Hace unas décadas, algunos críticos y estudiosos de la arquitectura moderna encontraron agotadas las vías de análisis para el estudio de los maestros del Movimiento Moderno, al menos siguiendo la línea de interpretación derivada de Giedion, su mayor apologista. Entonces derivaron su interés a los modernos periféricos, en particular fueron los clasicistas nórdicos, coetáneos de los primeros, en su momento contemplados con menor reconocimiento universal.

Aquella apertura en la percepción, también supuso un análisis nuevo del periodo comprendido entre finales del neoclasicismo y su inclusión con la época romántica, poniendo de manifiesto la interrelación cultural entre diferentes etapas, así como la dificultad por encontrar periodos plenos de un determinado estilo, siempre sujetos a influencias y contaminaciones diversas. Dieron comienzo los estudios que avanzaban la cronología de la modernidad cultural a mediados del siglo XVIII.

Uno de los arquitectos rescatados fue Karl Friedrich Schinkel, del que ahora se cumplen ciento setenta años de su fallecimiento, acaecido en Berlín el día 9 de octubre de 1841. Había nacido sesenta años atrás, el 13 de abril de 1781, en Neu- Ruppin.

Sin solución de continuidad temporal, acometió obras formalizadas en lenguajes clásicos inspirados en la antigüedad griega, estudiada durante su estancia en Nápoles y Sicilia, incorporando en otros proyectos diversidad de estilos y tipologías, las más inspiradas en la Edad Media. Desarrolló una importante actividad pictórica, varias de sus obras están expuestas en una sala del Alte Nationalgaleríe, en Berlin. Así mismo, acometió tareas de montajes escénicos, uno espectacular para la Flauta Mágica. También realizó diseños para muebles y ajuar doméstico.

Su arquitectura neoclásica ofrece soluciones repetidas, pero no iguales, como es la planta cuadrada, que tiende al volumen cúbico, reforzada por el recurso de pilonas en las esquinas. Así se manifiesta en el Cuerpo de Guardia en Berlín, en la actualidad, tras el vaciado interior realizado por Tesenov en 1918, es un lugar dedicado a las víctimas de los totalitarismos. También en la columnata flanqueada de pilonas se encuentra en el pequeño Pabellón de recreo, en el parque del palacio Charlottenburg. Igual solución en San Nicolás de Potsdam. Aunque sobre todo ello destaca el Altes Museum, en cuya fachada de acceso desarrolló una bella columnata de orden jónico, de gran longitud, a modo de la stoa griega, con los laterales enmarcados por pilares cuadrados, con el potente entablamento de friso liso en el remate superior. Esta columnata quedaba prefigurada en la decoración para uno de los actos de la Flauta Mágica, en los cuatro edificios que, tras las esfinges, sugieren la perspectiva escénica. Sería protagonista en la fachada del proyecto de palacio Real, que no se llegó a construir sobre la muralla defensiva de la Acrópolis ateniense. Así mismo, la planta cuadrada y el volumen cúbico se encontraban en la solución para la Academia de Arquitectura, edificio estructurado mediante muros de carga, que trascienden en las fachadas mediante las pilastras que articulan los alzados. Aquí empleó el ladrillo, identificando de manera racionalista la estructura interior y exterior, dejándolo visto como material constructivo, en identificación con los sistemas medievales, tal como había resuelto sus iglesias, en particular aquella colindante, la Friedrichsverdersche, adelantada en su Catedral Gótica sobre el agua, una pintura romántica muy anterior. Si bien el amplio ventanal central recuerda las iglesias en el Báltico alemán.

Con esa inmersión en el romanticismo, resolvió edificios de diversos usos, donde predominan las asimetrías en planta y los alzados. Los volúmenes son los protagonistas, con formas muy variadas, inspirados en el pasado medieval, con preferencia en los castillos. O bien en la reinterpretación de la casa o baños romanos y diversos pabellones y folies en el parque de Sanssouci, o el conjunto del Palacio Charlottenhof.