Plano general de una estación astronómica, apenas un par de instalaciones recortadas en el horizonte; entran unos subtítulos: "Compatriotas americanos esta será la ultima vez que me dirija a vosotros". "Ojalá pudiera deciros que podríamos prevenir la destrucción que se avecina, pero no puedo". Cambio a un plano del cielo estrellado y continúa el amargo discurso: "Hoy nadie es un desconocido, somos una familia que avanza junta hacia la oscuridad...".

Así descrita, la pieza de Mario Santamaria, Discursos para el final de los tiempos, podría recordarnos a cualquiera de las películas de catástrofes con las que Hollywood disfruta detonando taquillas (Armagedon, 2012, etc.). Más si localizamos la fuente original de esta arenga, extraída directamente de la interpretación de Morgan Freeman en el film Deep Impact (otra película en la que un meteoro pone en jaque a la humanidad). Sin embargo, y ya desde las primeras impresiones que nos dejan sus desnudas imágenes, el vídeo de Santamaria se abre a un campo más amplio de interpretaciones. Lejos de recurrir a las herramientas de las producciones cinematográficas al uso, este Net-cinema (así bautizado por el artista), se edita con las tomas en directo que proporcionan las cámaras de vigilancia de diversos observatorios astronómicos alrededor del globo. Mauna Kea (Hawai), el Teide, Tenerife (España), las montañas Quinlan, Arizona (Estados Unidos), etc. son algunos de los emplazamientos desde los que se extrae la materia prima audiovisual de este montaje múltiple: páramos regados de quietud, antenas y cuerpos celestes, tamizados con la peculiar textura visual de este tipo de cámaras. En la web del proyecto, http://www.mariosantamaria.net/film/DFT.html, las tomas se exhiben alineadas como si de otro paisaje más se tratara o como si recorriésemos una tira de celuloide animada. El usuario puede desplazarse sobre ellas con el ratón, mientras los subtítulos van acoplándose a las imágenes que tiene frente a sí. La banda sonora, en manos de Edu Cornelles, se encarga de aglutinar el conjunto con una sorda melodía de estática eléctrica.

La sensación general que transmite la pieza resulta tan sutilmente ecléctica como contradictoria. Por un lado, el perpetuo anuncio del fin del mundo -en otro aspecto, guiño al eterno ademán de supervivencia de la política norteamericana-, se sobreimprime a todas las escenas a sabiendas, paradójicamente, de que nunca va a suceder. Por otro, la serenidad de los paisajes, observados desde este particular directo, termina diluyendo los malos augurios del mensaje principal en lo que casi podría ser un remedo new age de este tipo de películas de Hollywood. No esperas que nada ocurra, apenas un vehículo espontáneo transitando el paraje o el centelleo del algún píxel por la imagen, mientras la calma se acurruca en la mirada.

Finalmente, y tras unos contemplativos minutos, termina emergiendo por encima del conjunto el inteligente empleo del tiempo real y de las cámaras de vigilancia como el lenguaje constructivo de la pieza. Un registro nada superficial, como demuestran otros trabajos del artista, en el que, más allá de cuestiones estéticas o del debate entre las nuevas tecnologías y la privacidad que estas herramientas suscitan, aporta nuevos aires a la narrativa audiovisual. Si en piezas anteriores, Santamaria trazaba un diálogo entre esta imagen flujo obtenida de webcams urbanas y el devenir del espacio arquitectónico en tiempo real (Comentarios a la ciudad pantalla, 2013) o empleaba los errores de seguridad de una empresa (TRENDnet) para reutilizar sus cámaras a modo de pieza artística (Conversaciones telefónicas, 2012), aquí su trabajo continúa desgranando la topografía humana mediante su (auto-impuesta) multi-mirada o, si se prefiere, multi-vigilancia. Una labor que lo aproxima estrechamente al concepto de cine expandido y a las ideas defendidas por autores como Gene Youngblood o artistas como Peter Greenaway, en las que lo audiovisual, la película, debe reformularse como un proceso de transformación de la conciencia gracias a las nuevas tecnologías.