Paco Roca (Valencia, 1969) es dibujante de cómics e ilustrador. Habitual de Unicómic y ganador del Premio Nacional de Cómic con Arrugas, que pronto saldrá en versión cinematográfica, en su último trabajo, El invierno del dibujante (Premio a Mejor Obra de Autor Español de 2011 en el 29 Salón del Cómic de Barcelona), realiza una crónica de la mítica editorial Bruguera.

Desde sus inicios en Kiss Comics hasta publicar una historia sentimental de los dibujantes de Bruguera: parece que hay una distancia muy larga entre ambos puntos.

La verdad es que es un viaje largo. Empecé trabajando en publicidad en los 90, vivía de eso, y poco a poco le dedicaba más tiempo al cómic. Ha sido una evolución muy suave, hasta que ya he podido hacer temas más personales. Esa primera etapa no ha pesado tanto como para ser reconocido por ella. Hablando con Miguel Gallardo, el dibujante de Makoki, ves que su cambio ha sido más grande, porque ha pasado de ser el autor underground más importante a publicar María y yo.

Empezando por el final, El invierno del dibujante es un homenaje a una generación de dibujantes, a una forma de hacer cómics y también es la elección de un tema que a priori parece poco convencional.

Trato de hacer los cómics que a mí me gustaría leer. Como dices, es un homenaje a todos esos dibujantes que en su momento me hicieron amar el cómic. De pequeño, ni jugaba al fútbol ni coleccionaba cromos, así que mis héroes eran Ibáñez, Escobar, RafÉ tuvieron mucho calado en la cultura española y están muy olvidados. Necesitamos reivindicar a todos esos personajes, que son los cimientos del cómic español.

Es curioso que el personaje que más peso tiene en la historia no sea uno de los dibujantes, sino González, el gerente.

Yo creo que es el protagonista, resume muy bien lo que son todos: la pérdida de identidad con el franquismo. Los cinco dibujantes vienen de la República, de tener una libertad, unos idealesÉ algunos de ellos, de estar en la cárcel. Pero al estabilizarse el franquismo, hay que agachar la cabeza y aguantar como sea. Eso es lo que resume Rafael González, que además fue clave en la editorial Bruguera, para lo bueno y para lo malo.

Tiene fama de documentarse exhaustivamente para cada uno de sus trabajos: ¿se encontró alguna "sorpresa" preparando El invierno del dibujante?

Sí, yo tenía una idea muy bucólica de lo que era la editorial, me imaginaba un ambiente maravilloso, festivoÉ cuando hablé con los redactores se sorprendían, porque para ellos todo aquel ambiente era muy aburrido. Pero sobre todo, me ha sorprendido la falta de ganas de hablar de muchos autores, teniendo en cuenta que no han tenido nunca reconocimiento por su labor, me chocó bastante.

Toda esta trama se parece mucho al personaje del viejo dibujante de Malas ventas, de Álex Robinson.

Es que lo del caso de Bruguera es universal. La lucha por la dignidad de los dibujantes, por sus derechos de autor, se da en muchísimos sitios. Por eso creo que el cómic también irá bien en el extranjero.

En el origen de tus historias, muchas veces utilizas vivencias propias o de gente que te rodea, como en Arrugas, El ángel de la retirada o El faro ¿Es tu método preferido coger elementos reales y cercanos para construir la ficción?

Es un buen punto de partida. Poco a poco he ido cambiando, porque comencé haciendo otro tipo de cosas. Pero me he ido dando cuenta de que hay muchas historias muy buenas que nos rodean y que se quedan sin contar. Hasta llegar a El invierno del dibujante, donde trato de ser completamente fiel a la realidad he ido evolucionando poco a poco. En El Faro simplemente tomé como punto de partida la historia de un soldado de la Guerra Civil; en Arrugas simplemente tuve que guionizar las historias, que son reales. Con el cómic ya podemos contar cualquier tipo de historia.

Entonces, ¿crees que culturalmente ya hemos pasado la etapa en que el cómic cultura es considerado un divertimento para niños?

Sí, el público está cambiando con respecto a esto, porque el cómic también lo está haciendo. Hace quince o veinte años, el cómic era eso: género infantil o juvenil, con excepciones. Lo estamos llevando a temas más adultos, porque los editores ya te permiten hacer otro tipo de cosas, las librerías generalistas también se han abiertoÉ ahora llegamos mucho mejor a la gente. Y algo muy importante: cada vez tenemos más lectoras. Hasta ahora el cómic era una cuestión hecha por y para hombres, y que eso haya cambiado es uno de los factores que está propiciando el cambio.

Tu estilo es la línea clara, y la escuela valenciana de los 80.

Me siento cómodo en ese estilo, porque creo que con él puedo contar cualquier historia, desde aventura a cosas más intimistas. McLoud decía que la línea clara era la forma más neutra de dibujar, es donde el dibujante está más al margen y así puedes dejar más sitio a la historia que quieres hacer llegar. Además, creo que para el público que tenemos en España, el nuevo público de la novela gráfica, es muy apropiado. Yo, al menos, me siento muy cómodo usándola.

Acerca del uso del color, al principio lo utilizabas de forma preciosista, luego en El faro es un blanco y negro de tonos azulados; Arrugas es un uso de color planoÉ ¿emplea el color como elemento narrativo?

Ahí también ha habido una evolución. Por ejemplo ese color preciosista del que hablas me servía para recrear una época, unos ambientes mediante ilustraciones que casi eran postales. Pero en otro tipo de narraciones, más intimistas, con pocos personajes, la ausencia de color es para centrar la historia, para convertirla en más sencilla aún. De alguna manera, también te vas poniendo retos: cuando empiezas un álbum, te preguntas por qué vas a contar lo que quieres contar, qué tipo de dibujo vas a utilizar, para qué va a servir el color en esta historiaÉ

¿Qué futuro ves en los webcómics?

Es un poco el sueño que todos hemos tenido: llegar al lector con los mínimos filtros posibles. Internet es perfecto para ello, todo depende de que soportes como el iPad, los ebooksÉ empiecen a bajar. Eso va a abrir mucho la libertad del autor a la hora de autoeditarse.