Qué llegada del verano tan extraña. Nos falta resuello en la piel. Un silencio en el horizonte de la memoria estalla por su ausencia. No hay rumor de pólvora ni reverberaciones de fuego en las pupilas. No hay espera intranquila, ansia de himnos ni amenaza de «terratrèmol». El dichoso (o la dichosa) Covid-19 nos ha girado la vida como una peonza y nos ha dejado en una rutina, al menos de momento, que no nos parece la nuestra.

Desde 1928 en Alicante junio es San Juan y son Hogueras. Salvo el paréntesis de la Guerra Civil, la celebración del solsticio se ha asentado como el principal motivo a festejar en nuestra terreta. Y con la fiesta del fuego, los toros. Desde mucho antes, por cierto. Porque siempre, desde la reinauguración del actual coso en 1888 (podríamos irnos mucho más atrás en el tiempo, incluso), hubo festejo taurino en nuestra ciudad, ya fuera por San Juan o, mucho más tradicional incluso, por San Pedro.

Los sones del pasodoble «Club Carratalá» son, junto con el propio himno de las Hogueras, la banda sonora de los muchos y buenos aficionados que han convertido durante tantos a las celebraciones taurinas como unos de los actos más multitudinarios y tradicionales de nuestras fiestas.

Incluso en el trienio bélico citado hubo acontecimientos taurinos, y la temporada se dio con la normalidad que era posible en tan complicada tesitura. En un país polarizado tras el golpe de estado militar del 36, en junio de 1937 se dieron dos festivales benéficos, uno pro «Defensores de Euskadi» y otro pro «Asistencia social», amén de otras citas taurinas hasta un total de ocho.

Solo en 1938, con dos festejos en todo el año, no se registra ningún espectáculo en junio, mientras que al año siguiente, cerca del final de la contienda y en puertas del «estado totalitario» encabezado por Franco (son palabras y datos de Miguel Lizón, extraídos de la obra «Los toros en la Plaza de Alicante», confeccionada mano a mano con Lisardo Cortés y publicada en 2003), vuelven a registrarse siete festejos, un corrida de toros el 25 y una novillada el 29 del mes fogueril.

Este junio no será igual. Nos hemos perdido la rumorología de los carteles, siempre a la sombra de la Feria de Abril y San Isidro, también inéditos esta temporada, y los mentideros taurinos elucubrando sobre si tal o cual torero iba a venir o no. Se antoja como onírico haber comentado si estaría Pablo Aguado, si Manzanares haría doblete o no, si Morante se dejaría ver, si El Juli llegaría a un acuerdo con la empresa, si tendríamos algún encierro más allá de domecq, si Andy Cartagena entraría en la de rejones, si novillada con picadores para junio o para agosto...

Qué cosas, agosto, siempre tan olvidado y arrinconado en los últimos años, y ahora quizá un tenue destello de luz en el camino de vuelta... Vamos a echar de menos hasta las ausencias, que siempre nos traían el recuerdo de triunfos pasados.

Y nos quedamos huérfanos también de los muchos actos previos a la traca de la semana de Fogueres. Como ese pregón taurino con concierto de pasodobles que con tanto empeño y cariño organizaban las peñas y asociaciones dedicadas al toro en la ciudad. Y los chavales de la escuela, que tienen su oportunidad de oro en esas clases prácticas previas a los tardes de tronío. Cuántas ilusiones truncadas, cuánta ilusión pospuesta. ¿Cuánto puede llegar a pesar un año cuando uno es tan joven? Este de 2020 quedará como un junio vacío y doloroso, un agujero negro en la memoria de todos.

Habremos de conformarnos (que no es poco) con una celebración silenciosa por la vida. A modo de testimonio y reivindicación, se ha organizado para esta tarde un paseo taurino desde el coso de la Plaza de España a la misma hora, las siete de la tarde, en que daría comienzo el primer festejo de esta feria robada por el virus de origen asiático. Aficionados y profesionales del toro quieren reivindicar que la tauromaquia también es cultura. Cómo no.

No habrá toros, ni monumentos, ni pasacalles, ni pólvora de mascletàs, ni ofrenda, ni cremà... Junio nos llenará de melancolía. Pero también de ilusión, de júbilo por pensar que, a pesar de todo, ya queda menos para las Hogueras 2021. Hasta entonces, acabaremos con los mismos deseos que lo haríamos a las puertas de una nueva feria: que suenen clarines y timbales (cuanto antes) y que Dios reparta suerte.