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Generación incertidumbre

La Gran Recesión les educó en el realismo, la autonomía y la versatilidad. Siete jóvenes alicantinos hablan de su salto al empleo en plena crisis de la covid-19

Generación incertidumbre

Cuando la España del bum hizo crac, ellos eran niños. Ahora, cuando el país se asoma a una nueva recesión global sin haberse recuperado de la anterior, se han convertido en adultos jóvenes que preparan su entrada en el mundo laboral. La llamada Generación Z, heredera cultural de los millenials -que ya se concentran entre los veintimuchos y los treintaylargos- tiene unos 200.000 miembros de entre 15 y 25 años en la provincia. La sociología pop los define como más pragmáticos, tecnológicos y tranquilos que sus predecesores, y lo cierto es que ante la niebla del horizonte parecen reaccionar con prudencia activa y no con miedo paralizante o pánico. "Somos una generación acostumbrada a la incertidumbre", afirma una estudiante de Medicina de la UMH. Hablamos con siete alumnos de último año de grado y FP de la provincia para comprobar cómo criarse entre pocas certezas prepara para lo imprevisible.

Su relato, tan variado como sus caracteres, tiene elementos comunes. La formación es una prioridad indiscutible, pero sobre ella añaden una autoexigencia emprendedora o de autonomía profesional menos frecuente en otras generaciones. Conviven cómodos con la hiperactividad, la competitividad y la flexibilidad: ya no esperan a encontrar el trabajo de sus sueños sino moverse rápido para acumular experiencia y decidir mejor más adelante. Cuando no tienen vocación, apuestan por tener versatilidad en forma de idiomas, habilidades técnicas y estudios básicos y demandados. Al sistema sólo le exigen más contacto con la realidad laboral durante su formación; a cambio, saben, por la trayectoria de sus mayores, que les da tiempo porque ahora la juventud es más larga. Todo está abierto, pero emigrar ya no suena ni tan prometedor ni tan posible como antes. "Creo que los alumnos de ahora son más sosegados, confiados y competentes que los de hace 15 años", resume Joaquín Sola, director de FP en Fempa. "Mi impresión es que los mayores no tenían tanta iniciativa como nosotros a los 20 años", reflexiona otra alicantina recién graduada en Turismo y ADE.

María Pérez-Ojeda preparaba los trabajos de fin de grado de Derecho y ADE cuando el Gobierno decretó el estado de alarma. Estudiante de último año de este doble grado en la UA y de 23 años, la contracción causada por la covid-19 le ha hecho pararse a pensar. "No sé si hacer algún máster para temas de empresa o industria o alguna oposición de Derecho", cuenta. A un lado, ve el Parque Empresarial de Elche, cuyas telecos y logísticas bullen de actividad aún durante la pandemia. Al otro, la seguridad de un sueldo estatal como juez, fiscal o incluso secretaria judicial tras estudiar una oposición. "No me han sacado al mundo laboral. Sé hacer estadística a mano pero no meter datos en Excel ni en programas de contabilidad. Sé muchos conceptos pero no sé hacer nada en una empresa", admite. Tiene prisa por concretar la teoría de la carrera, pero quizá la situación recomiende aguantar un poco más dentro de las bibliotecas. En cualquier caso, sabe que las tasas de empleabilidad de los graduados en DADE son muy altas y que "hay poca gente de mi carrera sin trabajo". La eligió por pragmatismo: "No tenía vocación. Se me daban bien las mates y mis padres me orientaron a elegirla", afirma.

Si le propusieran emigrar, respondería que preferiría no hacerlo. Entiende aquellas oleadas de 2008, la fuga de cerebros, pero su plan y, cree, el de la mayoría de la gente de su entorno, es pelear por hacerse un hueco aquí. "Soy de pensar que tienes que ponerle ganas, no seguir la tendencia de irme y no me complico. Darle una segunda oportunidad a España", sostiene. Pero matiza: "Lo digo sin haber estado en la piel de alguien que no tiene otra alternativa".

María Pérez-Ojeda ultima sus entregas para graduarse en DADE

Reme Cano era consciente que querer ser periodista es un deseo que se paga con más sufrimiento que otras elecciones profesionales. "Tenía muy claro que el título de Periodismo no te facilita un trabajo, no hay un MIR como en Medicina. Por eso desde el principio colaboré con programas de radio para que, llegado este punto, no tuviera carencia de prácticas", cuenta por teléfono esta alumna de cuarto que ultima su trabajo de fin de grado en la UMH. La pandemia ha congelado el máster de radio que planeaba hacer en otoño y no quiere gastarse 6.000 euros en un posgrado que podría convertirse en formación a distancia. Lo que más valora en este momento de proyección profesional son los contactos. "Otra opción es aplazarlo y empezar por algo más sencillo de mi zona", explica. Aunque tiene clara su preferencia, informar desde un medio de comunicación, no se cierra a oportunidades que puedan surgir en gabinetes de prensa corporativos. De hecho, el temor a quedarse sin plan le lleva a plantearse incluso aceptar un puesto vacante como camarera en un restaurante cercano a su pueblo, Pedreguer, y esperar a que se aclaren las cosas tras el verano. "Siento que no puedo rechazar ningún trabajo", explica por teléfono. Esta crisis no es como la anterior. Hay una enfermedad sin cura que afecta a todo el mundo y siente que debería estar pendiente de su familia. "Ahora ya no está lo de me voy a Londres, después del Brexit", señala.

Reme Cano prepara un podcast

Sara Serrano fue despedida del hotel donde trabajaba pocos días antes del encierro. Sus jefes vieron venir la onda expansiva que arrasó Milán tras el estallido de China y mandaron al personal a la calle, incluida esta recién graduada en Turismo y ADE de 23 años por la UA. "Ahora estoy pensando en cuál es el paso inteligente. Antes quería trabajar, ganar experiencia y quizá hacer un máster y especializarme. Ahora me planteo también una oposición", cuenta, sin hacer reproches al hotel pero dando por hecho que su etapa allí se ha cerrado apenas tres meses después de iniciarla.

Prevé una recuperación larga para su sector. Atraída en principio por la dirección hotelera, el comercio exterior o el turismo de congresos, no quiere gastar ya la bala del posgrado -"es el dinero de mis padres"-. Se siente bloqueada, pero es un estado de ánimo que no puede durar mucho: surgen otras opciones. Trabajar en consultoría, hacer formación especializada pero sin demasiado compromiso como cursos de experto, webinars o cursos cortos. Trabajar como autónomo. Moverse fuera del país. "Hemos crecido viendo a gente cercana yéndose al paro y crecimos sabiendo que teníamos que enfrentar eso. Asumí que tenía que tener movilidad geográfica completa", cuenta por teléfono. Por eso ha procurado tener un buen nivel de inglés y francés. Por eso estudió un grado que permite a sus estudiantes ser "muy camaleónicos".

"Creo que los mayores no tenían tanta iniciativa como nosotros a los 20. Sabemos que si tenemos que facturar esto y hacernos autónomo lo hacemos. Incluso mi sensación es que si tenemos posibilidad de trabajar, aunque ni el salario ni el puesto nos convenzan, pensamos 'cógelo y ya saltarás'. Los mayores que nosotros no son tan así", considera Sara.

Miguel Ángel Martínez prepara la presentación de su TFG para dar por terminado su grado en Psicología en la UMH. Su siguiente paso es intentar ingresar en el máster general sanitario para ejercer una especialidad en el ámbito privado, posiblemente Neuroeducación. "Veo un camino largo hasta allí, pero creo que hay que moverse desde ya. He aprendido que al final eres un autónomo que tiene que hacerse su marca personal, llevar tu marketing y formarte durante toda tu vida laboral", explica este alicantino de 24 años. Al tiempo que termina el trabajo, aprende a editar vídeos para Instagram.

Empezó a hacer prácticas en segundo de carrera y descubrió pronto la soledad de la clínica terapéutica privada. "Al final eres un autónomo que busca a sus clientes y alquila el espacio", cuenta, lo que le lleva a criticar la escasa formación empresarial recibida en clase pese a que "hacen jornadas de emprendimiento y cursos para enseñarte a hacer un currículum y entrevistas". Su análisis del mercado laboral tras la desescalada es poco idealista: "Se ha creado la falsa esperanza de que va a haber repercusiones psicológicas y que va a haber más demanda, cuando la gente que ha perdido el trabajo no va querer pagar terapias. Además, la sanidad pública no apuesta por esta disciplina", afirma, en relación a las escasas plazas PIR que se convocan. Tampoco él deja que el discurso parezca un lamento, porque enseguida añade que "hay ámbitos donde se cierran puertas y otros donde se abren". "El mundo online va a crecer exponencialmente y ya hay entrenadores personales, profesores y vendedores que se han adaptado muy rápido", añade Miguel Ángel.

Miguel Ángel Martínez, trabajando en su TFG

También ha entendido la necesidad de aprender y emprender Mircea Cebán, estudiante de segundo año del Ciclo Superior de Automoción de la Escuela de Formación Profesional de la Federación de Empresarios del Metal de Alicante (FEMPA). A sus 31 años, pertenece a la generación sociológica anterior pero su condición de primerizo en el mercado laboral de su sector le aproxima al resto de exalumnos buscan su inserción en plena pandemia. "Te enseñan de todo de mecánica básica pero te enfocan también hacia la empresa, para ser jefe o abrir tu propio taller", explica. La pandemia ha aplazado su incorporación en prácticas a un taller de motocicletas. "Lo veía todo muy bien hasta el confinamiento. Ahora, las opciones de entrar con tantos ERTE y despidos de gente con experiencia ya no son tantas", apunta. Con sus primeros estudios completos -dejó Telecomunicaciones en segundo- y tras años encadenando empleos básicos, sabe que nunca volverá a dejar de formarse. "La movilidad eléctrica es una realidad y de momento sólo los fabricantes dan formación híbrida y eléctrica, así que pronto lo que sé se quedará obsoleto. El coche es una tecnología que evoluciona día a día y no puedes quedarte atrás", cuenta Mircea.

Mircea Cebán trabaja en una moto durante la desescalada

Ester Lobato, estudiante de último año de Medicina en la UMH, sí está pendiente de las convocatorias de plazas para médicos, porque no ve otra salida que el sistema sanitario público. La estabilidad de muchos puestos durante la anterior crisis, y el refuerzo social recibido en la presente le confirman la solidez de su apuesta. "Si los poderes públicos reflexionan sobre la necesidad de tener un sistema público de salud potente, esta crisis puede ser beneficiosa", reflexiona, al tiempo que alega preocupación por que, en caso contrario, pueda producir "más precariedad y menos sueldo". Si ocurriera algo así, lamenta verse entre los candidatos a emigrar a países donde los médicos tienen una remuneración mucho más alta. Lo que no va a hacer es quedarse quieta. "Somos una generación acostumbrada a la incertidumbre. Ya en la adolescencia, donde se configura la personalidad hemos vivido una época dura, hemos pensado siempre en qué ocurrirá".

Jero Eyssatier es alumno de último año de ADE y Marketing en el CEU de Elche. A sus 24 años, ha lanzado una empresa emergente, es empleado en un concesionario y termina el TFG. Cree que, pese a que la coyuntura de los últimos años les ha activado antes que a otros jóvenes, la actitud derrotista ante lo incierto sigue siendo mayoritaria en su generación. Es una herencia cultural española. "Creo que la sociedad tiene esa mentalidad de decir 'no depende de mí'", critica. "Es muy importante complementar la formación, una carrera es el principio y no te puedes quedar ahí en este mundo tan competitivo y globalizado. Hay que mantener la inquietud", sostiene Jero.

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