Pablo, el mayor de mis cuatro nietos me dijo: «abuelo todos los días salimos a aplaudir a la gente que te cuida» mientras aceleraba incansable su palmeo. El whatsapp ha sido la mejor ventana con la familia y con el mundo; y la otra ventana, la de mi habitación, la que mejor mostraba el ir y venir de la gente y de la ampliación del hospital. Y la radio que me ha mantenido informado de cómo lo viven mis convecinos.

El miércoles 25 cuando me trajeron al Hospital General de Alicante, trataba de orientarme siguiendo los techos de los pasillos hasta que aparcaron la camilla en un apartado. Tras diez días de retiro domiciliario obligatorio prescrito por los médicos de mi Centro de Salud de Los Ángeles, la fiebre se mantenía y la inapetencia también. Mi mujer y el doctor reclamaron una ambulancia y me trajeron rodeado de prevenciones.

Cuánto me alegra hoy ver el sistema de salud que tenemos cuando oigo que todo un primer ministro británico ha tenido que recurrir a sus médicos privados para que lleguen a la misma conclusión que los de mi centro de salud del sistema público español. Deseo que se recupere el embustero de Boris Johnson, pero sin seguir mintiendo a sus compatriotas. Y sin seguir desmontando el sistema británico (N.H.S), que en su día fue uno de los mejores del mundo. A ver si aprendemos. El ministro ultraortodoxo judío de salud, Jacob Lizanán dijo que la epidemia era un castigo de Dios, tendrá que pensar por qué algunos de los primeros positivos son él y su mujer. Eso sí que debe ser castigo de Dios.

Me encontraba bien con fiebre aparcado entre jóvenes enmascarados y uniformados de verde y blanco. Mientras uno buscaba mis vías, otros tomaban constantes, extraían la sangre que necesitaban para sus trabajos. Era un enjambre de jóvenes a su faena, que era yo, embutidos en sus batas verdes y blancas.

Otra vez a seguir los techos a rayos X, después más techos hasta la sexta planta, excursión desde mi celda en la que ha sido espacio de reclusión estas dos semanas.

José Luis, Rafael (R.G.A.) y Angelín, entre otros, me enseñaron a olfatear la noticia.Que me perdonen mis compañeros gráficos, pero había que aprovechar la exclusiva que me brindaba el confinamiento hospitalario.

Desde la ventana de mi celda habitación veo cómo evoluciona progresivamente la ampliación del hospital. Recibo diariamente la visita de de la gente del equipo que me ha tocado y que en mi caso encabezan las doctoras Elena Rives y Beatriz Villamia que cuentan con el apoyo inestimable de enfermeras, limpiadoras, personal del office, obligadas a entrar protegidas y dejar cada vez ropa, mascarilla, guantes, lavarse las manos etcétera, que cuidan mi cuerpo primorosamente con aislamiento aislado, acosando al bicho en retirada. Pongo los sustantivos en femenino porque son mujeres la inmensa mayoría. Siguen sin descanso en sus movimientos al bicho por los análisis, rayos y todos los indicadores habidos y por haber. Además me facilitan escritos de sanitarios y vecinos así como dibujos de apoyo de escolares. Son jóvenes y tienen la sabiduría de quiénes saben escuchar y la ciencia de su vocación trabajada. A esta generación hay que hacerle la ola.

Los santos, ha dicho el Papa Francisco, en la puerta de al lado, la gente anónima que llevan más de una veintena de profesionales de la salud muertos y cientos de contaminados. Y no puedo evitar acordarme del Dr Peset, mejor especialista español, de los mejores europeos, en temas de epidemias, fusilado por Franco en 1941 en la cárcel por ser republicano. Pero veo que dejó escuela en la Comunidad. No puedo olvidar qué solos se quedan los muertos que dijo el poeta. Con el Covid-19 mueren solos, pero sin duda, son los más acompañados en el dolor, por el amor familiar y la solidaridad de toda la ciudadanía. Nuestros conocidos y todos los deseados. Son miles, pero son esta y aquel para todos.

Algún día por la mañana he oído aplausos en los pasillos. El personal de la planta les hace el pasillo de honor cómo campeones hacia la vida a los que reciben el alta.

Amanece que no es poco. Si las fotos del reportaje entran por la ventana de mi celda, el aliento de mi alma entra por la ventana del whatsapp con los vídeos, las palabras, las imágenes de mis nietos y de mis hijos, de mis seres queridos y, sobretodo, de mi chica.

La radio ha sido mi compañía a todas las horas del día, reconozco que soy un vicioso de la voz. Ahora me da la noticia inevitable del retraso de las hogueras a septiembre. Me acuerdo de Lorenzo Aguirre, el pintor fundador, impulsor de las primeras Hogueras de San Juan también ejecutado en la cárcel por el franquismo por ser leal a la República. Y padre de una de las mayores poetisas españolas, Francisca Aguirre, confinada en el silencio hasta después de la muerte del dictador, en que le reconocimos con el Premio Nacional.

Algunos amigos: Antonio, Ximo, Emilio, Pascual, Juan, Pepe, y otros, me preguntan a través del whatsapp si necesito algo: «Que sigáis haciendo posible lo necesario, como los buenos políticos. Dando prioridad a los que peor lo pasan, trabajadores, pequeños y medianos empresarios». Es difícil en cuatro años revertir el destrozo que la derecha ha hecho en tres lustros, con tres expresidentes de la Generalitat del PP ahora en la cárcel y otro procesado. Ya costó superar las trabas que la derecha puso para conseguir universalizar la sanidad. Demostrando así que donde la sanidad pública, la protección social pública y solidaria existe se salvan muchas vidas. Nos falta la renta garantizada que ya era necesaria hace mucho tiempo para que nadie esté por debajo del umbral de la pobreza.

Y en esta ocasión los héroes anónimos de las batas se han volcado apoyando especialmente a nuestros mayores, los mismos que nos echaron una mano exprimiendo sus exiguas pensiones cuando la crisis del 2008 dejó a la jóvenes colgados de la hipoteca y sin trabajo. Los mismos jóvenes que hoy se solidarizan especialmente con los mayores. Me entero por la SER del macroestudio que va a hacer el INE (Instituto Nacional de Estadística ) es una buena idea para saber dónde estamos. Nos queda acordar la importantísima respuesta de Europa en la que nos jugamos gran parte del futuro de la Unión.

Yo pensaba que Jesús me había reservado el honor de ser el borrico el Domingo de Ramos en mi barrio; ahora me empiezo a sentir como los niños del doctor Balmis. A medida que se acerca el Jueves Santo me acuerdo del Jesús del madero que Machado no podía cantar, prefería el que anduvo en la mar, y yo, me quedo, además, con el consejo de los Monty Python «mira siempre el lado luminoso de la vida», y yo he podido verlo en el trabajo, la dedicación y el cariño de toda esta gente de las batas. Que Dios os bendiga y las gentes sepamos agradeceroslo.