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Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

Cien euros por no llevar mascarilla, y otros cien por tirarla en la calle

A medida que se han sido suavizando las medidas de prevención contra el covid-19, y Alicante y el resto de la provincia han ido entrando en lo que no se quien definió como la «nueva normalidad» -para nota la horterada del autor- en muchas calles, urbanizaciones, viviendas particulares, plazas, playas? y demás lugares públicos que no sean tiendas, bares, restaurantes y supermercados se ha generalizado la sensación de que «todo ha pasado ya», aquí no hay virus y si se da algún rebrote la culpa será de los turistas, de los madrileños si el origen es español o de los británicos si llega del extranjero. Y nos hemos quedado tan anchos.

Mascarillas y guantes por el suelo, y agentes de la Policía Local multiplicándose para disolver los «botellones» de cientos de jóvenes y no tan jóvenes, irresponsables, que tienen la sensación de que el coronavirus no va con ellos, que es una cosa de ancianos y enfermos. Mascarillas y guantes flotando en el mar, y los mismos agentes llamando la atención a muchos mayores, los de mayor riesgo de contagio y males peores, que, desde el primer día, incluso cuando todos estábamos confinados, han seguido haciendo la vida normal y moviéndose por la calle -no todos por supuesto- sin protección. Pues no, esa no es la actitud que debe presidir nuestro comportamiento porque el covid-19 no se ha ido. Ha destrozado a miles de familias, ha arruinado a miles de personas y está ahí porque vino para quedarse, a la espera de que en unos meses pueda comenzar a comercializarse una vacuna que haga frente a la tragedia.

Por eso, durante mis paseos matinales y vespertinos -yo ya era de andar, pero ahora, si cabe y por aquello del teletrabajo, procuro estirar, como casi todos, las piernas en cuanto se puede- cuando veo no una, ni dos, sino varias mascarillas en el suelo durante mi ruta, algunas incluso junto a las papeleras, me cabreo, desespero e indigno ante tamaña irresponsabilidad.

Virólogos, expertos y gestores en la lucha contra la pandemia se han hartado de decirnos en las últimas semanas que la disciplina que seguimos durante el confinamiento fue clave para reducir los contagios, aliviar los hospitales y, en definitiva, salvar vidas. Se han hartado de repetirnos que el lavado de manos y la distancia social son las mejores estrategias contra el virus. Pues no. A medida que han avanzado las fases de la desescalada hasta llegar a esta semana, nos hemos ido confiando. Mucha gente ya no usa mascarillas salvo si tiene que entrar a lugar público, y porque si no nadie le deja acceder, y, por supuesto, el distanciamiento social prácticamente ya no existe. Cierto es que puede parecer ridículo que te impongan la mascarilla pero que al llegar a la terraza de turno te la puedas quitar sin problema para debatir, tocar, besar? a tus amigos junto a una cerveza. Es incongruente, pero el peligro existe y no parece que seamos conscientes de ello.

Hay virólogos que advierten de un posible rebrote incluso en julio, lo normal es que se produzca en otoño (la referencia es la gripe), y si no seguimos a rajatabla las medidas de autoprotección y, de paso, de protección hacia los demás, lo podemos volver a pasar muy mal, aunque la UCI de los hospitales se hayan llenado de respiradores.

A la crisis sanitaria ha seguido, además, una económica sin precedentes. Miles de trabajadores siguen en ERTE, muchos ni han cobrado un euro de la prestación desde primeros de marzo -solo tengo que mirar a mi alrededor para afirmarlo- los bancos se han portado, pero asumiendo un riesgo latente de que se pueda disparar la morosidad en los próximos meses si la realidad laboral no mejora y, no queremos ni pensar, qué le sucedería a España en general y a la provincia en particular si el Gobierno vuelve a verse obligado a parar la economía y a mandarnos a todos a casa, de nuevo. Un Ejecutivo que no comenzará a recibir el maná de Europa hasta otoño y que sigue sin resolver temas tan importantes como los ERTE en el turismo y los servicios, lo que puede terminar en ERE masivos y hasta en la desaparición, por ejemplo, de parte del tejido industrial, ese que aporta el 24% del PIB de la provincia. Por ello, ahora que llega julio y aumenta el contacto social, la responsabilidad y la prevención deben ser máximas, pero sin alentar tampoco la turismofobia. Todos nos merecemos unas vacaciones. Cien euros de multa por tirar la mascarilla al suelo. Cien no, trescientos. En Alicante estamos a doce mil kilómetros de la disciplina de Pekín y aun así en China también hay rebrotes. Para que tomemos conciencia de la peligrosidad del coronavirus.

Y ahora que volvemos a la playa, un aviso. Las autoridades sanitarias aseguran que el verano puede ralentizar, que no parar, la pandemia de coronavirus en los países y zonas que se adentran en las estaciones más calurosas como es nuestro caso, donde nos espera un verano muy caluroso. De ahí que muchos se pregunten si la enfermedad puede transmitirse o contagiarse a través del agua, la arena o el césped que suele rodear a las piscinas. Dado que no existen estudios específicos de la supervivencia del covid-19 en entornos acuáticos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha basado sus recomendaciones sobre el tema en las evidencias científicas recogidas para otros coronavirus con una conclusión que no es tajante, pero que si debemos tener presente. La morfología y la estructura química de este virus es similar a las de otros coronavirus para los cuales si existen datos de supervivencia. Lo dicho, responsabilidad, primero por la salud y segundo por la economía. El covid-19 ha llegado para quedarse, hay que acostumbrarse a vivir con él, sin ignorarlo. Los cerca de 30.000 muertos -por decir una cifra- en España y los miles de sanitarios y otros colectivos que han estado en primera línea desde marzo se lo merecen.

Esta misma semana en algunas comarcas de Huesca se ha vuelto a la fase dos y en Novelda se descubrió una fiesta ilegal donde, además de irresponsables, los participantes fueron tan tontos como para subir algún que otro vídeo a las redes sociales. El covid-19 no se ha ido, ha dejado secuelas, miles de personas han perdido a algún familiar o amigo y otras tantas se han ido de cabeza al paro. Los datos están ahí, pero parece que a muchos les da igual. Avisados estamos. Y la penúltima. Resulta patético e irresponsable que se hayan empezado a señalar a madrileños y británicos como potenciales culpables de un rebrote del covid-19 en una provincia ligada desde hace más de 50 años a estos visitantes. Lo que nos faltaba ahora en la Costa Blanca es que se alentara la turismofobia a la puertas ya de esta temporada turística que arranca frágil y que hay que intentar salvar.

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