En Londres, acaba de inaugurarse, en el museo Victoria & Albert, una exposición sobre el posmodernismo. La muestra, centrada en el arte y la arquitectura, pretende indagar sobre aquel movimiento que tan en boga estuvo entre los años 70 y 90 del siglo pasado. ¿No resultará la aspiración un tanto excesiva? Desde luego, los ingleses saben cómo hacer estas cosas, pero quizá estemos todavía demasiado próximos a aquellos años y nos falte una perspectiva suficiente para juzgarlos.

De haber esperado un tiempo, habríamos visto las cosas con mayor claridad. El problema es que los museos están hoy obligados a ofrecer continuamente platos nuevos a los consumidores, para atraerlos a sus salas y justificar los presupuestos.

Las primeras manifestaciones del posmodernismo se produjeron en la arquitectura; de ésta, saltaría poco después a las demás artes, especialmente a la pintura. Oscar Tusquets, que cultivó durante unos años la tendencia, ha dicho que el posmodernismo "fue una reacción de hartazgo contra el monolitismo puritano del movimiento moderno". La frase es perfecta, aunque, como definición, puede que resulte algo incompleta. En cualquier caso, la producción arquitectónica del posmodernismo resulta, a los ojos de hoy, bastante pobre. En sus obras -incluso en las más conseguidas- advertimos esa falta de reflexión que necesita el arte para no sucumbir a la moda.

Es probable que el enemigo a batir, el movimiento moderno, hubiera puesto el listón demasiado alto. La pasión del momento llevó a pensar que, rematando la fachada con un frontón neoclásico, el trabajo estaba hecho.

Si las manifestaciones artísticas del posmodernismo no fueron, en general, relevantes, las ideas que lo sustentaban tuvieron una mayor profundidad. No diré que me alegre por ello. La posmodernidad fue la puerta por la que entró el multiculturalismo, el feminismo, el relativismo y todos esos pequeños ismos que nos han conducido al momento actual.

Nadie se atreverá a decir, a la vista de los hechos, que su aportación fue brillante. Al contrario, permitió a un número considerable de mediocres ocupar la plaza pública con el único mérito de la actualidad de sus ideas. Al confundir conocimiento y pensamiento, los teóricos de la posmodernidad nos condujeron al relativismo actual, del que resultará fácil salir.

Por lo que he podido leer en los periódicos y he visto en internet, es probable que los organizadores de la exposición se hayan precipitado con la muestra. Si juzgamos por la historia del arte, otorgar categoría de movimiento artístico a lo que sucedió veinte años atrás puede resultar excesivo. Lo que hoy nos parece una corriente significativa, de una importancia indudable, dentro de un tiempo puede no ser más que la pequeña variación de un movimiento más amplio y profundo, que pase desapercibida.

Así, el posmodernismo no sería más que otro paso en la creación de un arte que se corresponda con la sociedad de masas. ¿No es esto lo que viene sucediendo desde el fin de las vanguardias?