Tenía catorce años cuando recibí la primera clase de Periodismo con Manuel Mira Candel en mi colegio de los Jesuitas, Sagrada Familia de Elda. Hace, por tanto, 34 años. Ese mismo año publiqué mi primera «Carta al Director» en este mismo periódico. Mi colaboración desde entonces fue intermitente, y desde hace ocho años, semanal. Es decir, la mitad del tiempo que este periódico existe, ha existido conmigo. Que 75 años no son nada es tan real como que mi padre tiene 74 años y está hecho un zagal.

El periódico nació en el año 1941. Y cualquiera que se ponga a repasar ese infausto año, no evitará arrojar sus lágrimas ante el nacimiento de un nazismo repugnante. El 1 de septiembre de ese año se ordenaba que todos los judíos llevaran como identificación un brazalete amarillo con la estrella de David en blanco. Una auténtica barbaridad de sello atroz que hizo posible el mayor genocidio de nuestra humanidad. Dos días después de esa fecha se utilizaron las primeras cámaras de gas en Auschwitz, en lo que fue denominada como la «solución final». Masacrar a seres humanos desposeídos de todo para beneplácito de una sociedad enferma y putrefacta.

Que 75 años después este periódico esté narrando el auge de nuevos partidos nazis, totalitarios y excluyentes, solo es la constatación de la crisis moral y humana por la que atraviesa nuestra existencia. No hay derecho a esa criminalización que se está haciendo a los inmigrantes. Tengo especial repugnancia por todos aquellos que enarbolan las banderas del antisemitismo, la xenofobia o la exclusión. La Europa que ganó la guerra contra la ignominia está luchando, tres cuartos de siglo después, con el nuevo fantasma de los populismos y los nuevos fascismos.

Imagino que usted querría ver en mi artículo, unas reflexiones amables de lo que ha supuesto para nuestra sociedad alicantina 75 años de información y comentario. Pero a mí, de bote pronto, me ha salido esta reflexión tan dura de la repetición de comportamientos humanos, que lejos de erradicarse, toman fuerza.

Pero el periódico es eso. Es narrar en cada momento las cosas que acontecen. Y en estos años el periódico ha sido testigo de nuestras alegrías y de nuestras miserias. Nada aconteció en esta maravillosa provincia sin que INFORMACIÓN fuese testigo de primera mano de la efeméride. Y al final solo quedan miles de palabras, y miles de fotografías, como retazos de vida. Porque la vida pasa y te la cuentan, y la cuentas. El periódico es ese bazar de personas arrojando sus anhelos para que otros sepan. Hasta me crea curiosidad cuantas esquelas ha publicado este periódico. Porque yo sí leo cada día las esquelas de este periódico. Porque al final, como no podré leer la mía, me encargo de visitar a los que nos adelantan en el tanatorio.

Raro es el día que no hay cola en cualquier cafetería para leer nuestro periódico. En definitiva, se trata de nuestra particular biblia cotidiana que nos hace partícipes de fiestas, fútbol y política, y no en ese orden. Que 75 años acompañen día sí, día también, las conversaciones de tanta gente, merece un respeto. Como recuerdo habrá que tener para todos aquellos profesionales que hicieron posible este diario y luego fueron esquelas, como todos seremos una, algún día.

A mí este periódico me quema todas las mañanas cuando lo leo. Me ha endrogado. Necesito enchufármelo cada mañana para saber. Ya está. Saber, conocer lo que pasa en cada sitio y a cada persona. Será que mi veta «maruja» me insiste en no perder la información que acontece. O porque la información es poder, o porque el poder está en saber para actuar. Sea por lo que sea, si no me enchufo el diario, acabo el día como el que no se lava los dientes; sucio y necesitado.

Ahora que la vida se alarga con la dieta mediterránea, me pregunto si el periódico aguantará la dieta digital. Esa especie de termita que acaba por cambiar nuestros comportamientos de compra, de uso o sexuales. Porque hasta la jodienda se ha digitalizado de tal guisa que si no tienes alguna plataforma digital de amor, eres hombre muerto.

Y para los clásicos, como yo, esta nueva oleada de papanatismo digital nos aboca a volver a enrollar el bocadillo de atún con tomate con los periódicos viejos. A encender la chimenea con los periódicos antiguos. A poner en la puerta de tu casa, para evitar la lluvia, los periódicos atrasados. A rellenar un envío postal con periódicos caducos. Que todo el uso que le dimos, y que le podemos dar, a nuestros periódicos, no sea reemplazado por nuevos artilugios.

Nunca pensé que yo sería parte de este periódico, de una manera u otra, cuando escribí mi primera carta hace 34 años. Porque el periódico nació cuando muchos de nosotros no estábamos, y seguirá cuando muchos de nosotros hayamos pasado a la historia. La misma historia de 75 años de dimes y dirites. ¡Qué bueno que viniste… para quedarte!