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La carrera hacia la jefatura de la Fiscalía de Alicante

Rabasa (izquierda) y Briones (derecha), candidatos a ocupar la jefatura de Fiscalía de Alicante.

Los dos llevan más de tres décadas compartiendo las paredes de una Fiscalía que ahora uno espera seguir dirigiendo y el otro aspira a hacerlo. Admirador confeso del exfiscal superior Ricard Cabedo el primero (Jorge Rabasa. Valencia, 1960), y claro exponente del espíritu que preconizaba el exteniente fiscal Miguel Gutiérrez el segundo (Felipe Briones, Sidi Ifni, 1959), ambos representan dos modos distintos de entender la vida y una profesión incluso tan jerarquizada como es la suya.

Felipe Briones. El fiscal que vino del desierto

Quienes le conocen bien destacan su minuciosidad enfermiza a la hora de trabajar. Y cuentan que no es raro verle con los auriculares escuchando unas intervenciones telefónicas, cuando ya las tiene transcritas sobre la mesa y podía evitarse esa tarea, por si acaso capta algún matiz que se le haya escapado al transcriptor. O destacan su ansia por ir más allá en las investigaciones hasta el punto de que no ve nunca el momento de cerrarlas. Y eso, que de entrada no es malo, no siempre juega a su favor.

De no ser porque es un no creyente declarado se podría decir que en el pecado lleva la penitencia. Pero en su caso es más preciso convenir que su cara es a la vez su cruz. «Quiere abarcar tanto que al final se le escapa de las manos», aseguran de él compañeros que valoran tanto como les enerva su meticulosidad «porque al final eso no es operativo», precisan. Vamos, que de ser por él, por poner un ejemplo, Al Capone, lejos de haber caído por una simple evasión de impuestos, aún estaría moviendo los hilos de la delincuencia en Chicago mientras este fiscal le seguiría investigando para pillarle con las manos en la masa de delitos más graves. Para que pagara por todo lo que había hecho. No más, pero tampoco menos. La Justicia en el estadio más puro pero donde también puede aplicarse aquello de que lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Nacido en el desierto (sus padres vivían en Sidi Ifni) y criado en el corazón del Sáhara hasta los quince años, allí se le quedó parte del suyo cuando emigró a la tierra de su madre, Alicante, y hacia allá dirige la mirada y su pasión siempre que puede. No en vano, buena parte de su bibliografía versa sobre la situación no resuelta de sus conciudadanos, a los que no duda en echar una mano siempre que puede, aunque eso le acarree algún disgusto en su otra vida, la judicial.

Centrado durante los últimos tres lustros en la lucha contra la corrupción y nada amigo de fastos y convencionalismos sociales, Briones se ha lanzado contra todo pronóstico a la carrera por la jefatura de la Fiscalía sin más aval que su proyecto de lo que debe ser un Ministerio Público proactivo en el que toda la plantilla se implique por igual en lo que entiende que es la tarea de un fiscal. Un concepto de servicio público en el más amplio sentido de la palabra que entronca con el espíritu del malogrado Miguel Gutiérrez, referente aún hoy para muchos colegas y al que, de ser él el elegido como fiscal jefe, le dedicará un logro que no se le presenta fácil. Por mucho que haya quien piense que los vientos, aunque no vengan del desierto, juegan a su favor.

Jorge Rabasa. El hombre sereno

Llegó a la jefatura de la Fiscalía por una carambola del destino «y porque nadie la quería», precisa como si necesitara dar una justificación que nadie le ha pedido. Quien estaba previsto que se presentara para el cargo se echó al final atrás y, espoleado en gran medida por el que había sido su jefe durante años, y de quien se confiesa devoto absoluto, el exfiscal superior Ricard Cabedo, se lanzó a un escenario en el que no se ha arrepentido de estar, por mucho que a veces se queje por la boca pequeña. Todo lo contrario. Le gusta. Y mucho. Buena prueba de ello es que busca repetir cuando ahora sí hay quien quiere ocupar el puesto, lo que le eximiría de la responsabilidad de seguir en la brecha.

A su favor juegan más de seis años de una gestión que la Inspección no se cansa de elogiar. Loas que para este valenciano alicantino son parte de su leitmotiv. No en vano es el reconocimiento a una laboriosa tarea de organización de una plantilla que supera el centenar de fiscales y más del medio centenar en personal de administración. Una función que compagina con su asistencia a juicios. «No quiero dejar de hacerlo. Me relajan», dice.

Tranquilo, sereno, enemigo de la confrontación y partidario de solventar los conflictos con el diálogo y, a ser posible, sin que de ellos quede rastro por escrito, quienes de él elogian estas cualidades también anotan debes en su cuenta de resultados. Un lado oscuro que fijan en su obsesión, casi como un mantra, por quedar bien con todo el mundo. «Puede decir una cosa y la contraria dependiendo de con quien hable para contentar a todos», concretan.

Alérgico a todo lo que implique tomar partido, muchos de sus colegas valoran tanto su «su facilidad para relacionarse con Madrid» como se lamentan del «poco peso de la Fiscalía pese a ser la cuarta del país». Eso y que «no decida nada sin consultarlo antes arriba, que lo pregunte todo, hasta lo más insignificante».

Padre de una recién incorporada a la carrera fiscal (al igual que Briones, quien también tiene un hijo en el Ministerio Público), este civilista cree que tiene tablas y proyecto para un segundo mandato. Al menos fiscales jefes ha conocido. Durante estos seis años, de Torres-Dulce, que le nombró, hasta la actual, Dolores Delgado, seis. Y ha sobrevivido a todos.

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