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La cuarta vía

La cuarentena en el Reino Unido, la gran amenaza para la temporada turística

La lenta evolución de la desescalada del covid-19 en el principal granero de turistas de la provincia vuelve a ensombrecer el verano en la primera gran crisis desde 1970

El director de un colegio de Manchester en el que estudia el hijo de unos buenos amigos les comentaba hace unos días que todo está preparado en el centro para que las clases se reanuden en septiembre añadiendo, sin embargo, que no apuren el viaje de regreso de su alumno al Reino Unido, aconsejándoles que se pusieran como fecha límite el 15 agosto por aquello de la cuarentena. No las dos semanas que hasta hoy domingo han tenido que pasar los turistas extranjeros que han comenzado a llegar con cuentagotas a la Costa Blanca y que desaparece desde hoy, sino la impuesta por el premier británico Boris Johnson en el Reino Unido, granero de turistas para la provincia y donde el covid-19 no está todavía ni mucho menos controlado. Es decir, que un turista inglés que esté planteándose volar a Calp sabe que cuando regrese deberá confinarse en su domicilio, salvo que sea uno de los más de 71.000 británicos que tienen segunda residencia en la provincia, como es el caso de los que hoy vuelven con Ryanair.

Las palabras del director del centro inglés, aunque nada tengan que ver con la temporada turística, ¿o sí?, dejan claro que por mucho que se note más alegría en las calles y en las playas, los meses centrales del verano van a ser más que complicados, y muchos empresarios empiezan a echar ya en falta a esos británicos «calcinados» por el sol y disfrutando de las cervezas mientras se sientan frente a la tele en un pub a ver la hazañas de su equipo de fútbol. Y es que, por mucho que nos quejemos del ruido y sus excesos -tampoco mucho más que el que producen el resto de los turistas jóvenes en vacaciones, sean de Liverpool o de Toledo-, sin turismo británico la temporada se puede quedar más que corta. Otro análisis es si se puede seguir así en el futuro. Estamos ante la gran crisis de un mercado que hasta ahora no había fallado nunca desde 1970. Ni la devaluación de la libra entre 2004 y 2008, ni los precios baratos de Turquía y Túnez, ni el Brexit habían restado los turistas bloqueados ahora por el virus.

De ahí de que el aviso del director del colegio de Manchester haya cobrado una importancia capital. El covid-19 se ha llevado ya por delante en el mundo a diez compañías aéreas y no solo low cost. Las aerolíneas británicas que mueven dos millones de turistas en verano, han aplazado hasta mediados de julio sus operaciones con la provincia de Alicante, hecho que incide directamente en la reserva de vacaciones y, por ende, en la reapertura de los hoteles, muchos de los cuales va a reabrir en los próximos días más por prestigio y responsabilidad social con los miles de trabajadores que lo esperan en sus domicilios, que por la convicción de que este verano se pueda ganar dinero. La cuarentena en el Reino Unido tiene, de momento, un efecto mucho más perverso que la que impuso el gobierno de Sánchez y, lo que es peor, nadie sabe cuándo se levantará. De aquí, que las reservas británicas estén paradas por mucho, y nadie lo duda, que los británicos estén deseando coger un vuelo y plantarse en Benidorm. Lo peor es que, hoy por hoy, hay pocas alternativas para tapar sus huecos, y por mucho que se confíe en el turista nacional, desde el de Santander al de Zaragoza pasando por el madrileño o el Xátiva, los resultados del sector no serán los mismos sin el turista inglés, de ahí que se haya vuelto a disparar la incertidumbre. Quizá a partir de agosto la situación mejore y que el último trimestre del año sea bueno, pero las previsiones de que esto no se va a resolver hasta bien entrado 2021 o incluso 2022 no alientan el optimismo.

La cancelación de vuelos en España y también en el resto de aeropuertos europeos va a provocar que el aeródromo de Alicante-Elche pierda este año en torno a ocho millones de pasajeros y caiga al nivel de tráfico de hace 20 años. La terminal ha estado prácticamente cerrada al tráfico. Tres mil personas, con mejores o peores contratos, que trabajaban en el aeródromo, se han quedado sin empleo y, lo peor, nadie sabe calcular exactamente cuándo se podrá recuperar la normalidad. Aviones que hasta el año pasado nos traían al 40% de esos turistas que han permitido, junto a otras industrias, que la provincia de Alicante sea la quinta de España gracias a los casi 16.000 millones euros que aporta el turismo al PIB. Un turismo que ha contribuido a la transformación para bien de la provincia, y que no podemos dejar que vuelva a los años 60, ni cometer los mismos errores que nos hacen estar ahora, por ejemplo, pendientes de que el turismo británico se constipe.

No se puede dejar a una industria que sostiene 300.000 empleos directos e indirectos y sin la cual no existirían otras actividades que, a priori, no tendrían razón de ser sin los turistas, incluso los que inundan la zona guiri de Benidorm, tan denostados los últimos años, pero a los que ahora mismo también se les echa en falta. De ahí que resulte incomprensible que el Gobierno no haya sido capaz de encontrar todavía una solución a unos ERTE que amenazan con convertirse en ERE en toda regla si no se prolongan hasta final de año, llevando a miles de trabajadores al paro indefinido, porque el dato está ahí. Por mucho que los fines de semana se vuelvan a ver las terrazas llenas, de los 250 hoteles que tiene la Costa Blanca -cifra a la que sumar miles de plazas en apartamentos- solo unos 60 estarán abiertos en julio y la mayoría, hoy, con la previsión de estar al 30% de su capacidad, como un embalse en plena sequía.

Cierto es que hace tres meses, cuando el último turista salió de Benidorm en aquel lunes 11 de marzo, todo el mundo daba la temporada por perdida. Se puede maquillar, pero 2020 va a ser un año muy complicado porque, por mucho que se haya puesto en el foco en los últimos tiempos, el turismo sigue siendo el gran olvidado de una Administración con las arcas caninas, como revelan los propios empleados del Sepe, al admitir que aún hay trabajadores que no han cobrado la prestación de sus ERTE desde marzo. Cierto es que los expedientes se han multiplicado por miles, pero en el fondo hay algo más grave. No hay un euro.

A Boris Johnson, con cerca de 42.000 fallecidos por el covid-19, le ha entrado terror escénico, tras haber sido él mismo víctima del virus. Hoy, Gran Bretaña es un país casi cerrado, soberbio por no aceptar una nueva prórroga para dejar definitivamente la UE el próximo diciembre. Y todo ello con las consecuencias del Brexit todavía sin pegar fuerte. No son buenas noticias ni para los británicos ni para el sector turístico de la Costa Blanca.

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