El regreso narrativo de José Siles se ha hecho esperar. Después de El latigazo, publicada por Huerga y Fierro en 1997, el lector no había tenido ocasión de acercarse a la obra siempre singular de este cartagenero afincado en Alicante. Durante este tiempo el escritor se ha dedicado, en el plano creativo, a dar cuerpo a una producción poética concretada en tres libros, y no ha sido hasta La venus de Donegal cuando su autor se ha adentrado de nuevo en la prosa. Esta novela mantiene la señas de identidad que su autor ya había mostrado en sus anteriores novelas y cuentos.

Entre estas señas destaca acerado y peculiar sentido del humor, en su más amplia e inteligente acepción, aspecto que es rara avis en la narrativa española de los últimos tiempos. Y el ejercicio de ese sentido del humor que, en última instancia, es un posicionamiento ante la existencia, responde a características propias: una vinculación clara al esperpento, a la deformación de la realidad para, de este modo, acceder a un plano de la realidad nuevo pero no por ello menos incisivo.

Los personajes que construye José Siles, de nombres peregrinos, especiales, se mueven en esferas de comportamientos excesivos, de motivaciones poco convencionales. La trama, en este caso, se ocupa de un ámbito bien conocido para el autor, de la docencia y la investigación, que son objeto de una crítica mordaz, donde no queda títere, o catedrático, con cabeza. Tomando como eje argumental el Quijote y sus autorías posibles, el autor hilvana una serie de situaciones a cada cual más pantagruélica, hilarante, pero, al tiempo, dura, lacerante, de una vigencia notable.

La escritura, con una cierto deje barroco, de expresiones ricas y donde el lenguaje es un elemento fundamental, invita al lector a dejarse llevar por unas peripecias poco comunes. El lector tiene que darle un voto de confianza a la historia y entrar en su juego, estableciendo un pacto donde lo inverosímil deja de serlo, donde detrás de una serie de situaciones excesivas se esconden ideas sobre la vida, sobre la creación, sobre determinados status quos, sobre la endogamia en muchos territorios, sobre muchas cuestiones que el lector puede descifrar entre sus líneas. Estamos, por tanto, una novela que merece leerse, divertida y con poso.