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Diario de una confinada

La vida coge aire

La sexta semana de encierro en el campo ha resultado regeneradora, con pequeños sobresaltos que no ponen borrones a los días

La vida coge aire

19 domingo llamadas

Anda la familia un tanto preocupada por mi estado de ánimo al leer mi último diario, no saben que ya he dejado el estado de tristeza y he saltado al de alegría. Llamo a mis padres y me preguntan si estoy bien, así que les explico que esto son bajones, un tiovivo de emociones, pero que estoy a tope. No obstante, cuando se despiden les digo «os quiero» y ellos, en vez de su típico «ya hablamos, adiós», dicen los dos «yo más, yo también». Después me llama mi hermana pequeña para preguntarme por lo mismo, así que la tranquilizo. También recibo mensajes de WhatsApp de amig@s que se sienten identificad@s con mis vaivenes de cambios de ánimo. Todos estamos igual.

20 lunes molinillos de viento

El lunes miro el correo para ver qué tareas ha preparado la profesora para mi hija. Dado que esta semana tenían programada, en caso de que la vida no hubiera cambiado como lo ha hecho, una salida al Monte Tossal para comerse la mona y disfrutar de la naturaleza, ella ha querido acercar a los niños a ese día con una manualidad: elaborar un molinillo de viento. Menos mal que trae las instrucciones porque yo soy bastante torpe y admito que no habría sabido. El caso es que le doy a reenviar el mensaje para que lo reciba mi marido y lo imprima, pero me equivoco y se lo envío sin darme cuenta a mi director general de Contenidos. Cuando a los pocos minutos recibo una llamada suya, pienso que algo ha salido mal el fin de semana y me entra el canguele, pero al explicarme lo que ha recibido, no podemos evitar los dos reírnos a carcajada limpia y aprovecho para invitarle a que pruebe a hacer un molinillo, que no es tan difícil. De hecho, nosotras lo hacemos en poco más de diez minutos y no ha quedado tan mal, la lástima es que hoy no hace viento y no podemos comprobar si funciona correctamente.

21 martes terremoto

Varias semanas jugando al fútbol hacen que me crea Messi y no la madre con sobrepeso que soy. Estamos jugando un partidito y al intentar parar un balón que iba directo a la portería, no se me ocurre otra más que lanzarme a por él como Casillas en sus mejores tiempos. Resultado: rodilla arañada y con posterior morado, un poco de sangre, un agujero en el pantalón, las palmas de las manos doloridas, gol y, lo que es peor, dignidad pisoteada. Los niños, una vez comprueban que estoy bien, se ríen con mi caída mientras mi marido, que no había soltado una palabra, lo termina de arreglar: «Se acaba de producir un terremoto de 2,3 grados en Xixona que se ha dejado notar levemente en los municipios cercanos».

22 miércoles drama

Miro a mi hija y veo el reflejo de cómo era yo, una niña que llora y sufre por cosas que a los mayores nos parecen tonterías. Hace dos semanas pintó un dinosaurio/hucha y hoy se le cae a su padre al mover unos libros de la estantería. Las lágrimas le caen por su preciosa cara al verlo roto en varios pedazos, así que, aunque no soy manitas, el pegamento sí sé utilizarlo y me pongo a ello. Con paciencia, consigo unir las piezas salvables y el pobre dino ha sobrevivido. «Le faltan trozos, pero ha quedado bien, mami, gracias», me dice. «No tienes que llorar por estas cosas, hija», le contesto yo, pero me avergüenzo en seguida porque precisamente no soy quién para ir dando lecciones cuando de pequeña era así. «Aunque está bien llorar si lo necesitas», le añado entonces. Me mira con cara de «mi madre me dice una cosa y la otra, no entiendo nada», y tiene razón.

23 jueves la primera tarta

Hoy es Santa Faz. Este año iba a ser el primero en el que mis hijos realizasen la tradicional romería, pero no ha podido ser. - «¿Pero íbamos a tener que andar mucho?». - «Una hora y media, más o menos». - «Eso es mucho tiempo». - «Bueno, no tanto, se pasa rápido porque vamos hablando y jugando». - «Vale». - «¿Creéis que el año que viene se celebrará la Santa Faz o el coronavirus no nos dejará?». - «Yo creo que no podremos ir». ¡¡Ufff!! No quiero ni pensarlo. Por la tarde, su padre decide que es el momento de hacer nuestra primera tarta y allá que se ponen manos a la obra, hay que ver lo que les gusta a los enanos ser cocinitas, participan activamente con los escasos ingredientes que lleva, y se pasa el tiempo volando. Están ansiosos por probarla, pero tiene que reposar hasta mañana. «Seguro que está buenísima, papi, porque nos gusta la galleta y nos gusta el chocolate», dice la pitufa. Confiemos.

24 viernes mandos de la Wii

La semana pasada fue el cumpleaños de mis dos sobrinos xixonencs y les regalamos dos mandos para la wii, a la que no podían jugar por tenerlos rotos pese al confinamiento. El obsequio ha llegado hoy por paquetería y los pequeños están superemocionados, dicen que es el mejor regalo. Eso me recuerda que cuando nos fuimos de casa, cargados de maletas hasta arriba en los dos coches, cogimos la play y la wii para que los niños pudieran jugar un día, aunque no les dijimos nada. La silla de trabajo, en cambio, no cabía en el vehículo y ahora que estamos teletrabajando la echamos de menos, que acabamos tras una jornada laboral con la espalda que parece un acordeón. Y los niños, aunque han visto la foto de sus primos jugando, no nos han preguntado en las seis semanas por ello. Así que seguimos callados, con las consolas a buen recaudo. Por cierto, la tarta riquísima, aunque parece más una bañera de chocolate.

25 sábado toca fútbol

Dicen que las rutinas hay que mantenerlas en esta situación y nosotros hay una que, por encima de todo, sí hemos seguido: los sábados toca fútbol. En la otra vida, por la noche cenaban patatitas, olivas, pistachos y otros frutos secos mientras «veían» el partido de Liga que retransmitían por la televisión, jugara o no el Madrid. En realidad, a ellos no les interesaba el fútbol, en especial a la nena, lo que les molaba era la cena, con todos los preparativos y la emoción. Así que hemos seguido la «tradición» y como hay cadenas que siguen dando partidos repetidos, pues todo parece «real». Es de los pocos momentos en que las dos vidas, la antigua y la actual, se unen en una sola.

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