La música como pegamento vecinal. Tal vez se intuyera, pero el Covid-19 lo ha puesto de manifiesto. En muchas comunidades se combate la angustia con decibelios, los que se cuelan por los balcones después de la corriente de aplausos a las mujeres y hombres esenciales. Ángel, que perdió su empleo el mismo día que se decretó el estado de alarma, se ha convertido en pilar básico de su urbanización. Desde que se ordenó el confinamiento, anima las tardes con sesiones populares que cuentan con el beneplácitos de todos los residentes, también los de las fincas de enfrente.

- ¿La música alivia la pena?

Por supuesto. Es una manera excelente de evadirnos de nuestras penas y preocupaciones, al igual que ayuda a transmitir lo que sentimos en cada momento.

- ¿Por qué decidió empezar a pinchar en su balcón?

El sábado 14 de marzo vi que nos quitaban nuestra libertad y que lo que estaba sucediendo era enorme. Me puse a pinchar en casa y cuando seleccioné la canción de Que viva España, de Manolo Escobar, sentí que la tenía que compartir. Tenía que compartir ese sentimiento de que España junta lo conseguiría, lograría superar esto.

- ¿Contaba con el respaldo de los vecinos o se arriesgó?

Me arriesgué completamente, ya que esto de poner música en los balcones todavía no era tan usual como a mitad del confinamiento. Pero bueno, si algún vecino se hubiera quejado, habría apagado la música y ahí habría quedado todo. Pero no fue así. Me vi reforzado por todos ellos, que me gritaban «Gracias» mientras me aplaudían.

- ¿Cuánto dura la sesión?

Suele durar unos 20 minutos, después de los aplausos. Aunque también ha habido sesiones especiales de tardeo, algún sábado que otro, celebrando cosas como el día de mona.

- ¿Acepta peticiones?

¡Claro que sí! ¿Qué clase de DJ sería si no las aceptara? Acepto peticiones de todo tipo. Empecé nombrando a los peques de los diferentes pisos y acabé poniendo audios de estos reproducidos por el móvil, dando mensajes de ánimo y pidiéndome todo tipo de canciones. El primer día que saludé a los peques tenía 20 nombres. Al poco tiempo ya había 87 en mi lista, entre peques y mayores (de mi urbanización y de las de alrededor). También ha habido canciones de cumpleaños, felicitaciones de días especiales como el del padre o la madre.

- ¿Qué canción no le falla nunca?

Sin duda alguna, We will rock you (The Queem) y para los rememberos, que aquí somos muchos, Get it up, de Sensity World. Aunque, en cada sesión pongo canciones para todos los públicos: una ochentera, una o dos infantiles, una de reggaeton, una pachanguera o de recuerdo y una que le dedicamos a «nuestros yayos» de la urba, un matrimonio muy querido al que mi mujer y yo no conocemos en persona, solo en la distancia, todavía somos nuevos aquí.

- ¿Hace experimentos o va a los seguro?

Hago experimentos compinchado con una vecina de la urbanización de enfrente. Entre los dos aportamos ideas para entretener a los vecinos. Hemos simulado una mascletà con globos, nos disfrazamos y nos mandamos vídeos y fotos con mensajes de ánimo que hemos recopilado en un videoclip, fiesta de pompas con los peques con música infantil. La cara y la emoción de los niños ese día, que les dijimos que el pompero se lo había traído excepcionalmente Papa Noel (un buen vecino solidario) por lo bien que lo estaban haciendo quedándose en casa no se puede describir con palabras.

Hemos revivido las campanadas, la Feria de Abril... y hasta un concurso de dibujo. Nos los pasaron por móvil. Mi mujer y yo hicimos de jurado de los dibujos de la urbanización de enfrente, y mi compinche valoró los de mi urba. Los dos ganadores pudieron elegir las canciones del día siguiente.

- ¿Una sesión confinada se parece más a la de una fiesta de fin de año o a la de una madrugada en Ibiza?

A ninguna de las dos. Estas son mucho más gratificantes porque sabes que es como un rayo de luz en la noche más oscura.

- ¿Cómo se monta una cabina completa de DJ en un balcón?

En realidad, al principio la monté en el balcón. Pero luego, como era mucho trajín montarla y desmontarla, decidí instalarme en el salón, pegado a la terraza, y únicamente saco fuera los altavoces..

- ¿Ha tenido quejas por el ruido?

La verdad es que por parte de los vecinos todo han sido halagos. Unas vecinas colgaron un cartel en su balcón que decía «Ese DJ». Algún día, que el ánimo no acompañaba y pensé en no poner la música, escuché a los vecinos gritando mi nombre y me fue imposible ignorar esa necesidad de un momento de alegría y de unidad vecinal.

El único percance que he tenido fue un sábado por la tarde, que un policía, muy amablemente, me pidió que únicamente pusiera la música después de los aplausos y que no me excediera en el tiempo. Desde ese día decidí cortar la música por miedo a una multa. Pero entonces, mis vecinos me rindieron homenaje, sacando un altavoz del que salían mensajes de los peques dándonos las gracias por la música y colgando en todos sus balcones un mensaje que decía así: “Ángel, Ana y Yeray, gracias por amenizar las tardes. Con vosotros ha sido más fácil. Os queremos”. Y ante un gesto tan bonito, no pude evitar volver a mis sesiones de las 20.

- ¿Hasta cuándo habrá sesiones musicales en su finca?

Pues imagino que hasta que se implante la «nueva normalidad» y podamos volver a las calles y a relacionarnos cara a cara..

- ¿Antes de alegrar la vida a sus vecinos, a qué se dedicaba?

Soy comercial de dispensadores de agua, actividad que tuve que abandonar el mismo día del estado de alarma. Y los fines de semana ejerzo como DJ, algo que me llevará más tiempo retomar... me temo.

- ¿Qué canción define mejor su estado de ánimo actual?

Sin duda, Show must go on (The Queen).

- ¿La música sobrevivirá al Covid-19?

La música ha formado parte de esta pandemia, ha unido comunidades de vecinos, a gente que ni se conocía, ha traspasado las puertas de nuestras casas día tras día y seguirá siendo así siempre.

- ¿Y sus vecinos a usted?

Quiero pensar que sí, ya que me encanta el sitio donde vivo y toda su gente.