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Diario de una confinada

Andanzas de la vida

Séptima semana de encierro en el campo y todos estamos a tope

Andanzas de la vida

26 domingo tabla del 7

Primer día en que los niños pueden salir a la calle después de tropecientas jornadas encerrados. En nuestro caso, no lo vivimos con la ilusión de cientos de miles de personas porque estamos en el campo, pero aún así ellos nos piden salir a pasear por el camino. No puede ser, los dos trabajamos y lo tenemos que posponer a mañana. Por la noche, están cenando mientras nosotros seguimos tecleando en el ordenador y el yayo ve las noticias. A la hora de acostarlos, hago un pequeño receso que se alarga más de lo previsto porque me empiezan a contar todo lo que han visto: «Mami, muy mal, resulta que hay papás que se han puesto a hablar con otros», «y niños jugando al fútbol», «y no llevan mascarillas», «y el doctor Simón dice que...», y en ese momento les paro en seco. - «¿El doctor Simón?». - «Sí, mami, ese señor que está afónico porque habla mucho y que estuvo enfermo del coronavirus», dice mi hija. La tabla del 7 les está costando aprenderla, pero a fuerza de ver en la tele a personas sí se sabe los nombres. En fin, me vuelvo al teletrabajo.

27 lunes ¡libre!

Ha llegado el día, por la mañana hemos hecho las fichas del colegio y hemos jugado al fútbol y el escondite, y nos hemos dejado para la tarde la primera salida fuera del campo en 45 días. Para el camino, deciden que lo mejor es llevarse a Duffy, la perra, así que allá que nos vamos, con su correa y cada uno con una salchicha frankfurt en mano para ir entreteniendo al animal, que es bastante nerviosa y no está acostumbrada a ir atada. Nada más salir por la puerta, me invade una alegría enorme que me lleva a cantar en voz alta: «Libre, como el sol cada mañana yo soy libre», mientras mis hijos me miran con cara de «¿qué le pasa, qué hace?», lo que me lleva a callar. Seguimos cuesta arriba por el camino de tierra cuando mi hijo se convierte en agente de la ley: «Mami, ¿cuánto tiempo llevamos? ¿nos hemos pasado?». -«Exactamente quince minutos». -«Recuerda que solo podemos un kilómetro y una hora». Decido entonces ponerles a prueba: -«Pero aquí no hay nadie que nos vea».

-Ya, pero en la tele han dicho que esas son las normas». A lo que añade la niña: «Y separados dos metros». Como si hubiera alguien con quien nos vayamos a cruzar, pienso.

28 martes a jugar!!!

Pues nada, antes hablo y me tengo que comer mis palabras; parece como si mi hija leyera el diario porque el domingo nos recordó que por su cumpleaños íbamos a jugar un día a la Play o la Wii, «pero con el coronavirus no lo hemos hecho». Su padre confesó que se había traído de casa las dos consolas hace mes y medio y, claro, ya querían ponerse. Les decimos que no puede ser porque trabajamos los dos y lo tenemos que posponer hasta el martes. Cuando llega el momento, pasan una hora en la que no paran de reírse, están emocionados y disfrutando a tope. Tras dejarlo, dicen que tenemos que volver a jugar pronto. - «Chicos, hasta el mes que viene, nada». - «¿A qué día estamos?». - «Martes, 28». - «¿Podemos el día 1?». - «Hasta el mes que viene, pero el día 28». - «Aaaahhh, pues vaya, qué mal». - «Es lo que hay, chicos, pensad en lo bien que lo habéis pasado». Me miran con cara de «no nos sirve lo que nos dices».

29 miércoles no hay colegio

Les explicamos a los niños que, si todo va bien y no se pone mucha gente enferma con coronavirus, pronto se podrá salir a pasear un rato, ir a comprar a tiendas e ir a recoger comida a algunos bares, pero que ya no habrá colegio hasta septiembre. «¡Qué diver!», exclama mi hija. - «Pero si no paras de decir que tienes ganas de ver a tus amiguit@s, que los echas mucho de menos». - «Ya, pero no me gusta hacer fichas, que es muy cansado». - «Pero si no haces casi nada, que lo que te manda la profe son cuatro multiplicaciones y tres lecturas que haces en media hora». - «Pero tengo que pensar, mami». No sé si se puede tener más morro cuando todavía tiene más carrete: «Además, con mis amigos entonces puedo quedar o pueden venir ellos al campo». - «Pues eso está complicado, hija, todavía no se puede». - «Bueno, pero cole tampoco». De ideas fijas, a saber a quién ha salido.

30 jueves golondrinas

Ya están aquí. Llevábamos varios días que creíamos verlas, pero volaban rápido y no nos daba tiempo a fijarnos. Las golondrinas han vuelto, y a su misma casa del año pasado, un nido que construyeron en 2018 en una esquina del porche. Este año están afianzando la construcción y están subiendo un piso su «casa». Los niños están encantados, deseando que pongan los huevos y nazcan aves. El año pasado fueron cinco golondrinas y era un gusto contemplar cómo les traían comida e iban creciendo, hasta que abandonaron el nido. - «Mami, el coronavirus no siempre gana, no puede con ellas, que han venido volando desde muuuuy lejos». - «¿Sí? ¿de dónde han venido?». - «Ufff, no sé, pero el caso es que están aquí y, mira, se están cagando en el suelo del porche». Un detalle que me cabrea sobremanera, pero que a ellos les hace infinita gracia.

1 viernes Día del Trabajo

Hoy es fiesta y no hay deberes que hacer. Les explicamos que es el Día del Trabajo y entonces me sale la vena sindicalista y les digo que se conmemora el movimiento obrero, que los trabajadores hace muchos años lucharon por conseguir horarios de ocho horas, salarios y condiciones dignas, pero hay que seguir reclamando derechos laborales. Entre tanta palabreja, mi hija solo se queda con un detalle: - «¿Pero entonces cuántas horas hay que trabajar al día? ¿Ocho? Porque yo creo que tú trabajas más tiempo, el domingo papá y tú...». - «Bueno, bueno, no nos vayamos por las ramas, ¿lo habéis entendido?», la interrumpo para intentar deshacer el berenjenal, pero ya nos hemos metido en una espiral de la que será difícil escapar. - «¿Pero entonces porque lo llaman el Día del Trabajo y no tenemos que hacer deberes? No lo entiendo». Me rindo, tiro la toalla.

2 sábado cocinitas

Los lunes por la noche vemos «Masterchef». Yo soy una pésima cocinera, no paso del hervido y de la lubina al horno, así que mi marido es el que se encarga de todo y, claro, ahora tenemos que ver el programa porque le encanta. Precisamente los lunes, que nos toca fruta para cenar, con lo cual mientras están cocinando sabrosos platos mi barriga no cesa de sonar y cada dos por tres miro la nevera soñando que la atraco. Hoy, después de una jornada dura de trabajo, mi gran aliciente es sentarme tranquilamente y disfrutar de la cena que me ha preparado mi cocinitas: coca negra con salazones. Doy por bueno lo mal que lo paso el lunes. No hay mejor forma de acabar el día.

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