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CORONAVIRUS

Isabel María Navarrete: «En la crisis del coronavirus hemos vivido una etapa muy dura que espero borrar, todos tenemos secuelas»

La crisis del covid-19 llevó a sanitarios a alejarse de sus familias

Isabel María Navarrete: «En la crisis del coronavirus hemos vivido una etapa muy dura que espero borrar, todos tenemos secuelas»

Muchos sanitarios han pasado la peor etapa de la pandemia del coronavirus lejos de sus familias. El miedo a contagiarse y a transmitirlo a sus seres queridos les llevó a hacer las maletas para salir de sus hogares y dejar de tener contacto físico con sus parejas e hijos. Uno de estos casos es el de Isabel María Navarrete, enfermera en el Hospital General de Elche, a la que después de pasar unos días en una casa prestada, que estaba en obras y sin agua caliente, le ofrecieron alojamiento gratuito en el Hotel Hort de Nal de Elche, que ha dado cobijo a una decena de sanitarios en los últimos meses.

¿Cuándo dejó su domicilio?

Trabajo en la cuarta planta del Hospital General de Elche, donde habitualmente están los servicios de neurocirugía y traumatología, pero el último lunes de marzo empezamos a recibir a pacientes con covid-19, y antes de empezar, un par de días antes, me fui de casa.

¿Qué le llevó a tomar esta decisión?

Estoy casada y tengo dos hijos, un hijo de 10 años y una hija de 22 años, que está estudiando en la universidad, a la que todavía no he visto desde entonces. Decidí irme antes de entrar en contacto con pacientes con coronavirus para no exponerlos.

¿Dónde se fue?

Primero me instalé en una casa que tiene mi hermano, y que estaba en obras. Estaba entre tabiques destrozados, sin agua caliente... en muy malas condiciones. Así estuve tres semanas, y como la situación se hacía insostenible se lo comuniqué a mi superior y en dos días me sugirieron alojarme en el Hort de Nal, que lo ofreció de modo totalmente desinteresado.

¿Cómo fue el cambio?

Fue un cambio brutal. Al principio no sabía ni dónde iba. Me hablaron de una donación, de una casa, y pensé que al menos iba a tener agua caliente y una cama, porque hasta entonces estaba durmiendo en un colchón hinchable en el suelo. De repente estaba en un oasis. Me hospedaron en una junior suite de 48 metros cuadrados a pie de piscina, y recuerdo que le dije a Lucía, la gerente, que yo no necesitaba tanto. Allí he estado un mes.

¿Cuánto tiempo ha estado alejada de su familia?

En total dos meses con contacto cero, y a mi hija aún no la he visto porque vive en San Vicente, donde se ha confinado, y aún no la he podido ver al estar de exámenes. Tampoco he ido a ver a mis padres y a más familia, porque aún me considero grupo de riesgo.

¿Sigue en contacto con pacientes con covid-19?

No, son todo negativos, pero estamos extremando las medidas de seguridad con todos los pacientes a los que se les hace la prueba, aunque no tengamos el resultado positivo.

¿Cómo ha sido la experiencia profesional?

Dura es una palabra que se queda corta. Es una etapa que espero que algún día se borre porque nos han quedado secuelas a todas. Se nos ha fastidiado el sueño, tenemos pesadillas, hemos llorado lo que no hemos llorado en toda nuestra vida por la falta de los nuestros y por todo lo que estábamos viendo allí. Por no saber si íbamos a volver o no. Ha sido muy duro.

¿Se han sentido desprotegidos en el hospital?

Dentro del hospital hemos llevado a cabo una disciplina muy estricta que ha funcionado muy bien por parte de los supervisores, pero fuera se tenía una percepción muy distinta de lo que estaba pasando dentro.

¿A qué se refiere?

Lo que decía el Gobierno no se correspondía con lo que pasaba en los hospitales, no en el nuestro, me refiero a todos. Todos nos hemos sentido desprotegidos. Hemos salido de esto gracias a las donaciones.

¿Cómo ha sido el trato con los pacientes?

Ha sido muy fuerte. Ellos se ponían enseguida la mascarilla cuando entrábamos en la habitación para protegernos. Y ellos también eran conscientes de que nosotros también estábamos fuera de casa y lejos de nuestras familias. La solidaridad que ellos han mostrado con nosotros no tiene precio. Hemos tenido unos pacientes de diez.

¿Ha tenido a compañeros infectados?

Sí, he tenido. En enfermería hemos sido todos negativos, pero han caído muchos traumatólogos, y a uno lo tuvimos muy grave. Es francamente desagradable ver como pende de un hilo la vida de tu compañero.

¿Cómo fue el regreso a su casa?

No sé cómo explicarlo. Creía que en esta situación no se podía vivir o tener una alegría mayor. Volver a mi casa ha sido una de las mayores alegrías que he tenido en mi vida, una felicidad.

¿Qué le viene a la cabeza cuando ve aglomeraciones?

Para nosotros es indignante porque sabemos lo que puede pasar. Nosotros apenas nos hemos aproximado a la normalidad. Yo llevo dos meses sin ver a mis padres, y tengo a mi cargo la tutela de una tía con diversidad funcional a la que no veo desde hace tres meses, y a la que atiendo por una persona puente. Ver a gente que no se ha privado de nada y no llevar precaución, indigna.

¿Teme que vuelva el virus en otoño?

Ese es el miedo que tenemos, pero esperamos que no. Somos positivas y esperamos que no, pero no las tenemos todas con nosotras. Se está trabajando mucho para que se convierta en un virus más y sepamos convivir con él.

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