autoras como Esther Tusquets, Soledad Puértolas, Carmen Riera, o Montserrat Roig, entre otras.

La angustia que supone la autocensura para los personajes en algunos momentos, esa angustia de saberse fuera de “la norma” en una época donde el horror que habían vivido las mujeres lesbianas seguía estando presente se hace latente en sus relatos y novelas. En cuanto a Julia, Raquel Bada explica cómo esto aún conmueve en la actualidad: “las experiencias de Julia, su opresión familiar, su anhelo por el vínculo materno, el amor entre mujeres y su búsqueda de identidad, trascienden el tiempo”.

Ana María Moix, fotografiada en su casa de Barcelona.

Ana María Moix, fotografiada en su casa de Barcelona. / / EPE

Ana María Moix no quería, ni pretendía, escribir cartas solo para ella: desde la Julita / Julia de la primera novela, hasta la mirada de Alice en este relato publicado en el 82, transmite una idea de crecimiento de los personajes o de aquello que contemplan, pero también de progreso frente a otros sujetos presentes en la narración que viven emponzoñados aún por el lodo franquista. Fue la única mujer incluida en los “nueve novísimos” y sus cartas y palabras fueron, desde la prosa al verso, pasando por traducciones y entrevistas, un hilo que tejía la red que dio voz a las demás. "Julia" fue solo el principio en prosa.

Dijo durante la Cosmopoética de 2011, celebrada en Córdoba, sobre Juana Castro, que acababa de ganar aquel año el Premio de la Crítica: “No solo es una excelente poeta, sino que es una mujer de un corazón inconmensurable, una gran compañera y una gran persona. Reúne cualidades que van más allá de lo literario y que yo siempre digo que se suelen complementar: no creo en la inteligencia suprema sin la bondad, más bien creo que hay que ser muy inteligente para ser buena persona”. Después de una vida dedicada a apoyar la voz de sus compañeras, muchas usarían estas mismas palabras para definirla a ella.