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Miedo a dejar de sentirse seguros

Alcaldes y vecinos de municipios pequeños en fase 1 apelan a la responsabilidad mientras entre los hosteleros cunde el pesimismo

Tres jóvenes comparten mesa en la terraza del único bar de Benilloba que ha abierto, el pasado viernes. A. T.

La entrada en fase 1 ha supuesto un alivio para los vecinos de la mayoría de los pequeños municipios de la provincia, como los ubicados en el departamento sanitario de Alcoy. La flexibilización de las restricciones para salir de casa y la apertura de los bares que tienen terraza ha facilitado que haya algo más de movimiento. Con la nueva situación también han comenzado las visitas a segundas residencias que viven en la misma área de salud. Y, con ellas, una cierta inquietud entre unos vecinos que han pasado hasta ahora la crisis sanitaria de una forma bastante tranquila y que temen que un exceso de confianza derive en un descontrol de la situación, sobre todo de cara al verano, cuando se multiplica la población.

El alcalde de Quatretondeta, Francisco Picazo, cuenta que le produce «pánico» la desescalada por el hipotético riesgo de contagio cuando desaparezcan las restricciones a la movilidad, un temor que, asegura, comparten muchos vecinos: «Hay sensación de que se cumple más aquí el confinamiento que en una ciudad, cuando aquí hay menos peligro de contagio». En este sentido, añade que «aquí vendrá gente de todas partes» contando solo los descendientes del pueblo que viven fuera, más todos los demás visitantes que puedan acudir. Por ello, apela a que la Administración facilite información sobre pautas concretas a seguir.

También el alcalde de Tollos, Félix Frau, señala que «nos preocupa que venga mucha gente de golpe» en verano, «pero claro, no puedes negar la entrada a nadie». El munícipe de Fageca, Ismael Vidal, habla también del cierto «runrún» que hay allí sobre este mismo tema. No obstante, considera que «siempre y cuando haya un control» de todas las precauciones para evitar riesgos de contagio, «que los pueblos se llenen en verano será algo bueno» y que la situación puede ser una oportunidad para el turismo rural.

En cualquier caso, los alcaldes creen que las medidas que se tomen deben explicarse convenientemente desde las administraciones superiores. Al respecto, Picazo incide en que «he echado en falta información directa» a los municipios, y más a los pequeños, «que tenemos una problemática diferente». «Nadie nos ha dicho, por ejemplo, en qué situación está el hospital, ni nos han pedido información acerca de cómo estamos». También Vidal estima que «las normativas deberían adaptarse» a las localidades más pequeñas. Por su parte, Frau destaca que a lo largo de la cuarentena ha contactado con él en más de una ocasión la directora de la Agencia Valenciana Antidespoblación, Jeanette Segarra, «para ver si todo iba bien». No obstante, el grueso de las actuaciones se han hecho «guiándonos por las noticias que nos iban llegando».

Joven y confinado en un pueblo

Que la población de las zonas rurales esté envejecida no implica que no haya jóvenes en los municipios de menor tamaño. Andrea Jorcas, Felip Yankovich y David Gonzálbez, tres veinteañeros de Benilloba que aprovechan la terraza del único bar que ha abierto en la localidad para encontrarse, comentan que han echado en falta a los amigos, parte de los cuales viven en otros pueblos de la comarca de El Comtat o en Alcoy, pero «al mismo tiempo estar aquí daba más sensación de seguridad».

Andrea explica al respecto que el hecho de conocerse todos en el pueblo ha generado más confianza estas semanas. «Aquí sabemos quiénes estamos, pero cuando iba a Alcoy a trabajar estaba más intranquila, por si alguien me contagiaba y yo contagiaba a gente del pueblo». Pero al margen de eso, y de la falta de vida social, destacan que estar confinados en Benilloba ha supuesto «calidad de vida». «De vivir en una ciudad me hubiera vuelto loco al final», señala David, quien ha aprovechado el encierro para estimular su creatividad y dibujar. Felip coincide en que «aquí ha sido más fácil salir a tomar el aire», aunque fuera por motivos básicos: «Sólo con ir a la tienda y luego a la farmacia ya recorres el pueblo de punta a punta; hay quien lo ha sabido aprovechar». En su caso, ha podido además teletrabajar.

Mabel Pericás, propietaria del bar en el que toman algo estos jóvenes, refleja el sentir de unos hosteleros que esperan intentar remontar tras dos meses de parón absoluto. «Ha sido un caos», resume. Además, critica que «no hemos recibido ningún escrito, la información que tengo de pautas sanitarias la he tenido que buscar yo». Aunque ha vuelto a abrir, «por la suerte de tener dos terrazas», expresa su incertidumbre: «Tenemos miedo a que de repente venga mucha gente, o que no esté concienciada de cómo hay que comportarse».

También ha recobrado la actividad el bar de Gorga, cuya estratégica ubicación en un cruce de carreteras favorece que pueda echar a andar de nuevo. Con todo, su gerente, Sandra García, se muestra bastante desolada: «Hemos estado apurados, cerrados y con cosas que pagar. Ahora estamos abiertos, pero hemos pasado de dar 200 almuerzos diarios a ocho, y con el miedo de que esto empeore y haya que volver a cerrar». Espera «que la gente se comporte», porque aunque sea «incómodo» tener que estar en la terraza y algo separados «es por salud; hay que ser conscientes de la situación». Y corrobora que «hay cierto miedo a una vez que empiece a venir gente de fuera, sobre todo entre los más mayores».

Más resignado, e intentando no perder el ánimo, está Rolando Pérez, de Quatretondeta. En la estrecha calle donde está su bar ha podido colocar seis mesas en hilera, aunque trata de compensarlo con comidas por encargo. «Es más por dar un servicio al pueblo; este ya es un año perdido». Pese a todo, se reafirma en que «hay que ser optimista» y continuar adelante.

Fiestas también suspendidas en las localidades

Fiestas también suspendidas en las localidadesQuatretondeta, Tollos y Fageca están entre los pequeños municipios que este año tampoco celebrarán sus fiestas patronales, de la misma forma que ha ocurrido en otros más grandes. De cara al verano, estas localidades tienen además la incertidumbre de si podrán poner en marcha sus piscinas municipales, por toda la normativa que habrá que cumplir.

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