Mesa, Sara; "Cuatro por cuatro". Editorial Anagrama

La trama del personaje encerrado es uno de los clásicos de la literatura de todos los tiempos. Desde las cárceles físicas, como sufren los personajes de "Deutsches Requiem" o "La escritura del dios" de Jorge Luis Borges, hasta las cárceles mentales en las que están atrapados casi todos los personajes de Kafka o los habitantes de Orán en "La peste", de Albert Camus, la reclusión de los protagonistas, sometidos a un poder superior ha fascinado a autores y lectores por igual. Es el caso de la novela finalista del premio Herralde de novela, "Cuatro por cuatro", de la sevillana Sara Mesa. En esta obra, se aúnan los dos tipos de encierro, materializados en un colegio de enseñanza segregada por sexos, donde los estudiantes de las familias más pudientes del país sufren la arbitrariedad y decadencia de sus profesores.

El universo perfecto y diseñado con escuadra y cartabón de la vida en el "College" asiste a la llegada de un nuevo profesor, que a su vez es un impostor en una institución donde todo es fachada. Recluido en el lugar y en el pánico a ser descubierto, va asistiendo poco a poco a episodios de degradación moral provocados por el largo encierro y la posibilidad de ejercer arbitrariamente el poder sobre un grupo de personas en formación.

Pero no, no es así como debe presentarse la novela. En primer lugar, se ha de hablar de la desaparición de otro de los profesores, de la que nadie quiere hablar, pero que se irá revelando poco a poco en leves fragmentos de conversaciones y saltos en el tiempo. Todo apunta a que este profesor descubrió un secreto terrible, y fue eliminado antes de que pudiera sacarlo a la luz, siendo el impostor protagonista su sustituto.

Pero no, tampoco es así como debería presentarse "Cuatro por cuatro", sino que debería hacerse hablando del intento de fuga de un grupo de alumnas, lideradas por una de ellas, que está incluida en el grupo de "los especiales", las niñas becadas que son de una clase superior más baja. La fuga, cuyo único objetivo es que esta niña, Celia, se encontrase con su madre biológica en la ciudad, no prospera, y son devueltas al internado. Pese a que los hechos descritos en el interior del colegio rayan con lo brutal y lo superan a veces, la vida en el exterior entronca con su anterior y primera novela, "Un incendio invisible", en el que una ciudad era abandonada. En este caso, la vida fuera de la institución está llena de desórdenes públicos y caos, y estar en el Wybrany College parece, a simple vista, la mejor opción de los alumnos.

La dificultad para establecer el punto de inicio para atacar la novela estriba en lo afinada y certera que ha sido la construcción del armazón literario de "Cuatro por cuatro". Fiel a la máxima de que la insinuación es mejor que enseñar crudamente el horror, los saltos en el tiempo componen un puzle de sensaciones que no conceden ni un momento de respiro al lector. Entretejida de forma inteligente, en apenas unos renglones se puede pasar de sentir lástima por los alumnos a ponerse de parte de sus tutores y cuidadores, tan sólo la inclusión de un epílogo donde se incluye un texto apócrifo de uno de los profesores empaña en algo la narración, ya que ahí sí se dan explicaciones más claras de todo lo que se ha insinuado, y que, como suele ocurrir en literatura, la explicación siempre resulta ser inferior a lo que la imaginación había pergeñado.