En la nueva etapa del Instituto de Estudios Alicantinos, en los años setenta, la gestión de Tomás Martínez Blasco, director de su Departamento de Artes Plásticas, supuso una revolución cultural en Alicante. Hablamos con él del trabajo realizado junto a su hermano Manuel, director del Departamento de Publicaciones, y otros creadores e historiadores de la provincia. El último humanista. Tomás Martínez Blasco. En la crítica de arte, la revisión de la historia, de las formas de pensar de una sociedad tan estética como la nuestra, el objetivo no es proyectar una cierta nostalgia de este pasado sino el deseo de un presente con respuestas reales. Estos días de importantes cambios en una institución cultural como el Gil Albert, de ámbito provincial, la mirada hacia el pasado es inevitable. Como se gestionó esta polémica etapa de renovación de la Democracia. Cómo se resituó una institución dirigida a la protección y promoción de los creadores e investigadores de la provincia de Alicante. Tomás Martínez Blasco, junto a su hermano Manuel, fueron llamados por el entonces secretario de la Diputación, Juan Orts, para crear el Instituto de Estudios Alicantinos, posteriormente rebautizado como Gil Albert. Arquitectos licenciados en ciencias exactas, estaban trabajando en el plan general de urbanismo de Crevillente. Ambos venían de viajar por Europa y América, recorriendo museos y galerías, y a su llegada a Alicante se sorprendieron de la fuerza y modernidad de sus artistas, de un compromiso que nada tenía que envidiar a las manifestaciones que ellos habían estudiado por todo el mundo. Alicante tenía un brillo propio, una apertura diferente a Valencia, que seguía en el sorollismo más popular. La vida de estos dos hermanos, arquitectos en ejercicio y profesores de matemáticas, se centraba en un análisis constante de los desarrollos del arte, desde sus primeras manifestaciones hasta la abstracción, el cubismo, surrealismo, la actualidad. Elaborando definiciones sobre el espacio de la arquitectura, la escultura, la pintura, que son publicadas, traducidas a varios idiomas, en el Congreso Internacional de Arquitectura de Gaudí de 1967, en el que participan como ponentes, así como en otros ciclos sobre arte en importantes universidades. El contacto directo con la realidad de Alicante les llevó a cuestionarse la falta de decisión con respecto a la protección de su ámbito creativo. Y en el IAE establecieron unos estatutos previos para concretar su actuación con unos criterios objetivos, que marcarían la pauta de una revalorización de la cultura en Alicante. Tomás insiste en la idea de que el material ya estaba allí y que ellos sólo se dedicaron a promover las vías para que saliera a la luz, en connivencia con los otros miembros del departamento, en el que, desde el primer momento, figuraron artistas reconocidos como José Antonio Cía, Adrián Carrillo, padre, Gastón Castelló, ya muy mayor, pero también un cineasta como Clemente, y distintas generaciones, Mario Candela, Lorenzo Hernández Guardiola, historiador, y Eduardo Lastres, artista. Conscientes de que sin mecenas, sin publicaciones, sin exposiciones, sin la inversión en los propios recursos, no había cultura. Intenta quitarse importancia, pero hacía falta tener una gran lucidez y un gran conocimiento de lo que es el arte para saber cuándo se está ante una producción artística realmente de creación, y cuando ante una imitación mecánica. Y sobre todo, cómo se puede promover la creación artística, con acierto en la gestión de eventos. "Había un gran compañerismo y entusiasmo, todos convivíamos sin color ni política, aunque cada uno tenía sus ideas. Se creó una hermandad plástica, una sociedad abierta cuyo principal interés era promover, estudiar, el arte que se estaba generando en Alicante". Cualquiera que fuera de Alicante podía exponer o publicar su investigación sobre cualquier tema, siempre que se considerara válida. Y a los de fuera se les exigía que tuviera relación con Alicante. Desde el 76 hasta el 83, los hermanos Martínez Blasco publicaron su investigación en el IAE, "Las artes espaciales" en seis tomos, con la aprobación de los organismos pertinentes de Barcelona, lo que le dio una difusión mundial. Además promovieron otras publicaciones, en colaboración con otros autores: "Investigación en el paisaje pictórico alicantino", "Eusebio Sempere", "Adrián Carrillo", "Investigación en la plástica alicantina", donde podemos ver muy claramente definido el trabajo de los artistas en esos años y el impulso que se quería dar a la creación. Se continuó con la exposición colectiva anual en el Castillo de Santa Bárbara, promovida por José Antonio Cía en el 69. Donde se vieron en competición las obras de grupos como Alcoiarts, el Grup d´Elx, de individualidades como Manolo Manzanaro, Lastres, Garres, Escolano, Alejandro Franco, etc. Tomás comenta que fue una época de una gran actividad, casi frenética, el debate sobre la plástica alicantina era constante. De esto han pasado más de treinta años, y con cierta perspectiva constatamos que no hemos sabido mantener una continuidad de estudio que refleje con esa seriedad el trabajo de nuestros creadores. El IAE tuvo una importancia capital en la trayectoria de muchos artistas. Se valoró su trayectoria, visitando estudios y exposiciones, analizando los cambios que se producían en su obra. Estos intensos años cambiaron la realidad de Alicante. Pero pasaron, como pasa todo en esta sociedad, sin reconocimiento, sin una continuidad que asiente la labor iniciada en pro de una sociedad rica culturalmente. El anhelo de todo humanista. Tomás guarda dos ensayos, inexplicablemente todavía sin publicar, sobre el surrealismo y sobre la abstracción. Y una novela sobre las diferentes concepciones de la luz, personaje literario que nos traslada a lo largo de la historia del arte. Obras que se perciben tan imprescindibles como una historia bien hecha del arte y la cultura de Alicante, aunque no traten de Alicante, pues miran hacia la historia global del arte, pero desde el conocimiento, la sensibilidad y la experiencia de nuestra realidad, que comprende el arte, la literatura, la arquitectura, el pensamiento. En Elche, en la calle después de nuestra entrevista, nuestros pasos nos llevaron a la catedral. Donde vimos al humanista en acción, perfecto conocedor de su espacio, de las inquietudes de su diseñador, Nicolás de Bussi, (1650-1706). Pero esta es una experiencia de descubrimiento que necesitaría más espacio. Todo el espacio que necesita un humanista, quizás el último humanista.