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Superar el doble reto: confinada y dependiente

Una alicantina con diversidad funcional cuenta cómo es su vida con el confinamiento, que no le ha impedido seguir desarrollando sus sueños

Marina, el verano pasado, en un viaje a Irlanda. INFORMACIÓN

Mucho ha cambiado la vida de las personas desde que se decretó el estado de alarma en el mes de marzo. Aún así, la positividad y la resiliencia es el lema de Marina Garcia Planelles, una joven de 25 años, graduada en Traducción e Interpretación en Inglés y Francés que sufre una diversidad funcional desde que tenía 5 años pero que no le ha impedido desarrollar sus sueños, ni siquiera ahora con el coronavirus.

La emergencia sanitaria le cogió terminando un módulo en mediación comunicativa en lengua de signos. La covid-19 le trastocó los planes más inmediatos, aunque ella lo define como «un cambio brusco en mi vida». «Estaba haciendo las prácticas en un centro de mayores con diversidad funcional, llevaba una semana y empezaba a estar familiarizada con los usuarios, las instalaciones y el centro», explica.

De un día para otro, dejó su piso en San Vicente y se volvió a su casa en Crevillent, para pasar allí el confinamiento. Ahora ha retomado sus prácticas vía online «aunque no es lo mismo que estar con ellos porque son unas prácticas muy de tú a tú y las tecnologías lo hacen todo más frío». Además comenta que «a nivel deportivo estaba seleccionada para el nacional de España de slalom que se ha postpuesto para octubre».

La situación al principio le generó ansiedad «por no ver el final, con agobio de qué iba a pasar con mis prácticas y cuándo iba a poder volver a mi ritmo de vida». Todo fue cuestión de organizarse y así «cuando fueron pasando las semanas ya fui ideando un plan de rutina diaria, y fue mucho mejor».

Teniendo más tiempo libre que antes, reconoce que ahora puede practicar más deporte «baloncesto, ping pong y slalom», comer más sano y aprovechar «los ratos de inspiración para seguir escribiendo». La literatura es uno de sus hobbies, que ha conseguido hacer realidad con la publicación del libro de poesía «Pretérito Imperfecto» y la colaboración en el blog SOScultura de Alicante.

Como buena joven activa y emprendedora, señala que a corto plazo sus metas son «terminar mis estudios, hacer un máster en educación e irme a trabajar fuera por un año como auxiliar de conversación», dejando entrever así otra de sus aficiones: viajar. En esta modalidad es experta, pues nueve son los países que ya conoce: Portugal, Irlanda, Inglaterra, Canadá, Praga, Países bajos, Bélgica, Francia y Hungría, demostrando que ha sabido elegir muy bien su carrera de traductora e intérprete.

Sobre la dependencia, explica que la situación «es notablemente mejor que hace 10 años, aunque todavía queda mucho por mejorar». Opina que en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona aún falta mucha accesibilidad, argumentando que «está claro que si hay una escalera no la podremos subir sin ayuda, sin embargo, si en lugar de ello se ponen rampas sí. Lo mismo ocurre con los transportes públicos, bares y en el entorno en general». En cuanto a los domicilios, admite que «rara vez presentan un baño con el ancho de la puerta de 0,90 centímetros (como el resto de la casa) suelen ponerlas de 0,55, y eso hace que sea casi una misión imposible encontrar una vivienda para independizarse».

Su reflexión es clara y deja entrever su fortaleza:«A pesar de todas las trabas que nos encontremos, siempre habrá una alternativa que nos acerque más y más a esa inclusión y normalización social. Nosotros seguiremos luchando por ello».

Sobrevivió al atentado islamista de Bélgica en 2016

Sobrevivió al atentado islamista de Bélgica en 2016Todo comenzó en 2016, cuando Marina realizó durante un cuatrimestre un Erasmus en Bélgica, una ciudad que, pese a ser la cuna de Europa, «pocas cosas había accesibles para una persona dependiente».

Cuando llegaron las vacaciones de Semana Santa y se dispuso a coger el vuelo de vuelta a casa en el aeropuerto de Zaventem presenció los ataques terroristas en la capital belga.

«Vi una ráfaga de luz al final de la amplia sala del aeropuerto, una explosión y el suelo tembló. Volví a mirar a la mujer, a los dos segundos otra bomba», relata. La situación era de caos, «todos corrían y gritaban y en ese momento, pensé que nos iban a disparar».

Al poco tiempo una azafata la llevó fuera del aeropuerto y «llamé a mi padre para decirle que había habido un atentado pero yo estaba bien y que no se preocupase», prosigue.

Pasados dos días pudo volver a casa, aunque en esta ocasión por otro aeropuerto, el de la ciudad de Lieja. Una historia más que esta resiliente joven podrá contar.

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