La bicicleta estática transforma en literatura la autobiografía: el exilio durante la infancia, los enamoramientos, el divorcio, los hijos, la casa familiar vacíaÉ Escenas mínimas jalonadas de lucidez irónica, bañadas de resignación y desengaño. Así, el título deviene una metáfora vital: pedaleamos, nos esforzamos, nos cansamos, nos ocupamosÉ pero no llegamos a ningún lugar. La contraportada lo deja claro: se trata de "diseccionar los naufragios y desconciertos de la madurez".

Mediante su propia traducción del catalán al castellano, este periodista, que dice escribir "para que guste", ofrece diecinueve relatos con un lenguaje sobrio, sólo quebrado por destellos de simbolismo o de belleza. Cuentos con un aire próximo y cotidiano, donde la ficción siempre acecha: en Benzodiazepina, un personaje contacta consigo mismo a través de internet, y establece una cita en un café para conocerse; en Superviviencia, el protagonista se introduce literalmente dentro de sí, piolet en mano, a la búsqueda de respuestas para preguntas que, ya en su interior, no recuerda; en Ataraxia, asistimos a una urgente operación, donde los tumores extirpados acaban siendo la nostalgia y la esperanza.

Al margen de las autoexploraciones, los tres temas más importantes indagan en vínculos personales: con la descendencia, con los padres (la escritora Teresa Pàmies y el secretario general del PSUC Gregorio López Raimundo), con la pareja. Produce ternura y congoja Acostarse temprano, donde vemos evolucionar la relación de un divorciado con sus hijos, a través de unos dibujos pintados en las paredes; por el distanciamiento con que se narra, emociona menos La isla, donde se plantea la responsabilidad y el suicidio. La clandestinidad marca el hermoso Mapa de la curiosidad, que revela explícitamente cómo "cada descubrimiento contiene una parte de verdad y otra de mentira"; Cuatro noches sirve para relatar su propia concepción, en una cama prestada, después de ver una película de Fellini; Cien por cien seda natural homenajea al padre muerto; y Las canciones que le gustaban a Lenin plantea la despedida definitiva a través de los objetos.

Nunca el amor adquiere tintes románticos: La mujer de mi vida vincula el comienzo de un noviazgo a unos cordones desatados; Lo que no hemos comido expone la sórdida infidelidad entre dos pacientes de un dietista; Tres maneras de no decir te quiero presenta los lastres del pasado, y la aceptación racional del desamor expresado por la pareja; Deberías haber insistido es como el colofón de este último, con un encuentro, tres décadas y cincuenta kilos después de la ruptura.

Hay también relatos sobre el proceso creativo (Unplugged); y otros menos personales, aunque destilan el mismo desencanto: un lector penetra en la ficción, para presenciar el reencuentro de un padre con su hijo homosexual (Bélgica); la protagonista de un cuento de hadas muere sola en el hospital (Voluntarios); dos animales destruyen sus matrimonios por intentar cada uno consolar al otro (Un año de perro equivale a siete años de persona)É

Por si no quedaba claro, el propio autor nos da sus avisos para navegantes: "cuando la responsabilidad es lo único que justifica la existencia [É] tan peligroso es asumirla como evitarla"; "la felicidad es efímera y, en general, muy poco fiable". La sobriedad de Sergi Pàmies (París, 1960) quizá les tienda algunos de esos fugaces momentos. Si se quedan con ganas de más, pueden seguir con sus novelas (La primera piedra, El instinto, Sentimental) y sus otros volúmenes de cuentos (Debería caérsete la cara de vergüenza, Infección,La gran novela sobre Barcelona, El último libro de Sergi Pàmies, Si te comes un limón sin hacer muecas). En todos ellos, encontrarán seres insatisfechos, retratados con una ironía distante, que permite reflexionar desde la aparente liviandad.