En un registro más íntimo y con vocación menos didáctica nos encontramos con otros tebeos que nos hablan de la experiencia única de habitar un espacio concreto. Con el escueto título de La casa, el multipremiado y reconocido Paco Roca nos presenta otro de sus álbumes que bajo una apariencia sencilla y amable esconden un contenido profundo y a veces amargo.
Tomando como punto de partida una dolorosa experiencia personal (la muerte de su padre) Roca teje una de esas historias para todos los públicos a las que nos tiene acostumbrados y que tan bien le salen. Al autor, continuador de la riquísima tradición valenciana de ilustradores (entre los que destaca el antes citado Daniel Torres), no le interesa experimentar con el lenguaje, revolucionar el mundo del cómic, ni nada parecido. Como al personaje de aquella novela de Arthur Machen, a Roca le basta con contar una buena historia, y contarla del mejor modo posible.
Tras la muerte de su padre, tres hermanos se reúnen en la vieja casa de campo familiar en la que pasaron su infancia y que este les ha dejado en herencia. Un argumento tan sencillo y tan reconocible es usado por Paco Roca como excusa para hablarnos de temas que nos incumben a todos: las relaciones familiares, el paso del tiempo, el dolor de una pérdida, los recuerdos comunes, los cambios en la manera de habitar, simbolizado todo ello en esa casa de campo y en los objetos y marcas que toda una vida ha ido depositando en ella («La decoración de la casa es como un viaje en el tiempo» dice uno de los personajes).
La continua identificación entre la construcción, mantenimiento y ampliación de una casa y la formación y evolución de una familia supone uno de los mayores aciertos de este cómic que es, en mi opinión, una de las obras mayores del dibujante y guionista valenciano.
