El Paraíso perdido es uno de los grandes poemas épicos de la literatura universal, en la línea de las dos grandes epopeyas homéricas o La divina comedia. Su autor, John Milton (1608-1674), acaso el último de los grandes poetas barrocos ingleses, compuso un largo poema narrativo en doce cantos o libros (los mismos que tenía la Eneida) cuando ya se había quedado ciego, lo que lo emparentaba todavía más con Homero. El Paraíso perdido, que consta de más de diez mil quinientos versos blancos de base pentamétrico-yámbica, estaba acabado ya en 1663, pero se publicó por primera vez en 1667, en una versión con diez cantos, aunque la edición definitiva no vio la luz hasta 1674. El gran protagonista de El Paraíso perdido es Satán, que trata de levantarse nuevamente contra Dios y, para conseguirlo, decide no utilizar a sus legiones de ángeles, sino corromper a Adán y Eva, que viven en el Paraíso.

El ilustrador Pablo Auladell (Alicante, 1972), de quien hemos podido ver una interesante exposición durante las últimas semanas en la Lonja del Pescado de Alicante, ha sido el encargado de trasponer los versos de Milton en imágenes. Auladell ha adaptado para la editorial Huacanamo los dos primeros libros de El Paraíso perdido, y, para ello, se ha valido de la traducción de Juan Escóiquiz, pero, sobre todo, de los recursos propios de la novela gráfica. El ilustrador ha reducido el texto a su más mínima expresión y ha centrado todos sus esfuerzos en la creación de un personaje como Satán, en primer lugar, y en el trazado de la geografía del Infierno, en segundo. El resultado es, desde luego, espectacular, y confiamos en que Huacanamo lleve a término esta intrépida aventura y permita que se completen los doce libros de El Paraíso perdido.

Satán y sus ángeles caídos habitan una nueva morada, a la que han sido arrojados tras haberse rebelado contra Dios: "Arrojado de cabeza por la potestad suprema, envuelto en llamas, desde la bóveda del aire. Caído en el abismo de la desesperación, en regiones de dolor donde nunca podrían habitar la paz ni la esperanza. El doble pensamiento de la felicidad perdida y de un sufrimiento perpetuo le atormentaba sin tregua". Se trata del Infierno, un lugar al que hemos acudido en otras ocasiones de la mano de Homero, Virgilio o Dante. Allí encontramos a Satán, el ángel caído, derrotado, pero no privado de su fuerza, dispuesto a reunir a sus huestes, para quienes construye un palacio infernal, pues, como él mismo afirma, "vale más reinar en el Infierno que servir en el Cielo". Consciente de que no puede derrotar a Dios mediante la fuerza, decide recurrir a la astucia y, tras escuchar a todos sus seguidores, emprende en solitario un viaje que le va a hacer atravesar los ríos Aqueronte, Cocito y Leteo y le va a conducir hasta las mismas puertas del Infierno. Dios, que todo lo vigila, contempla cómo Satán se dirige al Paraíso, donde Adán y Eva esperan su destino.

Auladell ha conseguido recrear fielmente en imágenes el universo poético-narrativo que Milton logró armar en una obra de gran perfección técnica y estructural como es El Paraíso perdido. No era, desde luego, una empresa fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que la representación del Hades ha sido uno de los temas más recurrentes de las artes plásticas. Memorables son, por ejemplo, las visiones que han ofrecido Doré y Barceló del Infierno de Dante, pero no debemos olvidar tampoco nombres como Bacon, Blake, Brueghel, Bouguereau, Füssli, Miguel Ángel, Patinir, Cristoforo de Predis, Andrea de Bonaiuto o Goya, entre muchos otros. Si a alguien le interesa el tema, puede completar las páginas El Paraíso perdido en versión Auladell con la lectura del Libro del descenso a los infiernos (2009), una colección de relatos e ilustraciones orquestada por José Ovejero para 451 Editores. Ahora bien, "aquellos que entréis, abandonad toda esperanza".