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CORONAVIRUS

Espada: «La percepción del riesgo tiende a bajar conforme aumenta el tiempo de aislamiento»

Cree que tras la crisis sanitaria «se van a producir importantes cambios sociales y personales»

El catedrático de Psicología Clínica de la Universidad Miguel Hernández José Pedro Espada.

¿Está la población preparada para que el confinamiento se prolongue más semanas?

Con la declaración del estado de alarma percibimos la gravedad de la situación y fuimos capaces de iniciar un confinamiento complicado que ha supuesto un gran esfuerzo para todos. Ya hemos atravesado varias fases de adaptación y parece asentada la conducta de quedarse en casa. Hemos pasado la peor parte en cuanto a habituarnos a no salir, pero nos encontramos con dos problemas: cuanto más tiempo acumulamos de aislamiento, aumenta el estrés y la percepción del riesgo tiende a bajar. La reducción del temor al contagio puede llevarnos a relajarnos.

¿Qué factores determinan que haya unas personas que lo lleven mejor que otras?

Tenemos estresores propios de la pandemia y derivados del confinamiento. El principal es el miedo a contagiarse y enfermar. También la incertidumbre sobre qué va a pasar y, en particular, cómo afecta a la economía de las familias. La sobreinformación y estar gran parte del día atento a las noticias se ha comprobado que no ayuda. Estamos viviendo una situación que nunca antes se ha dado y esto hace que debamos poner en marcha nuevos recursos de afrontamiento. La mayoría de recomendaciones que se han promovido para ayudarnos son muy acertadas.

¿Están preparados los psicólogos para el volumen de trabajo que habrá tras la actual emergencia sanitaria?

Hay en marcha estudios internacionales sobre cómo afecta emocionalmente la epidemia y el aislamiento. Esperamos un notable aumento de sintomatología que ya se está dando durante el confinamiento. Por eso se han habilitado servicios de telepsicología que están ayudando a quienes están teniendo dificultad con el confinamiento, o el manejo de situaciones complicadas como familiares con síntomas, ingresados o fallecidos. Los especialistas estamos actualizándonos con los datos de los estudios en marcha para poder ayudar mejor cuando volvamos a la vida normal.

¿Qué secuelas quedarán?

Seguro que se van a producir importantes cambios sociales y personales. Muchas personas consideran que su escala de valores ha cambiado. Algunos efectos positivos también son esperables, como las conductas de colaboración y apoyo mutuo. Lo estamos observando con gestos de ciudadanos que ofrecen su ayuda, que se ofrecen a fabricar mascarillas, participan en reconocimiento a los sanitarios o hacen donaciones. El sentimiento de cohesión social ha aumentado y hay sensación de que estas actividades de participación social que nos cohesionan frente al problema ayudan a canalizar la frustración.

¿Cuáles son los mejores consejos para aquellos a los que la enfermedad les está tocando en personas cercanas?

Cuando se trata de casos diagnosticados o con síntomas, manejar el miedo a enfermar gravemente o a contagiar a familiares es uno de los focos principales. Se ha de mantener la calma y tomar medidas de aislamiento. En casos de hospitalización y agravamiento, gestionar la frustración por no poder acompañar al familiar y afrontar la evolución de la enfermedad es duro pero los individuos acabamos respondiendo con fortaleza porque el objetivo se centra en la supervivencia. El tercer nivel y más doloroso son los casos de fallecimiento.

Y el personal sanitario, ¿cómo debe superar el estrés?

Son quienes más estrés acumulan a pesar de su experiencia por lo desbordante de la situación. En escasos días están experimentando situaciones negativas que habitualmente ocurren en meses o años, con riesgo personal añadido, y es más difícil de procesar emocionalmente. Hay asistencia psicológica particular para ellos que les ayuda a asimilar los fracasos cuando un paciente no sale adelante, a dar malas noticias a los familiares con tanta frecuencia y a gestionar su malestar.

¿Qué se puede hacer ante la incertidumbre económica?

Deseamos controlar lo que va a ocurrir con nuestras vidas y tener seguridad sobre nuestro bienestar. La forma racional de afrontar la incertidumbre es aceptar, por duro que sea, que forma parte de la vida y que somos muy vulnerables, aunque a veces tengamos la ilusión de que no es así. Tenemos una incertidumbre muy alta y que nos deja tan descolocados que podemos sentir ansiedad y miedo muy razonables. Estamos en un contexto en el que lo más adaptativo es fijarnos en el día a día sin centrarnos más de lo necesario en lo que va a ocurrir en el futuro.

Está situación está poniendo a prueba los lazos afectivos de parejas y familias enteras...

Hay mucho tiempo libre en un espacio limitado y eso es una situación estresante que genera conflicto. Las relaciones pueden tensionarse con mayor facilidad porque se suma la irritabilidad que muchas personas pueden experimentar y la organización de la convivencia. Es importante consensuar normas de convivencia que ayuden a que todos puedan estar a gusto. Se trata de gestionar una situación con más condicionantes que nos estresan sin la posibilidad de escape.

También estamos viendo estos días los problemas que tiene la gente con adicciones...

Entre los hábitos menos saludables debidos al confinamiento se ha observado un aumento del consumo de alcohol y otras sustancias. También de uso abusivo de pantallas. Dadas las restricciones que tenemos, se estima que hay menos casos nuevos de adicción, pero los ya existentes corren riesgo de agravarse. Depende mucho de los condicionantes de cada caso, como las personas que viven solas, pero las agencias dedicadas a las adicciones están procurando reducir el efecto.

¿Cómo se pone coto a esto?

Las consecuencias negativas afectarán a personas más vulnerables y, en el resto, se espera que sea más leve. Ante esta situación damos respuestas para adaptarnos, unas mejores que otras. Todos luchamos contra nuestros miedos con más o menos éxito. Se ha despertado una conciencia social de apoyo mutuo muy positiva para ayudar a los que lo necesitan. Esa es, además de la respuesta de la administración, la forma en que como grupo social contribuimos a afrontar el problema.

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