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La última primavera de Blanca Rosa y José Miguel

Miembros de una generación que parecía poder con todo, una pandemia les ha matado en soledad

El buzón de José Miguel y Blanca Rosa en el portal de su edificio en el barrio de Colonia Requena. rafa arjones

Ella, pequeña y resuelta, había sido profesora de Matemáticas y era la responsable de la logística doméstica, la que se encargaba de hacer la compra que luego su marido subía a casa tirando de una cuerda desde el balcón del cuarto piso que era su hogar. Porque él, alto, delgado y de quien no ha trascendido en el vecindario cuál había sido su ocupación, rara vez pisaba la calle. Al menos así les recuerdan en Colonia Requena, uno de los barrios más deprimidos de Alicante en el que Blanca Rosa y José Miguel se instalaron hace décadas procedentes de Madrid. Y donde murieron con apenas unos días de diferencia a principios del pasado mayo, aunque sus cadáveres no fueron encontrados hasta el miércoles, cuando ya habían pasado más de dos meses.

Sus nacimientos tampoco distaron mucho. José Miguel, en mayo del 30. Blanca Rosa, en julio del 31. Miembros natos de esa generación que traía de serie fortaleza de sobra para afrontar los reveses, por duros que fueran (una guerra en su más tierna infancia, una postguerra pródiga en trabajo y necesidades?,) todo lo habían superado juntos. Pero la pandemia pudo con ellos. Y también juntos se los llevó. Juntos y solos. Acorralados por el confinamiento. Primero ella. Él entonces la acomodó en la cama,cubrió su cuerpo con una colcha y le colocó un crucifijo en el regazo. Lo que ocurrió entre ese instante y el momento en que José Miguel se dio por vencido solo él lo sabe. No hubo testigos.

Pero lo que la Policía encontró la noche del miércoles en el último piso del número 11 de la calle Plata, después de que un bombero del servicio municipal de Alicante accediera a la vivienda por una ventana y abriera la puerta, fueron los cadáveres esqueletizados de un hombre y de una mujer de avanzada edad. Cada uno en su cama y en habitaciones distintas, aunque contiguas. Ella, con esa guisa de mortaja. Él, recostado y vistiendo un batín. Y la convicción de que las muertes se habían producido con apenas días de diferencia hacía al menos un par de meses. El grado de descomposición que presentaban los cuerpos era muy similar y permitía datar los decesos en los primeros días de mayo.

Alguna pista

Es todo lo que se va conocer de estos fallecimientos porque autopsia no va a haber. En tiempos de covid es una práctica vetada salvo sospechas de que trate de muertes violentas, lo que los forenses han descartado en este caso. Ni asesinato ni suicido. Decesos naturales cuya causa última ambos se han llevado a la tumba, aunque alguna pista sí se preocuparon de dejar.

Fue en forma de nota manuscrita sujeta en el cristal de una de las puertas de la vivienda donde rezaba: «En esta casa hay coronavirus». Junto a la frase aparecían anotados teléfonos de servicios sanitarios y de emergencias y las fotocopias de los documentos de identidad del matrimonio. Como si quisieran dejarlo todo preparado y facilitar la tarea a quien viniera detrás.

En la vivienda, con las persianas bajadas, todo en perfecto orden. Muchos muebles, más cuadros y adornos y un no menos nutrido muestrario de medicamentos que Blanca Rosa tomaba. Aunque ni las dolencias ni la edad le impedían bajar a hacer la compra en algunas de las tiendas regentadas por marroquíes que pueblan el barrio. En una de ellas, la carnicera Halal Requena, la recuerdan antes de la pandemia llevándose zumos, fruta y, en una ocasión, un melón demasiado pesado para ella, por lo que precisó ayuda. Pero poco más. No eran Rosa Blanca y José Miguel muy amantes de la vida social ni de las relaciones de vecindad. Tanto es así que en el arranque de la pandemia declinaron con amabilidad el ofrecimiento de algún vecino a llevarles la compra o tirarles la basura. «Son de los que abrían la puerta con la cadena puesta o solo una rendija», relata uno de ellos.

Tampoco tenían hijos y la Policía se afana ahora por localizar a sobrinos u otros familiares a los que comunicar el fallecimiento. Aunque eso ahora a Blanca Rosa y a José Miguel les debe dar igual.

Bomberos Más auxilio a personas mayores que a extinción de fuegos

Bomberos Más auxilio a personas mayores que a extinción de fuegosEl auxilio a personas mayores se ha convertido, en contra de lo pudiera parecer, en una de las principales tareas del Servicio de Extinción y Prevención de Incendios y Salvamento (SPEIS) de Alicante. Así lo relata el bombero al frente del operativo que se desplazó al domicilio de Blanca Rosa y José Miguel tras ser requerido por la Policía. «Hacemos más este tipo de servicios que extinción de incendios», relata el bombero al que, aún así, le sorprendió el hallazgo de los dos cadáveres. «Lo normal suele ser uno o ayudar a alguien que se ha caído, pero no dos», precisó.

Solo un efectivo del equipo que se desplazó al número 11 de la calle Plata entró en el domicilio. Y lo hizo debidamente protegido para evitar contagios. «No tenía sentido poner en riesgo a más personas cuando no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar». Y lo que se encontraron fue a una pareja muerta y la puerta cerrada con la llave puesta por dentro.

Vecinos «Habrá más casos como este»

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Entre indignado y resignado acoge el presidente de los vecinos de Colonia Requena, Antonio Colomina, la noticia del doble fallecimiento en su barrio. «Este problema lo conoce Barcala desde antes de ser alcalde y es el responsable de consentir que los servicios sociales no hagan nada. No es la primera vez que ocurre. Hace dos años encontramos a otra persona muerta en su casa». Afanado en servir comida donada a quienes se acercan a lo que en tiempos mejores fue su bar, el Loro, este representante vecinal se queja de que «durante estos cuatro meses de encierro no se ha visto a nadie del Ayudamiento por aquí, ni han llamado por si necesitábamos algo. Y no me extrañaría que hubiera más casos como el de esta pareja. Empecerán a abrir pisos y aparecerán muertos. Pero a nadie parece importarle», se lamenta.

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