Orden, organización y ratos para el descanso y la conversación. Son las claves para sobrellevar este tiempo de encierro forzoso, con el que las autoridades intentan frenar la expansión del coronavirus, que dan las monjas de clausura, acostumbradas al confinamiento. Ellas eligieron libremente una forma de vida de retiro y contemplación, no exenta de un rígido horario de rezos y actividades con el que el día incluso se les hace corto. En la provincia hay más de 100 religiosas intramuros en distintos conventos que en esta pandemia intensifican su tiempo de oración por los enfermos, los sanitarios, fuerzas del orden y en general por toda la población en un tiempo de crisis que, sin embargo, consideran que está revelando la gran solidaridad de la sociedad española.

Las Monjas de la Sangre de la orden Agustina, custodias de la Santa Faz, se levantan a las 6.15 horas. El primer rezo dura dos horas ( de 7 a 9 de la mañana) y a lo largo del día intercalan los momentos de oración comunitaria, siempre a las mismas horas, con las actividades cotidianas de mantenimiento del convento, comidas y descanso en una firme organización de tiempos a lo largo del día.

Estrechar lazos

«Son muchas las cosas que se pueden hacer», afirma la madre federal, Sor Irene, sobre cómo aprovechar el tiempo durante este confinamiento. «Son días para potenciar la vida en familia, para hacer esas cosas que nunca encontramos tiempo como son hablar, hablar entre nosotros, con la familia y los amigos. Parecen momentos de aislamiento pero es todo lo contrario, se pueden estrechar muchos más lazos, de cercanía con las personas. Nosotras ahí estamos constantemente presentando delante de la Faz del Señor todas esas vidas, todos esos corazones, y viviéndolo con esperanza, esperando que esto va a tener un feliz fin y que vamos a ver esa luz que todos esperamos».

«Son momentos en los que nos planteamos qué hacer por los demás. Es complejo desde la reclusión que todos vivimos y más desde la nuestra que es voluntaria, pero siempre habrá vías para ello. Y sobre todo con nuestra oración, estamos seguras de que es lo que la gente más necesita y espera de nosotras. Se valora que haya una comunidad contemplativa ante la Faz del Señor, no solo para guardarla, sino sobre todo para presentarle nuestras vidas, nuestros problemas, nuestros deseos».

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Peticiones por email

Las hermanas han abierto una dirección de correo electrónico (crlalicante@yahoo.es) para encomendar al Señor a aquellas personas que expresamente se lo pidan haciéndoles llegar su nombre. La comunidad se compone de 11 hermanas, dos de ellas mayores, de 91 y 83 años, «que son un regalo para nosotras», cinco en la década de los 50, y cuatro entre 30 y 32 años. «Gracias a Dios todas estamos bien al presente. Seguimos puntualmente todas las precauciones y animamos a tomarse muy en serio las medidas que nos marcan las autoridades para bien de todos. Sentimos tanto el sufrimiento de las personas que lo están pasando que es como vivirlo nosotras mismas. Nadie estamos exentos de que nos pueda ocurrir. Pero se encenderá una luz para todos después de esta noche».

El Covid-19 ha roto la rutina de las religiosas. Antes de trasladarse al monasterio de Santa Faz, habían empezado con los permisos para hacer dulces, y ahora se ha parado. Y han visto cómo se ha cancelado la que iba a ser su primera Peregrina. Pero lo que sucede tiene también una lectura positiva. «Nos llama la atención cómo la gente se está volcando, dejando de pensar en uno mismo para darse cuenta de los que tiene alrededor y de los que pueden estar pasándolo mal».

Las 18 monjas de clausura de Elche, las hermanas Clarisas, apuntan también al orden como receta para pasar de la mejor manera posible el confinamiento. Ellas ya eligieron libremente vivir confinadas, por lo que conocen de primera mano y desde hace muchos años, que la organización del tiempo es básica para sobrellevar el encierro. «Tener un horario hace que se haga corto el día», señala la hermana Clara. Establecer una rutina diaria y evitar los tiempos muertos es su secreto. Ellas rezan por las mañanas (antes lo compatibilizaban con la producción de las formas sagradas que enviaban a las parroquias) y dedican las tardes a la formación y al estudio. Muy preocupadas por lo que sucede más allá de sus muros, lamentan que tantas personas se estén contagiando, la situación de las personas sin recursos y el confinamiento en las casas. La hermana Clara afirma que se les han multiplicado las llamadas al convento para preguntarles si necesitan comida o medicinas, y para mostrarles su angustia por la pandemia y pedirles su rezo.

En el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Altea, junto a la playa de la Olla, viven 15 hermanas, una de 96 años, tres de 80 años, dos de 71 años, una de 62, dos de 50, y el resto entre 37 y 40 años, las más jóvenes procedentes de los conventos de la orden que cerraron en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), Santa Cruz de Tenerife y Telde (Gran Canaria). Tienen miedo por el coronavirus y les preocupan las hermanas de más edad y la superiora, que ha estado 14 días ingresada por una bronquitis y salió hace poco del hospital, y otras religiosas que necesitan medicación. Aparte de intensificar la oración, entretienen su tiempo cosiendo, arreglando trajes de novia que dejan como nuevos o ropa de almidón... También hay una monja webmaster que mantiene y crea páginas para otros conventos.

En el Alto y Medio vinalopó hay un único convento de clausura, la Santísima Trinidad de Villena, con doce hermanas. En Novelda están las Carmelitas Misioneras Teresianas, donde una de las hermanas ha muerto a los 93 años por coronavirus, aunque ésta es una comunidad abierta. En Orihuela hay una treintena de hermanas en los conventos de clausura de las Dominicas de la Trinidad, Clarisas de San Juan y Agustinas de San Sebastián, entre otras. Y en Cocentaina el monasterio de la Virgen del Milagro, donde viven ocho Clarisas.

Oración que dirigen a diario al Señor:

Oración que dirigen a diario al Señor:Míranos Señor,

pues tu mirada de misericordia

es la que verdaderamente sana y salva.

Permanecemos ante tu Faz,

con la confianza de que tu mirada de amor

va a llegar a cada uno de tus hermanos y hermanas,

a su soledad, su sufrimiento, su angustia, sus miedos.

Tú nos dejaste esta prenda de amor

por el gesto heroico de una mujer

que no calculó el desproporcionado riesgo

al mínimo alivio que podía ofrecer a un condenado.

Verónica enjugó tu Rostro con su velo,

también hoy tantos y tantas,

profesionales de la salud, de la alimentación,

investigadores, fuerzas del orden, todo tipo de servicios públicos,

sacerdotes, vida consagrada y fieles que se entregan a la atención de los hermanos,

y gentes de buena voluntad que ofrecen sus servicios

sin ahorrar sacrificios ni medir los riesgos.

Imprime tu Rostro en nuestros corazones

y no dejaremos de mirarte y esperar en Ti.

Solidarios con el sufrimiento,

haznos partícipes de tu vida,