Mala cosa es poner a escribir a un político sobre medios de comunicación. Buena cosa es poner a escribir a un profesor de Derecho Constitucional sobre medios de comunicación. Tan esquizofrénico caso es el mío y nada prometo sobre el alma que pudiera vencer. Pero no es tan extraño que las cosas sean así. El mundo es Jekyll y Hyde, afortunadamente, o no.

Todorov escribió, memorablemente, que si un medio de comunicación es instrumento de Derechos Fundamentales, el Estado -síntesis neutral de poderes- debe garantizarle la máxima cota de libertad en su funcionamiento. Pero, prosigue el filósofo, si el medio de comunicación -o los medios, en su conjunto- son poderes, el Estado tiene la obligación de regularlos para que no rebasen ciertos límites legítimos. La frontera es la cuestión. Y viene todo esto a cuento de que INFORMACIÓN es «el periódico» de por aquí, de esta provincia, de las tierras del sur de la Comunidad. Y lo digo sin ánimo de faltar al respeto a otros medios, profundamente apreciados por mí.

Pero creo que los teóricos del ramo definirían a INFORMACIÓN como una «referencia dominante». Sólo que dominante es muy duro. ¿O no? Quizá lo fuera en tiempos de nacimiento, con su canastilla de tonos azul mahón y correajes. Pero lo que yo recuerdo es un periódico comprometido con la Transición y la naciente democracia. El periódico que acogió las voces de la diversidad, las del cambio, las de los sueños, las de lo cotidiano. Las voces de los comprometidos. Y hasta las de algún canalla, de los que supieron cambiar a tiempo, o de los que involucionaron a la charlatanería.

De todo ha habido en este gran foro público. Muchos se enfadan con INFORMACIÓN: muchos de los que fueron acogidos muchas veces. Esa quizá sea la gloria y el infierno de un periódico como este: trata tanto de tratar bien a su gente que siempre hay alguien que acaba por sentirse desplazado, abandonado. Y se revuelve. Es lo que tiene ser un medio tan próximo. Y, aunque a veces se olvide, tener que ser provincial sin estar condenado irremediablemente a ser provinciano.

A mí INFORMACIÓN me adoptó durante 16 años, cada domingo, paseante de la plaza al palacio, y viceversa. Y ahora, en tiempos de Consell, me cobija una vez al mes. Lo que no es poca cosa, que es una de las melancolías que siento en mi deambular gubernamental: la ansiedad de ver que llega el jueves y no sé de qué escribir. Por todo ello me considero un pequeño rincón en la historia del diario.

Hay quien me lo recrimina. ¿Qué le vamos a hacer? Aquí reaparece el dilema: ¿poder o instrumento libertario? No seré yo quien se ande con melindres a estas alturas: una cosa y otra. Pero hay por el mundo tanto poder sin libertad, que aquí gana la partida lo mejor. Buena parte de este poder tan peculiar se deriva de la afición que los indígenas y adheridos de la tierra manifiestan por «salir en el periódico», que a ver qué alcalde no derrama lágrimas cuando ve un reportaje sobre el fervor que su pueblo muestra a la patrona del lugar.

Y a ver qué político no levita si INFORMACIÓN le hace un buen reportaje. Pero todo esto es el fruto de una relación dialéctica: por lo que fuera, INFORMACIÓN aprendió hace lustros a interpretar unas tendencias que ha acabado por definir. Y a mí no me gustan todas. Ni me gustan todas sus prioridades ni todos los enfoques. Pero lo que de verdad me gusta es saber que habrá miles de lectores y lectoras a los que fastidiarán ostensiblemente aquellas perspectivas y enfoques que, sin embargo, a mí me parecen apreciables. Y me gusta discernir entre aquellas cosas anecdóticas -este es un periódico que adora y cultiva las anécdotas- y aquellas fundamentales.

En las fundamentales, INFORMACIÓN nunca me ha fallado. Hizo falta mucho valor y sabiduría, en los años de plomo y fuegos artificiales, para enfrentarse desde el primer día al Plan Rabasa y a la corrupción. Nunca esperé que INFORMACIÓN fuera militante, como otros quisimos y pudimos serlo -y otros debieron y pudieron, pero no lo hicieron-, pero sin una posición de fondo clara y contundente la historia hoy sería otra. En la historia valenciana de la infamia no estará INFORMACIÓN. Otros sí.

A mi me gustaría escribir un artículo más sereno, más reposado. No sé, lleno de benacantiles, palmerales, moros y cristianos, mediterráneas amanecidas, citas de Miró, Azorín o de Arniches, o, incluso, de don Wenceslao Fernández Florez. Pero no me sale. Dicen que vivimos tiempos líquidos, y debe ser verdad. Y mal haríamos si eso no se reflejara en la manera en que imaginamos nuestro entorno y los cauces por los que discurre la conformación de la opinión pública.

Al fin y al cabo la democracia exige que los medios de comunicación no sean concebidos como los que nos dicen lo que debemos pensar si no en qué debemos pensar, tematizando y jerarquizando los contenidos, evitando que la dispersión de impulsos -de bits de información- vuelva radicalmente incomprensible lo real, hasta que triunfe la irracionalidad de lo ilusorio en un éxtasis de comunicación. Por eso me atropello en esta miscelánea de ideas tamizadas por recuerdos, porque difícilmente caben en la forma de un análisis sosegado, ordenado. (Porque las emociones, por cierto, también son noticia o editorial. Y, por ejemplo, ahora pienso en las demasiadas necrológicas que me ha tocado escribir).

Ese es el reto que tiene INFORMACIÓN: ni las reinas de 100 pueblos, ni el fervor a la Faz Divina, ni la patronal hotelera, ni el fantasma de la CAM, ni el Hércules y el Elche que se unieran, podrán estirar estos 75 años de esplendor si INFORMACIÓN no es capaz de demostrar que los tiempos están cambiando y que hoy necesitamos más que nunca profesionales que inviten con respeto e inteligencia a comprender e interpretar la realidad.

Hoy: tras los desastres de la crisis en la profesión periodística, tras la incitación a la parquedad tuitera, tras la profanación de las palabras bien escritas. Hoy, que va a tener que ser tiempo de reinvención. Por eso lo que quiero decir ahora es que ya le irá bien a INFORMACIÓN si este breve prólogo de 75 años puede ser aprovechado para ser poderoso cuando toque y para ser garante de la pluralidad -que es el rostro cierto de la libertad- siempre. Y que si le va bien a INFORMACIÓN nos irá bien a la gente de esta esquina del mundo globalizado.