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La cuarta vía

El final de la cuarentena en el Reino Unido, ¿la clave para reconducir la campaña turística?

Una de cal y otra de arena. El arranque más que complicado de la temporada turística en la Costa Blanca se ha topado esta semana con dos decisiones que pueden marcar lo que queda del año, que no es poco. El fin de la cuarentena para los turistas británicos, que desde el próximo viernes pueden regresar al Reino Unido tras las vacaciones sin tener que enclaustrarse después en el salón de su casa durante dos semanas -medida que también afecta a los alicantinos que quieran viajar a Londres-, y la prohibición, «sine die» para la escala de cruceros en los puertos españoles hasta que acabe la crisis sanitaria por el covid-19, lo que amenaza con triturar la temporada en el Puerto de Alicante, ya castigado por la quiebra de la naviera Pullmantur, que esperaba contar con el primer barco a finales de este mes de julio y seguir a partir de septiembre con otras 19 escalas hasta final de año.

Todo queda en el aire al capricho de cómo evolucionen la pandemia, los contagios, los brotes y la vara de medir del Gobierno, que en todo lo relacionado con el covid-19 nos regala sorpresa tras sorpresa. A finales de la semana pasada el BOE publicaba la prórroga para la prohibición de los cruceros turísticos (ignoro por qué no se puede controlar el pasaje de un crucero pero sí se puede a los pasajeros de un vuelo), pero todavía sigue sin aclarar si permitirá la reanudación de la línea marítima entre Alicante y Argelia, lo que de llevarse a cabo sería, además, un agravio importante al beneficiar a unos pasajeros sobre los cruceristas, además del agujero económico para Alicante y los municipios que reciben excursiones al quedarse sin estos turistas.

Pero bueno, guiados siempre por el optimismo y por el deseo de que no se vuelva a cerrar la economía -la prevención frente al covid es crucial pero una bancarrota empresarial dejaría al virus como un simple resfriado-, hay que celebrar que las gestiones del Ministerio de Asuntos Exteriores hayan llegado a buen puerto -en este caso aeropuerto- y el hecho de que desde mañana los turistas británicos que regresen de Benidorm, Calp, Torrevieja o Alicante, (en la capital de la provincia también hay ingleses en los hoteles) no tengan que guardar una cuarentena puede marcar un punto de inflexión clave para el devenir de la temporada en los próximos cinco meses. Hasta ahora las reservas de los británicos para julio y agosto no existían y no porque no hubiese ganas de viajar a la Costa Blanca, sino porque los hoteles que trabajan este mercado siguen cerrados en su mayoría.

Despejada la incógnita y con el empujón icónico de los reyes Don Felipe y Doña Letizia posando en Benidorm el viernes pasado, la temporada, si el covid lo permite, puede dar un giro. Hoteleros que veían perdido el año y que, la realidad por delante, siguen viéndolo complicado, han mejorado el ánimo y esperan que en lo queda de mes pueda recuperarse la actividad, lentamente, esa que ha estado bloqueada hasta hace un par de semanas.

Y bien que lo necesitan empresarios y trabajadores del sector (muchos en el paro desde marzo y sin cobrar prestación) que han visto, una vez más que el turismo se sigue considerando la Cenicienta del cuento para todo aquel que llega al Gobierno en Madrid. El problema de los ERTE no termina de arreglarse pese a la tirita que ha supuesto su prolongación hasta septiembre. La patronal turística nacional, la autonómica y la provincial, que en este caso es la misma pues para ello el 80% de la actividad turística autonómica se desarrolla en la provincia de Alicante, lo viene advirtiendo desde marzo. Todo lo que no sea prolongar los ERTE hasta final de año o, mejor aún, hasta la primavera de 2021, puede quedarse en nada. En la Costa Blanca, presidente Sánchez, la temporada se alarga todo el año y el invierno también es estratégico, aunque solo sea para mantener los puestos de trabajo. Este invierno no habrá IMSERSO y los extranjeros que ocupan las plazas entre noviembre y abril también son personas mayores y, por lo tanto, más expuestas al covid-, de ahí que nadie sabe qué puede ocurrir. Bueno, muchos empresarios si lo han advertido en público en privado. Si no hay cobertura, el otoño puede derivar en una sangría laboral sin precedentes.

Los últimos datos sobre la pandemia tampoco ayudan. la «nueva normalidad» ha traído los primeros rebrotes, casi todos importados y hasta parece que Sanidad ha relajado las medidas profilácticas -hay hospitales en la provincia en los que, al menos hasta hace una semana, se han dejado de hacer test a los pacientes que acuden a realizarse sus operaciones programadas tras reanudarse la actividad de los quirófanos-. Un rebrote importante sería letal para la economía de la provincia. Por supuesto que con la salud no se juega, pero cerrar el turismo en plena temporada representaría el colapso para la provincia. Por ello, quizá la Policia Local debiera estar más pendiente de controlar a la gente que entra en los pubs sin mascarilla, que de medir al milímetro si te pasas del poste en las playas.

Y hablando de playas y aunque en este caso no tenga relación directa con la pandemia -al menos la provocada por el covid-19-, resulta vergonzoso e indignante que tras detectarse en enero la fuga de hidrocarburos en la playa alicantina del Postiguet, las labores de descontaminación de la playa alicantina -la que sale en los telediarios, anuncios y folletos- sigan en julio y nadie sabe su final, y hayan llenado de olores inaguantables, incluso vomitivos, la fachada marítima de la ciudad. Y no valen excusas como el que se parara la actividad en marzo. Dos meses hubo antes. Negligencia de aquellos que juegan a gestores turísticos y que, una vez más, se han cubierto de gloria. Ya sabemos qué playa de la Costa Blanca es firme candidata a perder su bandera azul en 2021. En pleno verano, cerrada en gran parte y oliendo a gasolina. Y esta vez la culpa no es del puerto y su actividad, aunque estén pegados.

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