La muerte le ha devuelto a Seijo Alonso por unos días la popularidad que el escritor tuvo años atrás. Seijo fue uno de los estudiosos locales más celebrados entre el final de los cincuenta y los primeros setenta del siglo pasado. Trabajador infatigable, llegó a escribir una treintena de libros; sus artículos en la prensa, publicados todos ellos en el diario Información, fueron seguidos con un gran interés por los lectores. A Seijo le interesó todo cuanto tuviera que ver con la vida del alicantino en el pasado. Las torres vigía de la costa, la vivienda popular, el curanderismo, la cerámica y, sobre todo, la cocina, fueron algunos de los variados asuntos sobre los que escribió. Gallego de nacimiento, se encontró al llegar a Alicante frente a un mundo en trance de desaparición y quiso dejar memoria de ello. El conjunto de su tarea constituye un trabajo etnográfico considerable que Caro Baroja reconoció en un prólogo, del que Seijo se sentía muy orgulloso. Su obra más conocida, Gastronomía de la provincia de Alicante, es un documento imprescindible para conocer nuestra vieja cocina popular.

Seijo pertenecía a la generación de los Vicente Ramos, Manolo Molina, Mojica, Gaspar Peral o Rafael Azuar, que formaron parte del panorama cultural de la ciudad en los años sesenta. Estas personas desarrollaron la mayor parte de su trabajo a través del Instituto de Estudios Alicantinos al que, en un momento u otro, pertenecieron. Dentro de los límites propios de la época, realizaron una labor meritoria que hemos ido valorando con el tiempo. Seijo no formó parte del grupo quizá porque sus trabajos, de un carácter menos literario, le encaminaban en otra dirección. Coincidiría con ellos, sin embargo, en su preocupación por la provincia. Los hombres de aquella generación fueron grandes defensores de la provincia de Alicante. Debieron ser los últimos en creer de un modo tan apasionado en esta unidad administrativa, una devoción que hoy puede sorprendernos pero que era común en el ambiente de la época. La provincia ha perdido, con los años, buena parte de su sustancia. La rapidez de las comunicaciones y el desarrollo del país han tenido que ver en ello. En nuestro caso, es probable que la decadencia de Alicante como capital haya acelerado el proceso.

La gran obra de Seijo Alonso es su libro sobre la cocina alicantina. No creo que en el momento de escribirlo llegara a imaginar la importancia que alcanzaría la obra. En aquellos días, la gastronomía aún no había alcanzado el prestigio que lograría tiempo después. El libro tuvo, además, el don de la oportunidad: Seijo lo escribió en un momento de cambio de la sociedad, pero en el que todavía era posible mirar con claridad sobre el pasado. Una obra semejante resultaría hoy inviable porque el falseamiento de lo popular sería total. Es lo que les ha sucedido a los libros que, de una manera u otra, han pretendido seguir esta línea. Nada hay tan efímero, con la excepción de la moda, como la cocina, sujeta a los productos y las formas de vida de cada época.