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Covid-19: oportunidad de negocio

Emprendedores de la provincia reorientan sus empresas en busca de nuevos nichos de mercado surgidos por la pandemia del coronavirus

Covid-19: oportunidad de negocio

Aída Guadalcázar vive de las Hogueras de San Juan. En concreto, de bordar prendas propias de la celebración alicantina, por lo que el coronavirus le ha supuesto un serio revés al forzar la suspensión de las fiestas oficiales de la capital. En ese inesperado escenario, la joven ha optado por reorientar su negocio. No para hacerse rica, matiza, sino para sobrevivir, para ir cubriendo gastos a la espera de tiempos mejores. Ahora se dedica a personalizar mascarillas de tela, después de impulsar una red de mascarillas solidarias al principio del confinamiento domiciliario. Las vende a cinco euros la unidad con bordados de todo tipo, para niños y adultos: desde superhéroes y princesas a símbolos con ADN alicantino como la Santa Faz.

La joven bordadora, con local en el festero barrio de Carolinas de Alicante, es una de esas personas emprendedoras de la provincia, que se han visto obligadas a abrir los ojos, a mirar más allá de lo previsto para buscar nuevas oportunidades de negocio e intentar así sortear una crisis inesperada.

A una situación similar se enfrentó Eugenio Andrés. Él hace dos años abrió su cristalería en Pilar de la Horadada. El confinamiento también le obligó a cerrar las puertas. Cuando las volvió a abrir, se encontró con una oportunidad de negocio que hasta ese instante había sido totalmente residual: las mamparas de protección, que se ven en mostradores y oficinas para reforzar las medidas de seguridad. De colocar apenas dos en un año, a haber vendido un centenar en los dos últimos meses. Tras el pico inicial obligado por la urgencia de cumplir con las órdenes gubernamentales, los clientes han modulado sus peticiones: ahora buscan cerramientos más complejos, más seguros si cabe para minimizar al máximo los posibles contagios.

Encerrado en casa, Javier Culebra también pensó en nuevas oportunidades de negocio para un emprendedor que se movía entre máquinas de frío, energía solar y caravanas. Supuso que, una vez se iniciase la desescalada, iba a surgir la necesidad de la desinfección de locales comerciales, como peluquerías o centros de estética. Y así fue. Contactó con empresas expertas del sector, de fuera de la provincia, y abrió una nueva oportunidad de negocio: la desinfección con ozono. Al final decidió incluirla en su catálogo, pero como un servicio gratuito para los más fieles.

Seguridad: de reparar aires acondicionados a higienizar con ozono

Javier Culebra está al frente de varios negocios en la provincia: una empresa de frío que se dedica a los aparatos de refrigeración, una de energía solar y otra de caravanas. Con el confinamiento, encerrado en su casa, se planteó la oportunidad de negocio que iba a surgir con la desinfección de locales cuando llegase la desescalada. «Se veía que la desinfección era una preocupación generalizada. Así que contacté con empresas del sector españolas, porque no quería problemas con las certificaciones, y empecé a probar, a ver la demanda. Y la hay. En desinfectar un local tardo entre dos y tres horas. El coste, sobre el papel, es de un euro por metro cúbico», añade.

Textil festero: de bordar indumentaria fogueril a personalizar mascarillas

La alicantina Aída Guadalcázar se dedica al sector de la indumentaria festera, bordando bandas, banderines o fajines. Ahora, además, confecciona mascarillas personalizadas. Eso sí, borda cualquier elemento que no tenga connotación política. «Durante el confinamiento, hicimos mascarillas solidarias con la colaboración del Ayuntamiento de Alicante. Hubo un momento en el que me las pedían personalizadas, y eso ya no era necesidad, era capricho. Así que empezamos a venderlas. A la semana podemos hacer unas 300 mascarillas. Con esto no nos hacemos ricos [la unidad la venden a cinco euros], pero ayuda para cubrir gastos», señala.

Protección: un cristalero desbordado por los pedidos de mamparas

Eugenio Andrés abrió hace dos años su negocio de cristalería en Pilar de la Horadada. En este tiempo, apenas había recibido un par de peticiones de mamparas. Fue llegar la crisis, el miedo al contagio y las obligadas medidas de seguridad, y los encargos se dispararon. «Fue de un día para otro, muy rápido, sin verlo venir. Mis proveedores llegaron a verse desbordados, hemos llegado a tardar hasta diez días en servir una mampara. Hemos pasado de vender dos mamparas al año, a colocar un centenar en apenas dos meses. Ahora la situación se ha estabilizado. Pasada la urgencia de los primeros días, nos piden cerramientos más complejos», explica.

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