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Sostenibilidad tras la Covid-19

La fábula de la pandemia

«Playas renaturalizadas» y regreso de especies a parajes rafa arjones

La sabiduría popular puede ser tan cruel como certera. Tanto, que definir a través de ella una evidencia puede parecer Ciencia. En esta fábula de dos personajes, por desgracia muy alejados, casi antagónicos, y ocurrida en pleno confinamiento ante la actual pandemia, la Tierra estaría pensando en voz alta: «No hay mal que por bien no venga» -lo que vendría a reflejar con tino el alivio que siente la Naturaleza al caer a mínimos históricos la presión del hombre-. Por su parte, el protagonista humano, con una sonrisa maligna ya tendría su respuesta: «Ni mal que cien años dure»? Un tercer personaje, al que no se ve, pero al que se escucha hablar desde las alturas -como la Biblia narra que Yahvé se dirigió a Moisés-, diría con voz profunda: «Espabilad. Escuchad a los científicos. Tierra y hombre formáis parte de un todo único. No enferma uno y el otro se mantiene sano».

Ya aquí y ahora, fuera de cuentos o libros sagrados, nos disponemos a escuchar a científicos alicantinos de muy diversas ramas, desde climatólogos a biólogos, expertos en paisaje, contaminación y territorio, físicos, ambientólogos, edafólogos o botánicos.

Este periódico ha acudido a ellos para comprobar qué efectos positivos ha podido tener el obligado aislamiento del ser humano y qué tipo de medidas deberían adoptarse para que este avance natural pudiera convertir en un motor del desarrollo sostenible de la provincia.

Reflexión preliminar

Antes de desgranar la evidente mejoría de los ecosistemas, los investigadores coinciden en señalar, de una u otra manera, que «el hombre es un elemento esencial del planeta y, por tanto, una especie con mucha responsabilidad en mantener los ecosistemas», puntualiza el profesor de Ciencias Ambientales y director del Programa de Doctorado en Medio Ambiente y Sostenibilidad en la UMH, José Navarro Pedreño.

En la misma línea, el catedrático de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales de la UA, Eduardo Galante, asegura que «la crisis sanitaria y social ha puesto de manifiesto hechos que desde el mundo científico se venían repitiendo con escaso eco. Que a nivel mundial nos hayamos tenido que confinar, pone de manifiesto la gran fragilidad de nuestra especie ante la fuerza de una naturaleza a la que hemos maltratado de manera brutal, especialmente en los últimos cien años».

Galante tiene una teoría sobre el origen del coronavirus: «no debemos dudarlo, viene de la naturaleza, de esos medios destruidos y alterados por nosotros, no es un engendro de laboratorio, es la consecuencia de que hemos ignorado que en nuestra mano estaba la medida preventiva, cuidar la Naturaleza, no destruirla y utilizarla a nuestro antojo».

También reflexiona el profesor de Botánica de la UA, Segundo Ríos, investigador del Cibio y director de la Estación Biológica Les Torretes: «Los ecosistemas mediterráneos han sido modelados con la interacción humana y buena parte de su biodiversidad depende del mosaico creado entre la vegetación más madura (bosques y matorrales altos), zonas de vegetación natural más baja (pastizales, tomillares, etc) y las zonas de cultivos agrícolas tradicionales, por eso es tan importante mantener la ocupación humana en el medio rural. La "España vaciada" será catastrófica para nuestra diversidad biológica».

El profesor de Ecología de la UA Carlos Martín Cantarino cree que «para mucha gente la crisis ha tenido una consecuencia importante: la de haber constatado la importancia de la salud y de lo ambiental. Todo puede ser englobado en un término, ya muy usado en ecología, el de "salud" o "salud ambiental". No hay salud humana sin salud de los ecosistemas, porque los seres humanos, por muy artificialmente, urbanamente que vivamos, no dejamos de ser parte de un ecosistema».

Efectos del aislamiento

Habían cesado los aplausos y sirenas de las ocho y seguía en su balcón en Crevillent, a pocos kilómetros del parque natural de El Hondo. Espectaculares graznidos de flamenco «alteraban» la silenciosa calma del casco urbano. Nunca había reparado en ello. El confinamiento había obrado el milagro. El encierro del ser humano en sus casas ha traído consigo un espectacular avance de la naturaleza no solo en los entornos naturales, también en los urbanos. Hace unos días, un técnico del Juzgado Privativo de Aguas de Almoradí captaba la imagen de dos nutrias retozando entre el fango y las aguas Del Río Segura. Hacía más de un año que había detectado huellas de estos animales, pero la confianza no les ha llegado hasta que la presión humana ha bajado hasta mínimos históricos en el Azud de Alfeitamí.

Otro ejemplo del avance natural se daba en Torrevieja. En plena playa de La Mata, el chorlito patinegro volvía a anidar, según constataba el biólogo municipal, que atribuía la aparición de este ave protegida a la «gran tranquilidad» vivida en los dos últimos meses en el ecosistema.

En este sentido, el director científico del Instituto de Ecología Litoral, Gabriel Soler, sentencia que «indiscutiblemente, la menor presencia humana en el litoral y playas, ha concedido un pequeño respiro a los ecosistemas con mayor estrés ambiental. Esta circunstancia es difícil que se consolide en recuperar la normalidad, pero sería muy bueno intentar preservar esa inercia positiva. También será fundamental asegurar la correcta gestión de la ingente cantidad de los residuos sanitarios que, por desgracia, han tenido que utilizarse de una manera masiva para poder contener esta pandemia».

En el mismo sentido, Martín Cantarino destaca que en dunas y playas el efecto del pisoteo es especialmente grave, al que hay que añadir el vertido de residuos y basuras, algo que parece indisociable de la frecuentación humana». El resultado, según Martín, es un «empobrecimiento o banalización graves de ecosistemas especialmente singulares y valiosos para nuestro patrimonio natural. Y estos impactos vienen siendo especialmente graves en primavera por lo que al haber estado de reclusión debe de haber sido un respiro».

José Navarro Pedreño, profesor de Ciencia Ambientales y director del Programa de Doctorado en Medio Ambiente y Sostenibilidad en la UMH, destaca «dos de los aspectos más relevantes de los que podemos aprender de esta crisis». El primero, «la disminución de la actividad del ser humano ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación. No obstante, el objetivo de este año para poder mitigar el cambio climático, lograr en 2020 una reducción de emisiones del 21% respecto a niveles de 2005, no se ha alcanzado. Muchos especialistas dicen que el arranque de la actividad económica, lejos de mitigar, promoverá un fuerte repunte», remarca Navarro Pedreño.

La lección por aprender «no es que debemos quedarnos parados, sin hacer nada, sino que es absolutamente necesario cambiar los sistemas productivos para que se disminuyan las emisiones de gases de efecto invernadero. Si no nos encaminamos a este objetivo, una profunda revisión, un cambio hacia energías limpias, un aprovechamiento integral de residuos y el acompañamiento de una legislación y las ayudas fiscales a los sectores económicos para profundizar en ese camino, no habremos aprendido nada», concluye.

El segundo aspecto por interiorizar «es bien claro: la ocupación y fragmentación del territorio es desordenada, generando inconexiones, degradando el entorno y provocando un medio ambiente poco o nada saludable. Muchos investigadores alertan de que las zoonosis (enfermedad propia de los animales que incidentalmente puede comunicarse a las personas) están asociadas a la fragmentación territorial y a la facilidad de contacto entre el ser humano y el resto de especies que no se encuentran en equilibrio dentro los ecosistemas que habitan». Pero para Navarro, «la realidad todavía es más dura; hemos fragmentado tanto el territorio, hemos ocupado tan dispersamente nuestro medio que hemos destruido los servicios ecosistémicos, desperdiciado recursos y dificultado la renovación de los mismos».

En clave metafórica, Navarro Pedreño explica que «teníamos la gallina de los huevos de oro y, al primer huevo, hemos metido la gallina en la cazuela y ya no tenemos más huevos ni gallina. Esta fragmentación territorial está detrás de la degradación de los suelos, las inundaciones, la pérdida de servicios ecosistémicos, de paisaje de calidad y, sobre todo, de un medio ambiente saludable para el ser humano. Esta es la otra gran lección que debemos aprender, ordenar mejor el territorio y recuperar un medio ambiente saludable».

¿Periodo largo o corto?

«El periodo de confinamiento se nos puede haber hecho largo, pero es muy corto para una naturaleza malherida, y a pesar de todo hemos visto pequeños signos de lo que podría ser si nos comportásemos de otra manera: delfines y ballenas que se acercan, aves más presentes en nuestros parques, cabras montesas, corzos, jabalís, zorros? cruzando calles, y un campo, después de las lluvias primaverales, florido y lleno de vida», describe el profesor Eduardo Galante, quien tiene un responsable claro: «Es la naturaleza que no se detiene y nos recuerda que somos prescindibles para que la vida siga palpitando en el planeta tierra. Es más, también nos manda el mensaje de cómo la vida podría ser de diferente si fuésemos capaces de actuar de otra manera, de superar esa mentalidad cortoplacista y miope que nos lleva a hacer un uso de los recursos naturales que conlleva destrucción del medio donde viven millones de seres vivos que nos acompañan en la aventura de la vida y de cuyo conjunto formamos parte».

La vicedecana de Ciencias Ambientales en la UMH, Juana María Botía Aranda asegura que «el confinamiento ha tenido un efecto beneficioso sobre el medio ambiente y ha sido un respiro para muchas especies. El cese de la actividad humana ayudado a que la naturaleza recobre en parte su equilibrio natural en las ciudades y sus entornos».

El investigador Jorge Mataix-Solera, presidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo y profesor del Grupo de Edafología Ambiental de la UMH, destaca el descenso del ruido. «Hemos disfrutado de más tranquilidad, menos contaminación, que no solo afecta al aire, también al agua y al suelo, éste último siempre el más olvidado». Mataix-Solera destaca «una frase que dice: el aire lo respiramos, el agua la bebemos, pero como no nos comemos el suelo, nos preocupamos mucho menos de él. Sin embargo, del suelo proviene la mayoría de lo que comemos y es fuente de materias primas. Y no hay lugar en la naturaleza con una mayor concentración de especies que los suelos, una biodiversidad muy desconocida. Estos días hemos sentido el alivio de la menor presión humana sobre esa epidermis viva de la tierra que es el suelo».

El profesor Segundo Ríos resalta tres efectos positivos de la cuarentena: «mayor consumo de productos locales, que favorecen la agricultura tradicional y la biodiversidad; mejora ostensible de los ecosistemas litorales y de los fluviales; sobre todo la fauna ha respondido muy rápido».

¿Qué deberíamos cambiar?

Tras reflexionar sobre qué cosas han mejorado, los científicos contestan a la segunda pregunta: Visto lo visto, ¿qué deberíamos cambiar? ¿Qué podría quedarse de lo mejorado? El catedrático de Análisis Geográfico Regional de la UA, Jorge Olcina, destaca que «en el futuro deberían mantenerse los niveles de calidad atmosférica y del agua de estas semanas. Aunque va a ser difícil», reconoce. También ha detectado una «mejora de la vegetación de montaña. Esto debería mantenerse. Respetar las zonas de vegetación, permitir su crecimiento natural». La posibilidad de salir a hacer deporte o pasear por la ciudad «han puesto de manifiesto que no tenemos preparadas las ciudades para el confort ciudadano. El diseño urbano ha pensado más en el vehículo que en el peatón. Tenemos pocas zonas verdes, sobre todo en el centro. Hay que sombrear las ciudades», apunta.

Un proceso novedoso

El climatólogo Jorge Olcina apunta la «disminución de los valores de CO2 en la atmósfera. Este es un proceso nuevo que antes nunca había ocurrido. Desde mediados del siglo pasado las emisiones han aumentado de forma constante hasta marzo de 2020. En Alicante nunca se habían registrado valores tan bajos, tampoco se había producido una mejora tan destacada en la calidad del agua de los ríos y mares».

El profesor Segundo Ríos establece tres soluciones: La primera, «cambiar nuestros hábitos de consumo y buscar principalmente productos agrícolas de cercanía y de áreas rurales». La segunda, «cambiar el concepto equivocado de que una playa o una duna con vegetación natural está "sucia", es un valor ambiental que debería pesar más a la hora de dar banderas azules». Por último, «cambiar la costumbre de usar los cauces naturales como vertederos de basuras, algo de mayor importancia en zonas secas y áridas como la nuestra».

Por su parte, Mataix-Solera apuesta por una vuelta con medidas: «Todos hemos comprobado que una parte de nuestro trabajo se podría hacer online y así reducir el consumo y la contaminación. Deberíamos ganar espacio en nuestras ciudades para la bicicleta y aprender de todo esto que la mejor vacuna para nuevas pandemias es preservar la biodiversidad, y por tanto preocuparnos más por la ciencia y el medio ambiente, invertir más en ellos», concluye Mataix-Solera.

La profesora de la UMH Juana María Botía considera «evidente» que debemos cambiar «nuestra actitud con la naturaleza porque ella es una aliada necesaria para garantizar nuestra salud. Debemos cambiar el diseño y las prácticas de mantenimiento-gestión de zonas verdes urbanas y rurales, proteger el suelo y el arbolado».

Botía es optimista: «Tendremos un futuro mejor si logramos mantener la actividad laboral online, aumentamos la movilidad por bicicleta, tranvía o autobús, que la alimentación sea variada y tradicional basada en fruta, legumbres y verduras, debemos disminuir la cantidad de residuos y que nuestro consumo sea racional, no el reflejo de una sociedad adictiva y enfermiza por un estilo de vida que sólo conduce a la destrucción del planeta....despertemos, ¡aún estamos a tiempo!». La científica concluye: «De situaciones límite debemos aprender y salir más reforzados en la concienciación de que el problema y la solución está en nosotros».

El profesor Galante se muestra muy firme en sus conclusiones: «Si no salimos de esta crisis entendiendo que la mejor protección frente a nuevas pandemias es una naturaleza rica en diversidad, conservada y que funcione como un engranaje, donde todas las especies tienen su papel y son imprescindibles, volveremos a cometer los mismos errores y padeceremos, sin dudarlo, nuevas pandemias en un futuro próximo».

En un mundo natural, rico en seres vivos, donde los procesos fluyen de manera constante, «tendremos agua y atmósfera limpia, suelos fértiles y conservados, seres vivos muy diversos y la posibilidad será menor de que los virus y otros patógenos salten a la población humana. El problema es que la duración del confinamiento, a pesar de todo, ha sido breve, y se nos va a olvidar con facilidad. Ciertas actitudes que ya estamos viendo de regreso a la anhelada normalidad de la vida diaria, hacen pensar que por desgracia poco hemos reflexionado sobre los graves momentos que atravesamos para la vida de la humanidad y su futuro».

El investigador asegura que «oigo hablar de desarrollar nuevas tecnologías, nuevos modos de relacionarnos entre los humanos, nuevas modalidades de viajar y creemos que en la tecnología tendremos la solución. Esto simplemente será el remedio curativo, pero el preventivo, y de menor coste para todos, debería ser el impulsar cambios en nuestros hábitos de vida, replantear nuestra escala de valores y en definitiva cambiar nuestros modos de vida y de relación con la naturaleza».

Visión ecologista

Desde la asociación Amigos de los Humedales del Sur de Alicante, su portavoz, Sergio Arroyo, afirma que «lo más destacable y evidente es que en poco tiempo podemos conseguir que un bien tan importante como el aire que respiramos cada día en ciudades como Elche o Alicante no provoque enfermedades o agrave las que padecemos».

Por ello, Arroyo apuesta por medidas de éxito en muchos países de Europa como promover una eficiente red de transporte público. «Sin duda en Alicante esta medida pasa por la construcción de una línea de tren de cercanías que dé servicio a los municipios costeros del sur y, por otro lado, la mejora y modernización de la obsoleta linea férrea Alicante-Murcia. La peatonalización de los centros urbanos, la creación de una amplia red de carriles bici, la construcción de aparcamientos disuasorios a la entrada de las ciudades y penalizar fiscalmente los vehículos más contaminantes e incentivar los eléctricos».

La contaminación del aire baja un 40% en Alicante y Elche

La contaminación del aire baja un 40% en Alicante y ElcheLas estaciones de medición de partículas contaminantes de las principales ciudades de la provincia han reflejado que la contaminación del aire ha caído hasta un 80% durante el confinamiento. De este porcentaje, un 40% se podría relacionar directamente con la disminución del transporte, según expone el experto en contaminación atmosférica, el profesor del departamento de Física Aplicada de la Universidad Miguel Hernández (UMH) Javier Crespo.

Sobre qué podríamos no cambiar en la vuelta, Crespo considera que «se debería favorecer el teletrabajo como medida para rebajar la contaminación, aumentar la importancia de las energías renovables, hacer un balance sobre la necesidad de la mejora de la calidad del aire con las consecuencias socioeconómicas que pudieran derivarse de la restricción del transporte basado en combustibles fósiles».

Menos destrozos de motos y bicicletas de montaña

Menos destrozos de motos y bicicletas de montañaEl investigador de la UA Carlos Martín Cantarino lamenta un problema de presión humana sobre el medio, aliviado por el aislamiento social. «Desde hace ya años, uno de los problemas más importantes para nuestros espacios naturales es la proliferación de actividades poco respetuosas y, además, ilegales: el motocross, las bicicletas de montaña que se salen de las pistas, por no hablar de los quads. Incluso la organización de carreras masivas, con cientos o miles de participantes deseosos de una actividad "en la naturaleza", cuyas participantes parecen no saber que precisamente están contribuyendo con eso a degradar la naturaleza (los organizadores lo saben bien, puesto que desobedecen una y otra vez a gestores y expertos, convocan esas actividades por las redes, a veces sin permisos, y sólo están atentos a sus ganancias)», dice.

«Lo vengo oyendo en reuniones y Juntas de Protección o Rectoras, en el Parque Natural de La Mata-Torrevieja, en el Paisaje Protegido de las sierras del Maigmó y del Sit, en el Arenal de Petrer, pero lo podemos ver casi cualquier fin de semana en cualquier de nuestros montes o espacios naturales», critica.

Los impactos «son gravísimos: ruido, molestias a la fauna (a veces irreparables, como cuando afectan a aves en nidificación), erosión de sendas y taludes, destrucción de la vegetación, incluyendo plantas amenazadas y formaciones vegetales sensibles, aparte de los riesgos a otros usuarios del monte más respetuosos, y los daños causados irresponsablemente a los propietarios de las fincas de montes, agricultores, mantenedores de estos ecosistemas mediterráneos, que se enfrentan a una "plaga" de irresponsabilidad que les supera, como han denunciado ya tantas veces. Tenemos muchos datos al respecto, y son preocupantes».

Esta primavera, Martín destaca que «no ha habido nada de eso, o poco, y habría que analizar los beneficios que ello ha traído sobre nuestros montes, por ejemplo, en el éxito reproductor de algunas de nuestras especies más amenazadas, como las grandes rapaces. Esperemos que sirva de reflexión y que se incremente la vigilancia policial», sentencia Martín Cantarino.

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